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Familiar de preso político: Me cobraron 5 dólares por ver a mi sobrino 30 minutos

A Rayder Jiménez, de 30 años, lo trasladaron a Valencia desde Barquisimeto el pasado 25 de agosto tras su detención en Macuto, estado Lara, el 31 de julio. Tras días sin saber de él, a su tía Maydelen Heredia le permitieron una única visita, coaccionada e intimidante el 3 de octubre. Denuncia que en el penal le dan a su sobrino comida con gusanos y pelos, sin azúcar o sal y no le permiten hablar con libertad
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«Móntate que vas preso». Fue lo único que escuchó Rayder Alexander Jiménez Heredia, barbero de 30 años de edad, el 31 de julio de 2024 cuando un grupo de funcionarios lo detuvo en Macuto, Barquisimeto, estado Lara, mientras iba en su moto. A cientos de kilómetros de distancia, su mamá, residenciada en Argentina, tuvo un mal pálpito. Algo le decía que su hijo no estaba bien. No se equivocó. Había sido detenido durante las protestas poselectorales que desconocían a Nicolas Maduro como presidente electo de Venezuela.

Nadie sabía nada de él. En Barquisimeto, su tía Maydelen Heredia comenzó a preguntar a sus compañeros de la barbería si lo habían visto. Tras horas de angustia e incertidumbre se confirmaron sus peores temores: Rayder Jiménez había sido detenido y apresado como los 1.916 presos políticos detenidos en el marco de las protestas poselectorales, según cifras de la ONG Foro Penal actualizadas el 7 de octubre. De esa cifra, 1.676 presos son hombres y 240 mujeres, 1.757 civiles en el grupo y 159 militares. Foro Penal precisó que 1.846 son adultos y 70 niños de entre 14 y 17 años de edad.

 

 

Rayder Jiménez no protestaba cuando fue detenido, como varios de los presos políticos que han dado a conocer sus casos tras las detenciones en el marco de las protestas poeselectorales. Ese día, acudió a la barbería en la que trabaja, ubicada en la avenida 20 con calle 34 de Barquisimeto. Atendía a un cliente cuando una amiga llegó al local. Venía de hacer unas compras y le pidió que la llevara con su motocicleta hasta su casa, ubicada en Macuto. Accedió.

En el camino de regreso, Rayder Jiménez se encontró con funcionarios que le pidieron que se detuviera. Obedeció. Le pidieron el celular y como no tenía, lo apresaron.  “Móntate que vas preso”, fue lo único que le dijeron. Lo subieron al vehículo, le quitaron su motocicleta y se negaron a explicarle por qué lo estaban deteniendo.

“Indagamos hasta que entre sus mismos compañeros de la barbería nos dijeron que se lo habían llevado detenido en Macuto. Allí empezamos a investigar para dónde se lo habían llevado. Fuimos a varios sitios a buscarlo hasta que finalmente dimos con él en el centro penitenciario Pata e palo”, cuenta Maydelen Heredia.

 

Protestas poselectorales: todos son terroristas

A Rayder Jiménez, al igual que a todos los detenidos en el marco de las protestas poselectorales, le imputaron cargos por terrorismo. También el cargo de incitación al odio, alteración al orden público y delinquir de menores porque en el momento de su detención estaban presentes tres menores de edad. Inmediatamente después de que lo detuvieran, cuenta su tía, los funcionarios realizaron videos asegurando que Rayder Jiménez era un hampón.

“Hicieron un video diciendo que formaba parte de una banda delictiva en Cabudare. Afirmaron que lo detuvieron allí, lo que es mentira. Lo acusaron de hampa, de robar gasolina y demás. Lo hicieron con él y con 14 personas más que detuvieron ese día, incluyendo menores. A los menores ya los soltaron con régimen de presentación. Ya van casi 70 días en los que que mi sobrino y los otros muchachos están detenidos. No nos han dejado saber nada. Ni fecha de audiencia nos han dado”.

Desde que lo detuvieron, son contadas las veces en las que Maydelen Heredia ha podido ver a su sobrino. Ella es la única familiar cercana que Rayder Jiménez tiene en el país. Su mamá, desde Argentina, tiene miedo de dar su nombre. Jiménez tiene una pareja y una hija radicadas en Colombia. Su padre, aunque vive en Barquisimeto, es un padre ausente. “Yo asumí la vocería de su caso porque amo mucho a mi sobrino, siempre hemos sido muy unidos. Se lo dije el día que lo visité: estamos viviendo el proceso contigo desde afuera, no creas que nos hemos olvidado de ti, nunca lo vamos a hacer”.

