1. Es cierto, Maduro teme a las decisiones de la Casa Blanca y de Estados Unidos en general. A lo que no le teme definitivamente es a una oposición dividida, desarticulada, sin ideas claras y vulnerable a financiamientos que mediatizan sus decisiones.
2. Sin embargo, a lo que más teme Maduro no es a Trump (pues sabe que hay una carta que difícilmente se ponga sobre la mesa). El mayor temor de Miraflores es la crisis devastadora e inmanejable que ya tiene encima como consecuencia de la pandemia, sumada además a las cinco megacrisis que viene arrastrando la nación desde hace años.
3. Venezuela es un caos total. Maduro teme perder el control de una crisis que puede llegar a ser su derrotero, quedando el país en manos de los demonios.
4. El gobierno chavista no tiene (ni tendrá jamás bajo los lineamientos actuales) recursos económicos ni financieros para reactivar al país. Eso lo sabe Maduro. Estamos hablando de más de 50 mil millones de dólares (cifra moderada) que se requieren para reconstruir PDVSA, el sector eléctrico, agua potable, sistemas de salud y educación. La destrucción ha sido casi total.
5. PSVSA se ha convertido en un cangrejo, un verdadero chicharrón para el gobierno de Maduro. La industria petrolera venezolana ya ni siquiera es garantía fiable para ninguna línea de crédito internacional. El gobierno tampoco cuenta con una gerencia política competente, y la administración está altamente signada por la corrupción.
6. Con la estrategia basada en el juego duro Maduro no llegará a ningún lado. Esta obsoleta estrategia leninista es totalmente inútil para enfrentar los tiempos por venir. Necesita liberar con urgencia el juego trancado. El indulto reciente a 110 políticos sancionados y presos, el retorno de algunos partidos “judicialízados” a sus anteriores autoridades, es un buen indicio pero no es suficiente.
7. Maduro necesita dar más virajes. Lo primero que debe hacer es admitir que sus estrategias no han funcionado, y que hay un límite ético que no debe violar jamás. Ninguna ideología ni proyecto político pueden justificar la ruina y el sufrimiento de millones de seres humanos. Ninguna. Así de simple. Es hora de pensarlo bien.
8. Sé que en todos los niveles del chavismo (civil y militar) existe mucha preocupación con el desenlace del proyecto inaugurado por Hugo Chávez hace 22 años. Jamás imaginaron que esto terminaría con la ruina total del país (incluyendo la ruina de la mayoría absoluta de los 3.7 millones de venezolanos que aún se auto definen como chavistas).
9. Todos, absolutamente todos los chavistas están conscientes de la necesidad de cambios importantes. Pero padecen del mismo síndrome opositor: terror a la extorsión de la minoría extremista, y no saber cómo enfrentar el cambio. En realidad nunca se prepararon para ello. La arrogancia nacida de un férreo poder político y militar no dejaba espacio para escenarios de cambios.
10. El chavismo gobernante ya no puede seguir endosando las culpas de la crisis a las presiones de la comunidad internacional. Pues hasta las sanciones internacionales que hoy vemos activadas siempre formaron parte del proyecto original de Chávez.
11. La confrontación con los Estados Unidos es parte sustancial de la narrativa política del chavismo. Por tanto, no hay espacio para la queja ¿O es que pensaron que la guerra declarada por Chávez (apenas llegó al poder en 1999) contra “el imperialismo yanqui y la oligarquía capitalista” no traería consecuencias? Quien siembra vientos cosecha tempestades. Es ley de vida.
12. Hoy, Nicolás Maduro (y todo el chavismo gobernante) están obligados a dar un gran viraje a dos asuntos clave: la política y la economía. Ambos virajes deben ir en paralelo. Un desenlace político que no contemple una solución a la crisis económica es una farsa y un engaño al país.
13. En tal sentido, es necesario sepultar definitivamente la tesis de la confrontación radical para resolver los problemas del país. En 22 años ésta ha generado cero resultados para ambos bloques políticos. La oposición no logró derrocar a Chávez ni a Maduro, y el chavismo no logró construir una sociedad exitosa, es decir, fracasó como gobierno y como proyecto político. Tiempo perdido.
14. Persistir en la ruta de la confrontación radical hundirá más al país, al gobierno y a la oposición de manera simultánea. En esas condiciones, Venezuela no sirve a ningún proyecto político. Ninguno.
15. Bajo escenarios de conflictos e inestabilidad social y política, a Venezuela no llegará ningún inversionista privado (nacional e internacional), los únicos que podrán aportar los recursos que necesita el país para la reconstrucción.
16. Este es el argumento de mayor peso para buscar una salida negociada a la crisis venezolana. Sobran en consecuencia los análisis acerca de la factibilidad de una derrota militar del chavismo. Es obligatorio insistir en una salida pacífica.
17. Como consecuencia de todo lo anterior, es necesario rescatar la Ruta Electoral, la cual va más allá de unas simples elecciones parlamentarias el 6D. Una apertura franca y confiable de la ruta electoral es lo único que puede forzar a la oposición a revisar (y quizás desistir) el “Cese a la Usurpación”, y es lo único que podrá crear las condiciones adecuadas para la reconstrucción del país (lo que tanto necesita Maduro para ser presidente de un gobierno y un país funcionales). Tan sencillo como eso.
18. Si el foco de Maduro es realizar elecciones parlamentarias (a troche y moche) el 6D para sacar del juego a Juan Guaidó el 5 de enero, entonces no está comprendiendo nada acerca de la dimensión de la crisis por venir, y también de lo que más conviene al país y a su propio gobierno.
19. Convertir el 6D en una fecha inamovible atenta contra el propósito central de todo el país, el cual no es otro que retomar la ruta electoral como canal fundamental para el desenlace político a la crisis venezolana. Esta es la llave maestra para hacer cambiar de opinión a la comunidad internacional que está enfrentada al gobierno de
Maduro, pero -lo más importante- coloca en dimensión constructiva la crisis política del país. Son dos objetivos clave.
20. Si se posponen las elecciones para el primer trimestre del próximo año, garantizando así la observación internacional y una mayor participación, Nicolás Maduro obtendrá una inmensa victoria política (lo que más le interesa para liberar el juego), aun cuando no obtenga una victoria electoral contundente, o inclusive salga derrotado.
21. Lo que sí está claro es que si la oposición vuelve a ganar las elecciones parlamentarias jamás debe ocurrírsele volver a poner la Asamblea Nacional al servicio de aventuras políticas (las amargas e inútiles experiencias pasadas deben servir de algo), ni tampoco cometerán el pecado capital de derrochar el poder tangible que representan muchas gobernaciones y alcaldías (las cuales deben ir a elecciones el próximo año). Sólo los necios no aprenden.
Mañana: “Lo que los chinos susurran a Maduro”
*Jesús Seguías es presidente de Datincorp. Consultor político.