Al acercarse el fin del 2021, tres migrantes venezolanas se reúnen en Granada, España, para hablar con El Nacional sobre sus miedos, esperanzas y aspiraciones para el año próximo.
Explorando las habituales festividades en el extranjero y cómo las vivieron, Ninoska Rujano recuerda con sentimientos encontrados el Día de La Chinita este 18 de noviembre: “Publiqué en todas partes que tenía un guayabo. Ese guayabo se llamaba Venezuela”.
Cuando le preguntaron qué aprendió este año, se detuvo a pensar: “He aprendido a vivir con el corazón partido. Una parte aquí en España, una parte en mi país natal”.
“Nosotros estamos aquí físicamente ‒continúa‒, “pero nuestro corazón sigue en Venezuela. Ya no piensas, sientes, razonas, sino te acostumbras a vivir con el teléfono en la mano, a las noticias, a si hay comida, a mandar las remesas. La solución no es traer a mi familia para acá, sino estar todos allí. Fin de año es compartir, y eso lo perdimos todos”.
“Hay nostalgia y añoranza porque se extraña lo que éramos y lo que vivíamos, pero lo pasamos como podemos”, aseguró Yusmary Meseguer Piña.
“De alguna manera tratamos de llevarlo y vivirlo. También es tiempo de alegría. Hay momentos en que bailas una zambomba y te integras. Es agridulce”, dijo.
La comunidad extranjera en Granada
Rossana Espinoza Bocchetti explica que los venezolanos de Granada llevan desde 2018 celebrando la Misa de La Chinita, donde participa toda la comunidad: “La vivimos muy de cerquita con el cura y él no deja que se festeje otro día. Caiga lo que caiga, todos sabemos que allí estamos celebrando y cantando con gaitas”.
Para algunos, es un día duro. “Yo estaba de capa caída”, dijo Rujano: “Todo se prepara para recibir a La Chinita, entonces en mi casa se ponía el arbolito, el pesebre. Es difícil que llegue la Navidad y que no tenga a mis seres queridos conmigo”.
“Fue como transportarme a mi país. Cuando los venezolanos hacemos fiestas en Granada no falta ni comida ni bebida, ni calor. Aguinaldos, salsa, merengue, bachata, hay un poco de todo”, dijo Meseguer.
“Verles las caras tan felices ‒continuó Espinoza‒ es conseguir un pedacito de casa. A fin de cuentas, eso llena el corazón y te da ganas de seguir luchando”.
Mejores deseos para el 2022
Meseguer confesó el anhelo de una reunión con amigos desperdigados por distintas partes del mundo: “Duele no tener a tu familia, no tener a la gente que te ama. Lo quieras o no, hay algo que se rompe por dentro. Hay algo que te hace ver que ya no están”.
“Ya no sé si se trata de volver, sino de estar unidos, cada uno con su núcleo, ya sea aquí o allá”, indicó Espinoza, que quiere que sus hijos conozcan Venezuela pero que sea con seguridad y sin miedo.
“Lo que peor llevo de estar aquí es que mis hijos sabrán que tienen tías y primos, pero solo son personas que conocen, no son parte de ellos. Yo crecía con esa unión, con esa identidad fuerte, pero no he podido lograr que mis hijos sientan lo mismo”, afirmó Rujano.
“Deseamos que podamos ver a nuestra patria con gobernantes dignos, con una verdadera democracia y no una disfrazada. Que vuelva la abundancia. Que en algún momento esta gente trabajadora podamos enaltecer y poner en práctica estos valores que hemos aprendido en el extranjero”, concluyó Meseguer.
Fuertes lazos nacionales
“A día de hoy, no me desvinculo de mi país. Lo amo y para mí es lo primero. Donde yo me pare soy venezolana a mucha honra y con muchísimo orgullo”, señaló Rujano.
“Solamente puedes ayudar cuando estás arriba”, dice: “En 2022, lo que toca es apretarse el pantalón y dejar a Venezuela en alto, porque nosotros somos sus estandartes donde estemos en el mundo. Cuando nos toque, tenemos que regresar a sumar, a reconstruir. Que el país no vuelva a ser igual, sino mejor que lo que fue”.