«Falleció dormido, lo que llaman la muerte de los justos», dijo Andrés Caldera en 2009, cuando murió su padre, uno de los fundadores de la democracia venezolana y presidente de la República en dos ocasiones, Rafael Caldera. Tenía 93 años de edad. Durante los últimos años de su vida padeció mal de Parkinson. Estuvo alejado de la vida política del país luego de entregar el poder en 1999 a Hugo Chávez Frías.
Firmante del Pacto de Punto Fijo y unos de los principales gestores de la Constitución de 1961, nació el 24 de enero de 1916 en San Felipe, estado Yaracuy.
Abogado por la UCV, desempeñó su primer cargo público en la Oficina Nacional de Trabajo, en 1936, bajo el gobierno de Eleazar López Contreras. Previamente había manifestado su interés en instaurar una legislación moderna en esa materia en Venezuela.
En 1969 llegó a la presidencia, en su tercer intento como candidato, luego del exilio durante el gobierno de Marcos Pérez Jiménez y de impulsar el Pacto de Punto Fijo, que se firmó en su residencia en Caracas. Sucedería a Raúl Leoni, de Acción Democrática.
Sería el tercer gobierno del período democrático que inició en 1958. Marcó un hito importante, pues se respetó la diferencia muy estrecha de votos entre el candidato oficialista y Caldera, que era opositor.
De su primer mandato presidencial se reconoce la política de pacificación, iniciada en el gobierno de Raúl Leoni. Se les ofreció la oportunidad de integrarse a la sociedad a los grupos que habían participado en la subversión armada. Así, el Partido Comunista de Venezuela y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria se incorporaron al sistema político. Del PCV nacieron dos organizaciones: Movimiento Al Socialismo y La Causa R.
También se realizó la intervención a la Universidad Central de Venezuela en medio de una controvertida reforma a la Ley de Universidades. Durante este período constitucional, el general Marcos Pérez Jiménez participó en las elecciones con la Cruzada Cívica Nacionalista, que obtuvo 21 escaños de los 215 que integraban el Congreso; este hecho encendió las alarmas de la defensa de la democracia, recién consolidada.
Se realizó la primera enmienda de la Constitución, en la que se excluye de la posibilidad de ser elegidos presidente de la República y otros cargos a personas «que hayan sido condenadas a penas de presidio o prisión superior a tres años o por delitos cometidos en el desempeño de funciones públicas o con ocasión de estas».
Por haber sido presidente, recibió el cargo de senador vitalicio al Congreso, como lo establecía la carta magna. Es con este cargo con el que dio un polémico discurso durante la sesión del 4 de febrero de 1992, luego de la intentona de golpe de Estado dirigida por Hugo Chávez en contra del presidente constitucional Carlos Andrés Pérez.
Después de objeciones formales a la resolución parlamentaria, que no votó, señaló: «Es difícil pedirle al pueblo que se inmole por la libertad y por la democracia, cuando piensa que la libertad y la democracia no son suficientes para darle de comer». Además, enfatizó que era irresponsable de parte del Congreso asegurar que el objetivo de los sublevados era matar al presidente.
Sobre esta alocución, Diego Bautista Urbaneja interpretó: «Si la alocución de Chávez lo había catapultado al imaginario colectivo, esta sorpresiva intervención de Caldera, uno de los patriarcas de la democracia venezolana y del puntofijismo, lo catapultó como el hombre para las próximas elecciones».
Sin el partido que fundó y acompañado de una coalición de organizaciones políticas conocidas popularmente como «el chiripero», fue a las elecciones de 1993. Con su credibilidad y prestigio personal tenía la misión de estabilizar la democracia, ya atropellada, principalmente por dos intentonas en 1992.
Ganó las elecciones, y al año siguiente indultó a Chávez, bajo la figura de «sobreseimiento de causa», que significa el cierre de una investigación penal en proceso.