Ronna Rísquez, periodista de investigación venezolana y autora del libro ‘Tren de Aragua’ conversó con El Comercio sobre cómo funciona la organización criminal transnacional del mismo nombre, que en los últimos años tomó relevancia en el mundo delictivo. Esta es dirigida por Héctor Rustherford Guerrero Flores, alias Niño Guerrero, quien desde el interior del penal de Tocorón, ubicado en el estado de Aragua, Venezuela, controla la mayoría de las operaciones a nivel regional y ha creado en el centro penitenciario una mansión llena de lujos.
—¿Cómo nació el Tren de Aragua?
—Nace en una prisión venezolana. Yo diría que hay varios elementos que se combinan para que de alguna manera se facilitara la creación de esta organización criminal. Estos como el abandono del sistema penitenciario que venía ocurriendo en Venezuela desde hace más de cuarenta años. Otra razón sería todo el contexto de violencia que se ha vivido en el país, sobre todo en los últimos 20 años donde ha predominado la impunidad y facilitó la formación de grupos armados, además del fácil acceso a armas de fuego. Entonces, digamos que se juntaron una serie de factores que posibilitaron el nacimiento de un grupo como el ‘Tren de Aragua’. En este caso, muy particularmente en una prisión.
—¿Con qué tipo de acciones criminales iniciaron sus labores?
—Parten controlando el penal de Tocorón, ubicado en el estado de Aragua, Venezuela. Es ahí donde tienen su base de operaciones. Una de las primeras actividades que tenían era el ‘cobro de causa’, que es una especie de cobro de impuesto (cupo) proveniente de una extorsión pequeña a toda la población penal del lugar. Esto les permite financiar las acciones de un mes o una semana de toda la organización criminal y de la propia prisión. Es una de sus principales fuentes de ingreso garantizada que les permite mantenerse y una de las primeras con las que incursionaron. Luego tomaron una variedad de delitos como el sicariato, secuestros, secuestros extorsivos de vehículos, estafas y extorsiones telefónicas. También la microcomercialización de drogas. Esos son algunos de los ilícitos con los que comienza la banda criminal.
—¿Se podría decir que con el pasar de los años, el principal delito que les genera ingresos es la trata de personas?
—Yo no sé si exactamente es el delito que les genera más ingresos, pero definitivamente es uno por el que apuestan con más fuerza y con el que se han instalado especialmente en Chile, Perú y Colombia. La trata es un ilícito que les ha permitido sentar bases y establecerse en estos países. En el caso de Chile, la versión que manejan las autoridades, es que cuando llega el grupo aún en la prostitución (que es legal) no existía la figura del proxeneta. El ‘Tren de Aragua’ identificó que no había eso y asumieron la función. Luego comenzaron a llevar a migrantes venezolanas (niñas, adolescentes, mujeres adultas) para ser explotadas sexualmente en ese país y también en Perú, por supuesto. El último es otro país donde tienen una presencia importante con la trata de mujeres.
—Por lo que describes, ¿en Venezuela aún operan bajo la extorsión?
—Sí, en Venezuela actúan bajo la extorsión. También están involucrados en trata, más que todo para el reclutamiento de las víctimas que van a llevar a otros países y que trasladan a otras zonas estratégicas dentro de la misma Venezuela.
—En el Perú, se detectaron las primeras luces de la organización vinculada a la trata de personas a través de los crímenes perpetrados por ‘Los Gallegos’, ¿qué tan importantes son las facciones para el funcionamiento internacional del Tren de Aragua?
—Los Gallegos no es una facción que se conociera que operara desde que ellos estaban en Venezuela. Yo empecé a escuchar de ellos cuando ya se hablaba en el exterior del país. En lo que pude indagar, pues no pertenecen completamente al Tren de Aragua sino que han tenido algún tipo de actividad u operación en alianza con la organización. Lo que sí ocurre es que generalmente la banda logra que grupos delictivos pequeños o menos poderosos, que actúan de manera independiente, finalmente terminen pegándose o sean absorbidos. Eso ha pasado en Venezuela y es muy posible que ellos traten de hacer algo similar fuera del país. También pueden accionar con otras organizaciones cuando lo necesitan para algo puntual, pero no necesariamente todas estas facciones son parte del Tren de Aragua.
—¿Entonces no todas le rinden cuentas al Niño Guerrero, quien es el líder más conocido?
