Roberto Palacios no se imaginaba la magnitud de la tragedia hasta que vio con sus propios ojos cómo comunidades enteras habían sido arrasadas por el deslave ocurrido el pasado sábado 8 de octubre en Las Tejerías, estado Aragua. Este joven contador vive en una comunidad cercana, pero desde hace varios años trabaja en el pueblo. Cuando se enteró de lo sucedido no dudó en apoyar. Desde el primer día se dedicó, junto a vecinos y autoridades, a tratar de localizar a todos los sobrevivientes posibles e incluso a recuperar los cuerpos de algunos de los 54 fallecidos que suman hasta el momento, según cifras oficiales.
Aunque los trabajos en la zona son arduos y sin descanso, para Palacios no es ningún sacrificio ofrecer una mano a quienes lo necesitan. «Tengo las manos lastimadas de remover escombros y es verdaderamente agotador. Pero todo sea por ayudar a los hermanos que la están pasando mal. Es un pequeño grano de arena que podemos aportar», dice mientras se encamina con un grupo de personas pertenecientes a una Iglesia evangélica a hacer entrega de donativos a algunas de las comunidades más alejadas de Las Tejerías.
Pese a lo complicado que es transitar por la zona debido a la gran cantidad de rocas, escombros y pantano, este grupo se encamina con bolsas de ropa y alimentos sobre sus hombros. Están contentos de poder brindar apoyo a los perjudicados por la tragedia.
Palacios confiesa que lo más difícil ha sido estar presente durante la recuperación de los cuerpos. «Es muy duro. Algunos de los primeros fallecidos que encontramos eran niños, a otros les faltaban miembros. De verdad es sumamente duro ver eso», señala al relatar parte de lo que fueron las primeras horas después del deslave.
A medida que Palacios y el resto de sus compañeros avanzan, niños y adultos se acercan a ellos para recibir ropa, alimentos no perecederos, agua y artículos de higiene personal. En sus rostros hay una mezcla de vergüenza y agradecimiento. «Dios los bendiga», les dicen algunos con una sonrisa tímida.
Pero el grupo de Palacios no es el único que ha estado dispuesto a colaborar. Desde todo el país organizaciones, iglesias, autoridades y sociedad civil han realizado donativos, y muchos de ellos se han acercado personalmente a Las Tejerías, pese a las trabas que han impuesto las autoridades para ingresar las ayudas.
En la alcabala localizada en el parador de Guayas, funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) tienen órdenes de no dejar ingresar ningún vehículo, incluyendo los que transportan ayuda humanitaria. Pero esto no ha detenido a los miembros de clubes de vehículos todo terreno y motorizados, quienes se aventuran por una vía alterna de difícil acceso para movilizar toneladas de enseres básicos.
Otros toman las donaciones y caminan con ellas aproximadamente 2,5 kilómetros hasta llegar al pueblo. Desde allí se distribuyen hacia todas las comunidades, con el objetivo de llevar la ayuda a la mayor cantidad de personas posibles.
En toda Las Tejerías puede verse a estos hombres, mujeres e incluso niños haciendo entrega no solo de prendas de vestir o hidratación, también de comidas ya elaboradas. «Sabemos que muchos no pueden ni tienen con qué cocinar, así que les traemos los platos ya listos. La idea es que no dejen de alimentarse», dice una mujer mientras reparte una serie de almuerzos entre habitantes del barrio Libertador.
Pero lo complicado del acceso hacia ciertas zonas hace difícil llevar la ayuda hasta todos los rincones. La fuerza del agua se llevó las vías que unían las comunidades rurales montañosas de Angelinos, Valle Grande y Castor Nieves, afectando a unas 200 familias.
Hacia estas comunidades sólo quedó una especie de trocha que no es apta para vehículos. Únicamente tienen acceso motos y con mucho riesgo, ya que hay desfiladeros y espacios muy angostos. Sin embargo, grupos de motorizados se han organizado para poder trasladar hasta estos lugares todos los insumos que llegan a los centros de acopio de todo el país.
Las autoridades también han dispuesto de helicópteros que llegan a un punto alto en la montaña, donde descargan los enseres, los cuales son llevados a pie o en las motos. También hacen lanzamiento de los insumos con ayuda de paracaídas.
«Yo les pido que se dejen ayudar. Estamos aquí para traerles todo lo que necesitan para hacer más llevadera esta tragedia. Acérquense a nosotros, solo queremos ayudar», dice una de las voluntarias al relatar que en muchas comunidades las personas se muestran temerosas de recibir los donativos.
En Las Tejerías están desplegados médicos y colaboradores de la Organización Mundial de la Salud así como de Unicef. También han acudido profesionales de la salud de todo el país para prestar su apoyo.
Una parte de la ayuda humanitaria que se recolecta en los centros de acopio se distribuye desde la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, en la plaza Bolívar del pueblo. Allí voluntarios de diversas organizaciones no gubernamentales hacen entrega de los donativos de acuerdo con las necesidades de cada persona.
Aún cuando la tragedia ha mostrado el lado más humilde y colaborador de gran parte de los venezolanos, hay quienes se aprovechan de la situación para su propio beneficio. Es por ello que diversos funcionarios han recomendado hacer las entregas directamente a las comunidades afectadas para garantizar que lleguen verdaderamente a las personas afectadas por el deslave.
Al conversar con varias personas que hacían fila fuera de la Iglesia de Las Tejerías, algunas confesaron que no habitaban en zonas que sufrieron daños. Sin embargo, se encontraban a la espera para recibir donativos.
El gobierno nacional informó la semana pasada que 775 viviendas resultaron afectadas severamente durante el deslave, de las cuales 123 están en zonas de riesgo y 317 casas totalmente destruidas.
Nicolás Maduro dijo el lunes que en la zona se encuentran trabajando unas 75 máquinas que han permitido la recolección de más de 3300 camiones de lodo, piedras y escombros.
@ErikaHDelaR