El paracaidista venezolano Alberto Winckelmann Fernández dio su último salto en Jebel Jais, la montaña más alta de los Emiratos Árabes Unidos. En ese pico, en el emirato Ras Al Khaimah, y a casi 2.000 metros de altura sobre el nivel del mar, tuvo un accidente el martes 22 de febrero en el que perdió la vida.
Estando de vacaciones en Dubái viajó a ese lugar, reconocido por sus impresionantes vistas y porque se practican deportes extremos, para hacer un salto BASE, que consiste en saltar desde edificios, antenas, puentes y acantilados.
Giancarlo Trimarchi y Alexander Hamilton, amigos del instructor, contaron a El Nacional que Alberto falleció al chocar contra la montaña. El paracaídas, al abrirlo, había dado un giro brusco de 180 grados, les informaron dos fuentes importantes que tuvieron comunicación con las personas que estaban en el momento del suceso.
“Cayó chocando varias veces hasta que llegó al piso”, señaló Trimarchi.
Murió haciendo lo que amaba
Alberto Winckelmann comenzó a saltar desde los 17 años de edad. Sus compañeros afirmaron que tenía muchos proyectos en mente, más elaborados y profesionales. Contaba con récords nacionales e internacionales. En Venezuela saltó nueve veces del Salto Ángel, en el parque nacional Canaima, convirtiéndose en la persona que más veces había asumido ese reto, y con más acrobacias.
También hizo un salto BASE desde una cabina del sistema teleférico Mukumbarí, en el estado Mérida, y otro desde el puente sobre el lago de Maracaibo, en el estado Zulia, desde una camioneta pick-up en movimiento a 100 kilómetros por hora.
El paracaidista, de acuerdo con sus amigos, siempre pensó en hacer un proyecto nunca antes desarrollado en el país. “Murió haciendo lo que amaba”, afirmaron. Aunque se dedicó principalmente al aire, como paracaidista y saltador BASE, también fue actor de Hollywood, doble de acción, modelo y bailarín.
“Era un genio. Una persona brillante con elevados niveles de inteligencia espacial, interpersonal, lingüística-verbal y corporal-kinestésica. Tenía esas características de persona genio que era querida por muchos y, a la vez, entendida por pocos. Siempre fue muy directo y sincero en su manera de ser. No dejaba de comunicar su pensar y le encantaba ayudar a que fuéramos mejores”, manifestaron.
En los últimos 17 años, Alberto formó parte del equipo de Skydive Caribbean, dirigida por el paracaidista profesional Giancarlo Trimarchi, en el aeropuerto de Higuerote, en el estado Miranda.
“Hacer las cosas bien hechas”
“Lo recuerdo como una persona que siempre estaba pendiente de la seguridad. Le gustaba hacer las cosas bien hechas. Seguía las reglas al pie de la letra cuando se trataba de instrucción. Siempre vestía impecable a nivel técnico paracaidista y se preparaba correctamente para los saltos”, expresó.
Trimarchi lo describió como una persona puntual, educada, preparada y con amplia experiencia. Su trabajo, dijo, era intachable.
“Fue un gran instructor de paracaidismo que nos enseñó mucho sobre seguridad y de hacer las cosas bien en un deporte de alto riesgo. Su personalidad era única. Era una persona divertida y muy graciosa y a la vez sincero, sin filtro y directo. Cosa que algunas personas no saben digerir. Era creativo y extremadamente valiente”, agregó.
El director de Skydive dijo que el paracaidista se enfrentaba a los retos con disciplina, trabajo fuerte y dedicado. “Quería siempre estar preparado para todo antes de que se lo pidieran. Demostraba responsabilidad, dedicación y profesionalismo”, subrayó.
“Impulsaba el paracaidismo”
Alberto Winckelmann también desarrollaba proyectos de paracaidismo complejos y era asesor de proyectos y de preparación de la brigada paracaidista de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Elaboró manuales de operaciones tácticas de paracaidismo militar de saltos HALO (high altitude, low opening) con oxigeno para el ascenso y el descenso a más de 30.000 pies de altura, y LALO (low altitude, low opening).
“Se dedicaba a impulsar el paracaidismo en Venezuela y lograr que fuéramos unos representantes mundiales del deporte. Siempre trataba de avanzar y lograr metas nuevas, tanto personales como para su país”, expresó Trimarchi.
“Él inventó una palabra que, por sus siglas, significa limpieza, orden y mantenimiento (LOM). Donde sea que llegara le explicaba a las personas que la limpieza, el orden y el mantenimiento eran esenciales para cualquier proyecto, organización y hogar. También decía mucho la palabra ‘joven’ para dirigirse a los demás paracaidistas, ya que él también era el mayor de los instructores y el de más años de experiencia; y siempre nos recordaba la importancia de la seguridad. ‘Joven… seguridad’, nos decía”, recordó.
Hamilton trabajó como camarógrafo en cientos de saltos de Alberto.
“Recuerdo, en particular, un salto de diversión que hicimos en Los Roques, donde justo antes de saltar del avión me pidió que sonriera, disfrutara mi momento y apreciara el presente, que disfrutara de la vista. Que recordara lo afortunado que éramos de poder hacer lo que estábamos haciendo”, manifestó.