«¡Nos robaron!», exclama Jenny mientras espera que un enjambre de autos, camiones de carga a reventar de gente y motocicletas inicie la caravana del cierre de campaña de la oposición en Barinas, estado natal del fallecido presidente Hugo Chávez.
Allí, el domingo, volverá a votarse por gobernador tras la anulación de unas elecciones en las que los conteos daban ventaja, pequeña, pero ventaja después de todo, al principal candidato opositor.
«Uno se siente mal, porque íbamos ganando y nos robaron», dice a la AFP Jenny Avendaño, barinesa de 40 años que sufre la crisis de Venezuela, un ponzoñoso cóctel de inflación y recesión que envenenó la economía. Uno de sus tres hijos emigró a Perú.
Ser cuna de Chávez no fue antídoto para esta región ganadera y agrícola de 870.000 habitantes que el gobierno del socialista Nicolás Maduro asume como un bastión, pero que tiene problemas severos con servicios públicos como electricidad y agua, así como escasez de combustible.
«Ordeño mis vaquitas, saco la lechita, hago el quesito y no me queda para comprar la gasolina», dice Ángel Gil, productor agropecuario de 52 años. «Son como los caribes (pirañas), puro comer ellos solos», remata.
Temor a represalias
Según sondeos de diciembre de la encuestadora privada Delphos, 75% de los barineses considera negativa la situación en este estado, gobernado desde 1998 por familiares del fallecido presidente socialista.
Y en medio de ese descontento, hay temor a represalias. «No me grabes, tengo mi finquita y después lo andan buscando a uno», pide al equipo de la AFP un agricultor.
Entre el estruendo de la música y el toque de cornetas de la caravana que recorrió el jueves la ciudad de Barinas -capital estadal-, Jenny cuenta que gana 10 dólares semanales que «no alcanzan para nada» como recepcionista en un hotel, con turnos de 12 horas diarias.
Poco después llega en moto al punto de partida Sergio Garrido, quien el domingo enfrentará a Jorge Arreaza, exvicepresidente, excanciller y… exesposo de una hija de Chávez, con quien tuvo al primero de los nietos del exgobernante. Ni Garrido ni Arreaza fueron postulados en las regionales del 21 de noviembre.
Ese día, la dinastía del chavismo en la gobernación fue amenazada.
El opositor Freddy Superlano comandaba el conteo y reclamaba la victoria cuando el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) ordenó repetir los comicios, alegando que el dirigente estaba inhabilitado por investigaciones judiciales.
La sentencia reconocía que las proyecciones daban 37,60% de los votos a Superlano y 37,21% a Argenis Chávez, hermano del expresidente y aspirante a la reelección, quien renunció tras la debacle.
¿Todopoderoso?
«Barinas se levanta con Sergio Garrido», suena por parlantes una canción en la caravana, aunque el panorama es difícil, reconoce el propio Garrido.
«Los Chávez y el PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) creen que son los dueños de Barinas, que es su finca», dice este hombre de 54 años en una entrevista con la AFP, en la que denuncia «uso y abuso» de recursos del Estado para favorecer a Arreaza.
A pocos metros del lugar de arranque de la caravana opositora, una tarima gigante al estilo de concierto de rock recibe el cierre de campaña chavista.
Ha valido todo en la campaña oficial: Arreaza despacha desde la sede del gobierno y llegó a inaugurar obras públicas.
La oposición lanzó en sustitución de Superlano a su esposa, Aurora Silva, pero también fue inhabilitada. Corrió la misma suerte el siguiente en la lista, su copartidario Julio César Reyes. Garrido, electo para el Consejo Legislativo local, fue la cuarta opción.
El director de Delphos, Félix Seijas, subraya que un triunfo de la oposición está cuesta arriba y que lo sucedido en noviembre puede «inhibir» a sus votantes.
«El gobierno está haciendo todo lo posible para ganar Barinas» en un año en el que la oposición podría aspirar a un referendo para revocar el mandato de Maduro.
«No pueden permitir un triunfo opositor en un estado muy importante para el chavismo, porque alimentaría una narrativa de que el chavismo no es todopoderoso»