VENEZUELA

Viajar por Venezuela con lentes de realidad virtual (la experiencia de Noa Iimura)

por El Nacional El Nacional

A medida que el espacio de realización de documentales se expande, un joven pionero japonés-estadounidense abre el camino por el uso de las cámaras 360° para teletransportar a venezolanos expatriados de vuelta a su país de origen. Luego de pasar un tiempo prolongado en Latinoamérica capturándolo todo con su cámara, tropezó con un propósito mayor: hoy en día Noa Iimura recorre Estados Unidos exhibiendo un documental de 35 minutos utilizando lentes de realidad virtual, combinando meses de experiencia en Venezuela, llenando los corazones nostálgicos de comunidades venezolanas que se vieron obligados a abandonar su país.

El propósito se hizo aún más significativo: Iimura empezó a recibir evidencia en forma de imágenes y videos en nombre de los venezolanos que temen publicar lo que están viviendo luego de las elecciones presidenciales. Aquellos que han estado publicando la violencia y la represión sufridos por familiares y vecinos han sido censurados, amenazados o secuestrados por las autoridades. Iimura ha tratado de usar su plataforma y su conexión a Venezuela para ser una ventana para aquellos que temen publicar lo que están presenciando, para que el mundo vea. Como vive lejos de Venezuela está protegido del chantaje que enfrentan los que están en el país, y sigue publicando videos para ellos. Cualquier lector temeroso de compartir lo que han visto, no dude en ponerse en contacto con Imura para tener un portavoz de confianza.

¿En qué consiste el proyecto de la Venezuela virtual?

Siguiendo con esta línea, el proyecto artístico de Noa Iimura comenzó por un desafío contra el status quo. El Occidente está plagado de connotaciones negativas sobre Venezuela y Latinoamérica. Noa Iimura empezó su viaje con advertencias y terror proyectado por gente que jamás había visitado la región. Él decidió regresar con algo mejor que solamente relatos de primera mano para refutar la imagen que tenían: volvería a contar todo lo que había visto a través de RV. Los que solo habían oído hablar de Latinoamérica podrían presenciarlo por sí mismos. “No dejes que la historia narrada por otra persona defina tu viaje”, contó. Esto fue al inicio de su viaje por Venezuela. 

Intrigado por la falta de información concreta disponible sobre Venezuela, las continuas advertencias sobre el país solo le dieron más ganas de visitar. Los pocos venezolanos que encontró en el camino llevaban años fuera, mientras los otros viajeros se habían formulado opiniones negativas por estigma. Nadie hablaba de Venezuela en el mundo exterior. Como los demás rumores que había escuchado sobre Suramérica habían sido desmentidos durante su visita, tomó un vuelo a Caracas para investigar los hechos.

Noa Iimura visitó Venezuela

Se suponía que iba a ser un viaje de solo dos semanas, pero lo que este cineasta no se esperaba era enamorarse de Venezuela. Extendió su visa turística, y recorrió el país durante seis meses. “Lo tiene todo”, explicó entusiasmado: “Hay montañas, selva, las playas más lindas que has visto en tu vida”. 

Iimura quería capturar la belleza del territorio nacional para todos aquellos a los que no se les ocurriría visitar o que nunca tuvieron la oportunidad. Pero más que sus desiertos y sus cascadas, el documental de Imura encarna la esencia de Venezuela más allá de los titulares: su gente. Empezó a dibujar el otro lado de la historia de lo que se escucha en los noticiarios internacionales, a través de las interacciones personales que dieron forma a su conocimiento del país.

La película es una oda a las realidades que tuvo la oportunidad de presenciar. “Es la perspectiva de una sola persona”, dijo, explicando el carácter subjetivo de la experiencia. Sin embargo, a través de sus ojos, se es testigo de conversaciones con personas que viven en Petare, una de los barrios más grandes de América Latina, se viaja por paisajes hermosos que podrían ser destinados al turismo, siendo explotados en minería ilegal. El objetivo del proyecto es eliminar las ideas preconcebidas sobre un lugar a través de las interacciones con su gente: “La historia trata sobre no dejar que lo que escuchas defina tu pensamiento”. La experiencia de Imura fue una de cálida recepción: “Cuando un país está oprimido, la gente depende más entre sí”.

Noa Imura quería capturar la belleza del territorio nacional para todos aquellos a los que no se les ocurriría visitar o que nunca tuvieron la oportunidad. Foto: @whereisnoa.eth

Los esfuerzos de cooperación de los venezolanos no fueron motivados por el hecho de ayudar a un extranjero. Sus rasgos y su piel más oscura le permitieron a Imura pasar desapercibido, permitiendo un estudio orgánico de las personas que lo rodean. 

