Si ya era bastante opaca y compleja la situación de Venezuela, lo ocurrido en estos primeros días del 2021 ha logrado darles aún más fuerza a ambos calificativos.
A pesar del muy cuestionado proceso electoral que antecedió a su conformación, la nueva Asamblea Nacional fue instalada ayer con mayoría oficialista y con un discurso más hostil que conciliador de su nuevo presidente, Jorge Rodríguez.
“Reconciliación, sí, pero sin amnesia; perdón, sí, pero sin olvido. Hay crímenes que no pueden ser perdonados, hay crímenes que deben ser pagados”, exclamó. De esta manera, el chavismo asume el control de la única instancia del poder que no estaba bajo su dominio. A la luz de cómo se desarrolló la contienda para elegir a sus nuevos integrantes y de la manera como el oficialismo se ha quedado ya sin quien ejerza algún control –por lo menos simbólico– sobre sus acciones, cada vez es más claro que en el país vecino se encuentra bajo una dictadura.
De manera paralela, y en medio de disputas entre los movimientos que forman parte de la coalición opositora, Juan Guaidó llevó a cabo un evento simbólico virtual de instalación de una asamblea paralela para así conservar su actual condición de presidente del Legislativo y, como consecuencia de ello, encargado del país. Hay molestia entre sus antiguos aliados por haber sido excluidos del pequeño equipo –del cual forman parte la mesa directiva y representantes de las 21 comisiones permanentes– que conformará este cuerpo colegiado alternativo.
Y es que Guaidó vive días muy difíciles. Por un lado está el hecho de que a ojos del régimen ha perdido su condición de parlamentario, y con ella la inmunidad. Ahora es mayor el riesgo de que la justicia, también, desde luego, controlada por la revolución bolivariana, ponga sus ojos en él. Luego está el relevo en Estados Unidos, país que bajo el mandato de Donald Trump lo había reconocido y respaldado. Es una incógnita qué postura asumirá su sucesor, Joe Biden. Esta incertidumbre se puede ver también con la Unión Europea, próxima a revaluar si mantiene el reconocimiento, lo que Colombia hizo ayer.
También hay que contar las serias denuncias que publicó el pasado fin de semana The Washington Post sobre manejos irregulares de los activos pertenecientes al Estado venezolano, hoy bajo control de su gobierno interino. Como si todo lo anterior fuera poco, acudir a la calle, a protestas masivas, como lo había previsto, no es factible puesto que Venezuela también atraviesa por estos días un nuevo pico de la pandemia.
Con todo, en medio de la desazón y el pesimismo obvio al observar este panorama tan opuesto al deseado, esto es, uno en el que pueda haber diálogo entre las diferentes fuerzas para lograr trazar de manera conjunta un camino de salida a la crisis, brilla un tenue rayo de luz. Lo alimenta la posibilidad de que un nuevo escenario a nivel internacional logre el milagro de impulsar cambios que favorezcan ante todo a un pueblo que harto ha sufrido ya.
Quizás, ojalá, tenga asidero el lugar común que augura la salida del sol cuando más oscura se pone la noche.
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