La vida de José Gregorio Labarca Urdaneta y su madre, Katiuska Marlene Urdaneta, de 53 años, cambió dramáticamente luego de que el joven de solo 27 años fue víctima de un atraco mientras esperaba un bus del Servicio Integrado de Transporte Público (Sitp) el 29 de agosto de 2021.
Foto: El Tiempo

La vida de José Gregorio Labarca Urdaneta y su madre, Katiuska Marlene Urdaneta, de 53 años de edad, cambió dramáticamente luego de que el joven de solo 27 años fue víctima de un atraco mientras esperaba un bus del Servicio Integrado de Transporte Público (Sitp) el 29 de agosto de 2021.

“Aún recuerdo ese día. Fue terrible, una pesadilla. Le dieron toda clase de golpes en la cabeza. Le ocasionaron nueve fracturas. Su diagnóstico fue traumatismo craneoencefálico. Ahora está postrado en una cama día y noche. No habla, no se mueve. De sus atacantes no se sabe nada”.

Desde el día de la tragedia, esta mujer permanece sola, encerrada entre cuatro paredes, con su hijo convaleciente. “Imaginen mi situación. Yo estoy sola con él, en esta ciudad que no es la mía, con mi país de origen, Venezuela, con unos problemas gravísimos. Para terminar, tengo problemas con la Empresa de Medicina Prepagada (EPS) Capital Salud para el traslado de mi hijo a las consultas médicas. No entienden que él no se puede mover”.

Ella no tiene ni el dinero ni las fuerzas para llevarlo a un sitio externo, ya debe dos meses de arriendo de la pieza en donde vive, en el barrio La Estrella, en Teusaquillo. “Paso las 24 horas del día aquí, desesperada, viéndolo así. Yo no quiero que se me muera. Es mi único varón. Tenía solo 27 años y toda una vida por delante. Se la destruyeron en un momento. Por favor, ayúdenme”.

Dice que su sueño era irse con su hijo a Santiago de Chile, donde ella residió durante cinco años. “No me lo había podido llevar porque mi hijo no tiene pasaporte. Allá está mi hija mayor con mis nietos. Para nadie es un secreto lo que mi país está pasando. Si lo llevo a Venezuela, allá se me muere”.

Del atraco no tiene más detalles, pues José no ha podido recuperar el habla y, por ende, no ha podido relatar los detalles del ataque. Katiuska sobrevive gracias al poco dinero que le puede enviar su hija desde Chile. “El problema es que yo no puedo trabajar porque tengo que estar cada segundo con mi hijo enfermo. Yo le hago todas sus curaciones. Todo. Solo quiero poder estar en Chile, con mi hija. Juntas, quizás, las cosas pueden mejorar”.


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