La película pretende mostrar cuán cálidas y receptivas son estas personas. Estuvo publicando historias de todas las experiencias conmovedoras que había tenido, desde agradecimientos por los que prestaban su tarjeta de transporte público hasta los que los recibieron en casa, churrasco servido. Aterrizó al país con 600 seguidores en su cuenta de Instagram y salió con 100.000. Al dar a conocer este proyecto por el mundo el número se dobló. 

La película

Por lo tanto, Imura no se sorprendió cuando, al proponer la idea de una exhibición de la película en realidad virtual, recibió una respuesta abrumadora. Hasta este momento, solo había publicado sus obras en forma de videos más cortos en YouTube. Pensó que esta no sería la experiencia completa, como lo sería al ponerse los lentes.

La recepción entusiasta al proyecto atrajo a patrocinadores, lo que facilitó una distribución de mayor alcance. El producto “tiene energía innata para venderse, atraer”, aseguró el cineasta. No necesita utilizar publicidad en ninguna otra plataforma que no sea la suya. La gente llega a sus exposiciones principalmente a través del boca a boca.

“Esto es lo loco de las comunidades venezolanas”: alguien viviendo en Australia vio el contenido en las redes sociales y le dijo a su amiga que vivía en Miami que este evento acontecería el próximo fin de semana. Los venezolanos fuera siempre conocen a otros en su ciudad. Al enterarse de lo que hace Imura, los invitan. Esto se ha facilitado dado que los eventos acontecen en establecimientos de familias venezolanas o en tiendas o empresas venezolanas. Imura se dedicó a concentrar la esencia de su obra además en su entorno elegido, exhibiendo el documental en el rancho de un venezolano en Texas o en una tienda de tatuadores venezolana en Miami. El municipio de Doral, que tiene una alta densidad de venezolanos expatriados, patrocinó un evento para la comunidad durante una semana. Ahora, él mismo está conduciendo una camioneta por América del Norte, para organizar una exhibición en una ciudad diferente cada fin de semana. El proyecto está dirigido para incluir al mayor número posible de personas. 

Iimura tiene una sección de su sitio web dedicada a solicitar ciudades para poder tocar cada sector de venezolanos que han dejado su patria hace demasiado tiempo. Parte de sus eventos es hacer que la plataforma sea la más multidisciplinaria posible y dejar espacio para otras formas de expresión por artistas venezolanos. Expone imágenes sacadas por fotógrafos del país, siempre busca a vendedores de comida venezolana y, al momento, está en busca de incluir algún grupo musical. Esto es para que la perspectiva del cineasta no sea la única que se incluya. 

La mitad del tiempo, al quitarse los lentes, al público se le llenan los ojos de lágrimas; la otra mitad corren atrás de Iimura para agradecerle y contarle lo que vivieron a través de los recuerdos provocados por el documental. Muchas veces llegan desconocidos que salen amigos, por tener tanto en común y por haber compartido una experiencia y nostalgia tan intensa. Una vez aparecieron dos mujeres que se perdieron de vista durante 20 años, y volvieron a estar en contacto por el evento. Esto se reveló como más que una historia compartida para los que extrañaban: la experiencia invita tantas emociones que conecta personas. 

Compartió una anécdota de un padre mostrando a sus hijos las imágenes expuestas, explicándole su experiencia en el contexto de las fotos. Como muchos padres en estos eventos, llevaron a sus hijos que crecieron en la cultura venezolana, pero nunca conocieron Venezuela. Esta escena conmovió a Imura, pues por fin los niños pudieron ver con sus propios ojos lo que siempre habían sido los temas de los cuentos de mamá y papá. 

Espera volver a Venezuela

La última meta de este proyecto será volver a Venezuela para mostrarlo a todos los que desempeñaron un papel en su realización. “No sabían en qué viaje tan importante se estaban embarcando cuando aceptaron ser grabados”, dijo. 

De la gente amable que lo acogió, nadie se esperaba la extensión del proyecto en el que felizmente aceptaron participar. Compartir la película con todos los que garantizaron su realización es el último capítulo, “el final perfecto”, y su forma de agradecer.

¿El próximo proyecto? “Volver a Japón, mi país de origen, después de 10 años fuera”, indicó. Pronto saldrá un documental en realidad virtual sobre su país querido, y quién sabe a cuántas personas más conmoverá.

Por Gaia Neiman, especial para El Nacional.