—Sí, así es. No se podría decir que todas estas coaliciones le rinden cuentas al ‘Niño Guerrero’. Es decir, para que sean una facción, obviamente tienen que tener su aprobación para que hagan algún tipo de alianza con el Tren de Aragua. Pero, no es que ellos le comuniquen todo. Si tienen su agrupación para una acción determinada, como sería la trata, pues en eso se relacionan con él, más no para otras actividades.
—Volviendo al escenario desde donde opera el líder, en tu libro describes a la prisión de Tocorón como una mansión, algo inimaginable, ¿cómo fue ingresar a la cuna del hampa de Aragua?
—Fui varias veces para ver cómo era la dinámica, el acceso, la custodia, la vigilancia de los propios presos y conversé con gente que había ingresado antes para luego hacer como toda una especie de operación logística que garantizara mi seguridad para ver, por lo menos, cómo era por dentro. No podía escribir el libro y no haber ingresado a la prisión de Tocorón. No voy a decir que fue algo fácil, pero tampoco algo demasiado complicado. Yo dije que iba a visitar a una persona y entré como si fuera visita. Simplemente, seguí las reglas que me habían indicado. Dentro observé y conversé con la gente.
-¿Cuál es el perfil criminal de los integrantes del Tren de Aragua? ¿Existen niveles entre ellos?
—Dentro de la organización no hay menores de edad. Si bien son hombres jóvenes, son adultos. También tienen una estructura jerárquica bien definida que va en una forma piramidal desde los líderes hasta los lugartenientes, los luceros de la alta y baja, quienes son los que están debajo del pran. Hay varios pranes (líderes), el principal es el Niño Guerrero pero hay varios jefes a los que les llaman pranes aunque no tienen la jerarquía de él. Finalmente, están los gariteros, quienes se encargan no solo de la seguridad de la prisión, sino también de las operaciones que ellos tienen.
—¿Se podría decir que los integrantes más jóvenes e inexpertos han puesto en una situación de vulnerabilidad a la organización a propósito de su accionar criminal desmedido que les otorga mucha visibilidad?
Sí, pero no tenemos esa certeza. Es muy probable partiendo del hecho de que es un grupo que se cuida mucho de no ser muy evidente en ciertas acciones y que bueno, justamente eso lo ha ayudado en su expansión. Tampoco descartemos que en algunas ocasiones estas personas pueden recibir órdenes por situaciones puntuales, cuando necesitan dar un escarmiento a alguien que no cumplió sus reglas, cuando buscan demostrar a un competidor que ellos son los que mandan. Todas esas consideraciones son importantes, es decir, si bien es posible que estos jóvenes en algunas ocasiones se salgan del control y reglas de la organización, también podría ser por una orden.
—En Perú, durante estos últimos dos años, la Policía Nacional del Perú ha capturado a las principales cabezas de la organización. Esto ha generado una crisis y silencio criminal entre las facciones, ¿sería posible que envíen a más líderes para retomar el control delictivo?
—Si ellos consideran que tienen una plaza importante allí y le generan una renta, es muy probable que lo hagan porque básicamente lo más fundamental para ellos es el negocio. Por ejemplo, en el caso de la trata con fines de explotación sexual, si buscan seguir controlando pues lo más posible es que traten de mantener esa actividad.
Los sicarios que llegaron al país, según pericias policiales, destacaron por ser altamente violentos y sanguinarios. ¿Crees que el estar lejos de la cabeza del Tren de Aragua les dio una especie de libertad criminal para delinquir sin límites ni metas ilegales?
Es muy probable. Cuando actúan, generalmente es por órdenes de los superiores. Esto no tiene que ser necesariamente desde la prisión de Tocorón, pero puede ser alguien que pueda ser su superior inmediato y accionan bajo ese mandato, en el caso de los sicarios. No obstante, siempre está la posibilidad de que alguno se salga del carril: que no acate o pase por encima de las indicaciones y delinca de una manera independiente. Eso puede ocurrir y ha pasado dentro de la organización. Les ha pasado que alguno de sus integrantes, desde el punto de vista de la violencia, son incontrolables.
—En el territorio peruano, el Tren de Aragua encontró dentro de la informalidad un espacio perfecto para incrustarse con las extorsiones, sicariato, entre otros delitos. ¿Qué falencias ves en nuestro país y en otros de la región que favorecen a la proliferación de la banda?
