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Un pedacito de Venezuela en Granada: “En mi casa se come dulce de lechosa, pan de jamón, pernil y ensalada de gallina”

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“En mi casa en España se come dulce de lechosa, torta negra, pan de jamón, pernil y ensalada de gallina; aquí no nos falta la gaita”, indicó Rossana Espinoza Bocchetti, que fue sorprendida por El Nacional realizando las tradicionales hallacas: “Entras en mi casa en Navidad y se te olvida dónde estás. Es un pedacito de Venezuela. Siempre hay puestos en mi mesa para los que quieran venir y tener ese pedacito de su país que de repente le haga falta”.

A más de 6.950 kilómetros de Caracas, las navidades son un tiempo de añoranza para los venezolanos en España. “En mi tierra vas paseando y sientes la Navidad, no porque ves la vidriera sino porque la gente siente la Navidad por dentro”, señaló Yusmary Meseguer Piña.

“Siempre recuerdo estar unidos en familia, compartiendo. Las avellanas y las nueces eran especiales y nunca faltaba su olor. Esa etapa de infancia era lo más bonito”, dijo Ninoska Rujano.

“¿Cuándo nos volveremos a reunir en una mesa, todos juntos? Nada es imposible, pero es algo que no creo factible nuevamente”, manifestó.

Venezuela

Ninoska Rujano y Rossana Espinoza

Recuerdos oscuros de Venezuela

“Lo que era la alegría de las navidades en Venezuela ya nos la habían robado hace mucho tiempo aún estando allí”, afirmó Rossana.

“Ir a un gaitazo ya era muy difícil y te lo pensabas dos veces por la inseguridad. Mi familia ya se había ido del país y faltaba todo ese ambiente animado. Cuando volé a España me encontré con mi madre y con mi hermano, y vi las navidades de otra manera”, explicó.

Pero pese a la alegría de la reunión familiar, Rossana contó que el primer año fue distinto: “Ya estábamos corriendo todos a casa para estar conectados vía internet con los que quedaban allá”.

Yusmary recordó con cariño la competencia entre las calles mejor adornadas de Venezuela, los jueces que seleccionaron con esmero la más creativa. “Una de las cosas que a mí me encantaba era salir al balcón y poder ver la cantidad de luces en las casas, el ánimo del pueblo”, lamentó Rossana: “La última vez que estuve las calles ya no eran lo mismo, la gente no se animaba a decorar”.

Recreación de lo perdido

“Vamos evolucionando con el transcurrir del tiempo y la llegada de tantos venezolanos”, menciona Yusmary, reflexionando sobre las fiestas en su nuevo hogar español. “Hemos tenido éxito con nuestra música, y menos mal que los granadinos son de sangre de baile y alegres de corazón. Eso ayuda a unirnos, pero escuchar una sevillana obviamente no va a ser igual que escuchar algo típico como el Burrito sabanero”.

Tras 23 años en España, Ninoska todavía no se acostumbra: “España para mi ha sido un país cálido en su recepción. Desde el primer momento me he sentido una hija adoptiva, amada y respetada, pero las navidades aquí son frías, y no solamente por el clima”, afirmó.

“Echo de menos el calor de mi país, el calor familiar, tirar pal río un 1 de enero, hacer un sancocho y compartir con los amigos”, dijo.

Aunque su esposo es español y toda su familia le ayuda a preparar la comida venezolana, Ninoska tiene claro que no sabe como en su país natal: “Sin duda nunca volverán a ser iguales las navidades, nunca jamás. Consigo hacer el ponche crema, pero siempre falta ese toque, ese sabor que ponía el calor del lugar. No lo siento igual”.

Yusmary Meseguer y Rossana Espinoza

Anécdotas favoritas

La añoranza por volver a vivir las navidades de adolescente en Venezuela parece la tónica general. Yusmary recuerda tener 16 años de edad y salir a ver las bandas de las escuelas militares: “Hacíamos algo que se llama el Amanecer gaitero, que es una tradición de las navidades de cada pueblo y el nuestro era fabuloso. En mi casa se escuchaba toda la música y nos reuníamos los que estudiábamos juntos”.

“De adolescente hacíamos las Misas de aguinaldo y salíamos todos los días”, contó Ninoska.

“Por la noche, hacíamos una caravana. Nos reuníamos todos en la plaza e íbamos caminando a la iglesia. Al salir de la misa se reventaba pólvora, nos daban bollitos rellenos de carne molida y chocolate caliente y a las 6:00 am cantábamos los aguinaldos. Fue maravilloso, sobre todo por el compartir, porque estabas con tu gente, echabas broma. Lo recuerdo con muchísimo cariño”, aseveró.

“El día 24 de diciembre íbamos a la Misa de gallo y las campanadas de la iglesia. Sonaban los cañones y hacían un disparo por cada cañonazo”, dijo Yusmary.

“Eran otros tiempos sin tanta delincuencia. Podías ir caminando a las 3:00 am descalzo a tu casa y no te pasaba nada”, agregó.

Lo añorado de Venezuela

Lo que sí recalcan las tres mujeres por parte de la comunidad venezolana en el exterior es la importancia del contacto familiar para seguir adelante: “Es mi motor, mi fortaleza”, dijo Yusmary.

“Todo lo que hemos añorado aquí hemos podido recrearlo”, explicó Rossana: “Tenemos las mesas llenas de amigos increíbles que nos acompañan desde hace tiempo. Me gusta que mis hijos se sientan en familia, no solo la familia de sangre, sino también la que hemos encontrado aquí, que hoy en día es grande y bonita. En mi nuevo hogar, el contacto familiar lo es todo”.

@_natashatinsley

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