«Vayan a morirse en su casa». Esa es una de las tantas expresiones que reciben los pacientes con insuficiencia renal en Maracaibo, estado Zulia, de acuerdo con un informe de la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez).
En la publicación, Codhez denuncia que desde que comenzaron las restricciones para surtirse de gasolina, vigente en Zulia y Táchira, las dificultades para el traslado a los centros de diálisis han impedido el cumplimiento del tratamiento que les permite seguir con vida.
Además, reciben maltratos en las estaciones de servicio custodiadas por militares y policías.
«No hay un plan efectivo que se encargue del transporte de este grupo de personas en riesgo. Los buses dispuestos por la Alcaldía de Maracaibo circulan de forma esporádica. Tampoco tienen garantías de surtir el tanque de combustible de sus vehículos, solo tienen asegurados horas de espera, calor inclemente y ofensas de los funcionarios de seguridad», advierte Codhez.
De acuerdo con el registro de la comisión, 61 personas estaban siendo dializadas con regularidad en el Hospital Universitario de Maracaibo antes de la cuarentena.
Pero desde que se decretó la cuarentena, la falta de combustible ha sido uno de los mayores obstáculos que han enfrentado este grupo de personas para acceder a su tratamiento.
A pesar de que entre los eximidos de las limitaciones para surtirse de combustible está el personal de salud, los mismos médicos han denunciado que pasan un día entero en la ZODI Occidente para solicitar el permiso a las autoridades militares, pero estos no lo entregan.
Luis Morales, quien recibe diálisis desde hace 24 años, dijo que pasó dos días haciendo cola en la estación de servicio La Sibucara y pudo surtirse de 20 litros. En ese lapso faltó a una diálisis en el hospital.
«Nunca en mi vida había visto algo similar como lo que estamos viviendo: el maltrato de las autoridades en las estaciones de servicio, cuando nos niegan el combustible», dijo.
Morales recordó que un compañero se desmayó en una larga espera en una estación de servicio. La respuesta de uno de los guardias de turno fue: «Échenle 10 litros antes de que se muera aquí».
Otros pacientes se han visto en la necesidad de caminar desde sus hogares hasta el Hospital Universitario.
José Luis Tello, de 53 años de edad, usaba antes su carro para ir al centro de salud pero desde que se quedó sin gasolina tiene que caminar hacia la Circunvalación 2, cerca del Palacio de Eventos, desde donde toma un autobús de la alcaldía que lo aproxima hacia los predios de la Iglesia San Tarsicio, y de allí va caminando hacia el HUM.
Pero en ocasiones estos autobuses no trabajan, así que Tello debe abordar carros de transporte informal que le han cobrado hasta 100.000 bolívares por el trayecto hasta el hospital.
Por esos y otros casos, Codhez reiteró el exhorto a las autoridades para que garanticen el traslado de personas con enfermedades crónicas y que puedan cumplir su tratamiento.