—Yo creo que la principal cosa, ojo, yo no conozco el detalle de la seguridad ciudadana en Perú ni cómo operan los cuerpos de seguridad ni cuáles son las políticas que tiene el gobierno y estado peruano, pero creo que hay un elemento clave y es el de la cooperación internacional. O sea, para combatir el crimen organizado es necesario el trabajo internacional e intercambio de información entre cuerpos de seguridad. Eso es un elemento determinante y, por supuesto, también el tener políticas de seguridad que sean realistas y que se adapten a las circunstancias actuales porque muchas veces nos quedamos en la idea de que “bueno, en este país no pasaba esto”. Sí, pero ahora está pasando y no solo ahí, sino en otros países. Ecuador tenía una de las tasas más bajas de homicidios de la región y ahora vemos lo que ha sucedido en apenas siete años. Las políticas de seguridad se deben ir actualizando y adaptando a las circunstancias del momento y eso es algo que no sé si muchas veces todos los gobiernos lo tienen en cuenta.
—¿Cómo es posible que se organicen y desplacen muy rápido al interior de los países de Latinoamérica si su líder está en el penal de Tocorón? ¿Cómo el Tren de Aragua ha desarrollado y perfeccionado su labor delictiva a lo largo de estos últimos años?
—Yo diría que ellos tienen varias habilidades o características que son muy particulares. Una de ellas es su capacidad de adaptación para sobrevivir. Ellos, en los mercados que llegan, miran y analizan en qué negocio pueden involucrarse y participar dentro de ese territorio. Además, son buenos negociadores. Otro indicador es que tienen un gran portafolio criminal que les permite dedicarse a diversos delitos.
—En ese sentido de diversificación, ¿se podría decir que los Mara Salvatrucha de El Salvador inspiraron al Tren de Aragua para desarrollar sus acciones delictivas multipropósito?
—La verdad es que no creo que tengan ningún tipo de vínculo en la cultura criminal. Yo creo que ellos solo han llegado a desarrollar su modelo y por supuesto habrá alguna influencia por algunos tipos de casos que se vieron en Venezuela pero toda esta historia de las Maras en Centroamérica no ha sido algo tan conocido. No creo que sea esa la figura criminal que los haya influido. Si hay algún tipo de influencia puede ser de grupos de Colombia, Brasil.
—¿Sobre los colombianos se refiere a los cárteles de droga y su modus operandi?
—Tendría que ver con los delitos a los que se dedican. Tengo entendido que ahora en el Perú están involucrándose en el ‘gota a gota’ y este es un delito que nació en Colombia. Entonces me llama la atención eso, que el Tren de Aragua ejecute este delito incluso siendo uno que en Venezuela no existe.
—¿Cuáles podrían ser las razones detrás de la decisión del Tren de Aragua en expandirse hacia el Perú? ¿Sería únicamente esta línea de migración forzosa de la cual ellos quisieron aprovecharse con la trata de personas?
—Yo no creo que únicamente sea la trata de personas. Perú es uno de los destinos que siguen los inmigrantes venezolanos de los que ellos se aprovechan y extorsionan. El Tren de Aragua se ha dedicado a este delito del tráfico de migrantes. Entonces para ellos fue casi necesario tener una operación en el territorio peruano. Luego también identificaron que la explotación sexual era rentable, por eso es que también entraron con eso en el país. Van sopesando dónde hay oportunidades de negocio.
—En términos de modus operandi, ¿cómo difiere la forma en que el Tren de Aragua lleva a cabo la extorsión en el Perú en comparación con sus operaciones en Venezuela u otros lugares?
—Creo que no difiere, en general son similares simplemente como todas las extorsiones: una amenaza que puede ser por distintas vías y de esa manera someten a la persona. En el caso de los comercios a los que les cobran vacuna (cupo) permanentemente, pues también establecen códigos de amenazas. Ofrecen supuestas ventas de seguridad a cambio de dinero (método extorsivo). Son prácticas similares en los países donde están. Así lo hacen en Venezuela, Chile, en general. Yo diría que la única diferencia es que las versiones que están manejando en Chile, es que están involucrados en el préstamo ‘gota a gota’. Esto sí es una práctica diferente.
—¿Qué papel juega la corrupción y la infiltración en las instituciones en la expansión y operaciones del Tren de Aragua en el Perú?
