Una sombra serpentea en las aguas turquesa de una playa en Venezuela, signo de la explosiva propagación de un coral blando del Indo-Pacífico en las costas del Caribe, considerada por especialistas una de las invasiones marinas más letales del mundo.
«Esto es una catástrofe ecológica», dice a la AFP el biólogo marino Juan Pedro Ruiz-Allais, director de Proyecto Unomia, quien lleva más de una década investigando este fenómeno.
Vistas de cerca, las colonias de este coral de tonos ocre y rosa recrean una danza surrealista cuyo ritmo es determinado por la dirección de las corrientes. Pero aunque no representan un peligro para los humanos, son nocivas para el medio ambiente.
Se cree que el invasor, que se aferra a seres vivos, rocas o lechos marinos destruyendo ecosistemas, fue introducido ilegalmente con fines comerciales en el Parque Nacional Mochima, un paradisíaco grupo de islas que abarca más de 94.000 hectáreas entre los estados Anzoátegui y Sucre (noreste).
Por su vistosidad, los corales blandos tienen usos ornamentales: un pólipo con alta capacidad para prosperar en acuarios puede venderse entre 80 y 120 dólares.
Cuando Ruiz-Allais lo descubrió en 2007, «era una especie desconocida en el Caribe, inclusive en el Atlántico», al punto que «nadie sabía de qué se trataba».
Con ayuda de la Universidad de Tel Aviv en Israel, se publicó un primer reporte científico en 2014. Primero se lo catalogó como un coral blando tipo Xenia (familia Xeniidae) y para 2021 se logró su identificación definitiva: Unomia stolonifera.
Este inquilino indeseable ha colonizado el equivalente a 300 estadios de fútbol en la costa del estado Anzoátegui (centro-norte), según estimaciones «conservadoras». Hallazgos más recientes lo ubican a unos 450 kilómetros de Mochima, en Valle Seco, una playa cercana a la población de Choroní, en el estado Aragua.
Además de Aragua, el desplazamiento del coral exótico, que viaja en redes pesqueras, anclas o lastres de embarcaciones, alcanza otras regiones.
«Es un gran colonizador, literalmente asfixia los arrecifes y los desaparece», comenta a la AFP Gustavo Carrasquel, director de la ONG Azul Ambientalistas, durante una visita a Valle Seco.
«Caso inédito»
Es «un caso inédito en el mundo», pues si bien hay especies invasoras en todo el planeta, «nunca había llegado tan lejos una invasión», afirma Mariano Oñoro, coordinador del Proyecto Unomia.
Para 2018, durante un monitoreo en Mochima, del lado de Anzoátegui, se constató que 16 de las 17 islas e islotes estaban colonizadas. El escenario no es muy distinto del lado de Sucre.
También hay reportes de la presencia de Unomia stolonifera en la reserva de Cuare, estado Falcón (noroeste), muy cerca de las islas de Aruba y Curazao.
La amenaza traspasa las fronteras de Venezuela: se han documentado corales blandos exóticos en aguas colombianas y brasileñas. En Brasil, por ejemplo, se dio una invasión de un coral blando en 2018 que llegó adherido a una plataforma petrolera, pero fue controlada.
Pero no hay registros de una invasión tan descomunal como la detectada en aguas venezolanas, apunta Oñoro.
«Un tema de Estado»
El Proyecto Unomia, una iniciativa de investigación científica financiada por fondos privados, ha planteado mecanismos de mitigación, entre ellos, una máquina desarrollada por un equipo de ingenieros que espera permisos del gobierno venezolano para ser puesta a prueba.
Pescadores y operadores turísticos preocupados por la expansión de la Unomia stolonifera han recurrido a la extracción manual, pero esto esparce fragmentos y da vida a nuevas colonias.
La magnitud es tal que su erradicación total es imposible. «Lo que sí podemos hacer es recuperar algunas zonas y controlarlo», aclara Oñoro.
Ruiz-Allais advierte que en el oriente de Venezuela, «las poblaciones de peces están disminuyendo drásticamente» por la muerte de arrecifes.
«Al morir el arrecife, al quedar tapizado por la Unomia stolonifera, ocurre una disrupción de la cadena alimenticia», explica. «Es un problema social, de seguridad alimentaria, y económico porque está comprometido el sustento de los pescadores».
El Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC) y el Ministerio de Ecosocialismo, que no respondieron a los llamados de la AFP, han realizado estudios, pero la burocracia y constantes cambios ministeriales han entorpecido los trabajos.
«Es un tema de Estado», remarca Ruiz-Allais. «Y es un problema que va a afectar al resto del Caribe».