—El hecho de que ellos puedan tener gente que hayan captado dentro de instituciones oficiales, en el caso de Venezuela en los tribunales, los sistemas de emergencia médica, entre otros, el que tengan contactos en todas estas instancias es clave para ellos y sus operaciones. Esto los ayuda, les facilita las acciones, los mantiene informados. Les pasan datos de gente, movimientos. Los mantiene alerta sobre las acciones de la policía cuando están persiguiéndolos. También los ayuda en cuanto a la posibilidad de manejar sus delitos con más facilidades.
Para mi es obvio que deben tener algún tipo de acuerdo o vínculo con funcionarios de seguridad fronterizos en las distintas fronteras donde ellos tienen operación. Tengo el conocimiento del caso donde personas que se han movilizado desde Venezuela hasta Chile sin documentos de identidad y han pasado todas estas fronteras en servicios que presta el Tren de Aragua como si fuera una agencia de viaje, entonces cómo pueden hacer esto y nadie los detiene.
En Chile ya hay casos registrados de funcionarios que entregaban celulares y otro tipo de material que no debía estar en las prisiones a los miembros del Tren de Aragua que están cumpliendo condena. También el caso de Colombia, de las detenciones que se hizo para desmantelar una de las redes del tren, pues estaba involucrado un funcionario de la policía de Bogotá.
—Yendo a una mirada hacia la región y la presencia de la criminalidad transnacional, ¿cuán preocupantes son las ramificaciones del narcotráfico desde México y Colombia hacia América Latina?
—El mejor ejemplo de cuán preocupante puede ser, lo estamos viendo en estos momentos en Ecuador. No sabemos exactamente quién asesinó al candidato presidencial y periodista, pero lo que sí se conoce es que existe una guerra entre grupos. El crimen organizado tiene una presencia impresionante en Ecuador y existe una guerra que no comenzó ahora. La versión es que son grupos de narcotraficantes, los dos carteles mexicanos más poderosos en estos momentos: El Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación, tienen una lucha por el control de los mercados y los puertos del país para mover la droga. En dicho conflicto se han incorporado grupos locales que están aliados por partes a los carteles.
El crimen organizado no tiene fronteras, no tiene nacionalidad. Entonces hablar de los grupos mexicanos, colombianos, venezolanos, eso creo que en estos momentos cada vez pierde más sentido porque lo que vemos en estas alianzas y trabajos -como si se integraran en una sola mafia- nos damos cuenta que no importa de dónde sean, son capaces de trabajar juntos para lograr un objetivo que en este caso es el narcotráfico y el crimen.
Creo que los gobiernos y los Estados deben trabajar en cooperación. Una gran debilidad para el combate del crimen organizado ha sido la falta de eso: el intercambio y actuación entre los diferentes organismos de seguridad de los países de la región. Yo creo que es un elemento clave en estos momentos (…) No se trata del Tren de Aragua, del Cártel Jalisco o el Cártel de Sinaloa, es una situación que está abarcando toda la región y debemos verla de otra manera.
—¿Hay el riesgo de lazos y vínculos entre estos grupos ligados al narcotráfico con bandas como el Tren de Aragua? ¿El efecto contagio es otro de los males?
—La versión que manejo es que el grupo Los Choneros, de Ecuador, que es uno vinculado/aliado del Cártel de Sinaloa, tiene también dentro de su estructura una facción del Tren de Aragua. Ellos entraron en la frontera entre Colombia y Ecuador. Ahí estuvieron operando con extorsiones y con los delitos que generalmente están relacionados con los migrantes como el tráfico, comercialización de droga en baja escala, ese tipo de cosas pero no tengo más detalles.
—Ecuador está conmocionado por el asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio. ¿Ha perdido este país la batalla contra los llamados grupos de delincuencia organizada (GDO)?
—Yo nunca soy de absolutismos. Yo no creo que Ecuador haya perdido la batalla porque justamente -insisto- hay que ver esto desde una perspectiva regional e incluso, a lo mejor, mundial. Si Ecuador perdió la batalla, la podemos perder todos en la región. No lo veo en ese ángulo. El país está pasando por un momento muy complejo que han pasado otros países con presencia de crimen organizado. Son grupos que se están disputando el control de un territorio, no existe uno que domine y generalmente esto provoca una violencia aterradora como la que vemos actualmente. No es algo que no se haya visto en México, en Brasil, en Centroamérica y obviamente en Colombia.
El caso de Ecuador se debe analizar con todas las variables posibles para entender lo que está pasando, cómo logró el crimen organizado instalarse en ese país y luego de tener claro eso habría que empezar a pensar en cuáles son las acciones que deben tomarse.