 

Centro de detención de Pata e’palo | Foto Archivo

 

Una de las pocas visitas que pudo hacerle Maydelen Heredia a su sobrino fue en el Centro de Detención Preventiva Pata e’ Palo, ubicada en la avenida Libertador de Barquisimeto. Le cobraron 5 dólares para verlo durante 30 minutos. “Solo pudimos verlo una vez porque no teníamos más recursos para pagar la visita y las cosas que había que llevarle. Allí sí nos permitieron llevarle comida y artículos de higiene”.

Eso fue el 24 de agosto de 2024. Al día siguiente, alrededor de las 3:30 am, Rayder Jiménez fue trasladado con un grupo de 13 detenidos al Centro Penal de Tocuyito, en Valencia, sin conocimiento de sus familiares.

Tocuyito da comida llena de gusanos

Para la familia de Rayder Jiménez toda la experiencia ha sido horrible, traumática y dolorosa. Ni siquiera le han permitido verlo, solo autorizaron una única visita el pasado 3 de octubre y el encuentro preocupó a la familia. “Ver las condiciones en las que está nos puso aún más tristes porque está muy decaído, cabizbajo, delgado y demacrado. Todos los que están con él también. Sabemos que, según los relatos de los mismos familiares que van a las visitas, son inocentes”.

La visita, cuenta Maydelen Heredia, fue bastante incómoda y estuvo bastante coaccionada. Rayder tenía un custodio detrás de él, ella tenía a otro detrás, atentos a lo que conversaban. “Yo las cosas que medio le pude preguntar fue en voz baja. Cuando le pregunté por la comida con el gesto de su cara me lo dijo todo. Luego, conversando con otras compañeras que estaban de visita, a ellas sí pudieron decirles que la comida que les dan están contaminadas con gusanos y pelos. No les permiten ni azúcar ni sal. Son simples. La avena que le dan, por ejemplo, es simple, sin azúcar”, denuncia. Eso hace que Rayder Jiménez sufra mareos, además de las cinco pastillas diarias que le dan porque también sufre de ataques de pánico. “Lo tratan para eso, pero no con el tratamiento que él toma usualmente, son otras que le dan allá”, señala.

 

 

Antes de entrar a Tocuyito, cuenta, le dieron una charla de las cosas que no estaban permitidas por ser un centro penitenciario de máxima seguridad. “Nos dijeron que estaba prohibido el contacto físico. Tampoco le podemos llevar cartas ni mensajes expresivos. No podemos decirle ‘te amo’ al salir porque los guardias los castigan. Eso nos lo advirtieron antes de ver a los muchachos. Tampoco nos permitieron llevar absolutamente nada. Según los guardias, ellos se encargan de darle todo pero los muchachos lo desmintieron. El día que llegaron les dieron un kit de higiene y de aseo personal pero ya eso se les terminó hace mucho. Ya ellos no tienen con qué cepillarse ni bañarse. No tienen nada. Comen en la celda, el baño es en la celda y tienen que comer con esos malos olores presentes”.

La visita fue muy difícil tanto para la familia como para Rayder Jiménez. “Nosotros no estamos encerrados, pero es casi como si lo estuviéramos. Cada vez que tenemos que regresarnos a Barquisimeto dejamos el corazón y la mente allá con Rayder. Yo estoy allá trabajando y en realidad solo puedo pensar en si le están haciendo algo o si está comiendo. Es todo bastante difícil”, dice la tía.

 

Protestas poselectorales

Protestas en Barquisimeto el lunes 7 de octubre | Foto archivo

Todo ha sido irregular y difícil

A la familia le ha costado cubrir los costos de las visitas tras el irregular traslado de Rayder Jiménez a Valencia. Para visitarlo en Tocuyito deben pagar 12 dólares el pasaje de ida y 12 dólares de vuelta. Viajar a Caracas para hacer los trámites legales de su defensa desde Barquisimeto cuesta 15 dólares de ida y otros 15 dólares de regreso. “Si vamos a Caracas desde Valencia, aprovechando que están más cerca, sale en 6 dólares. Allí se van 12 dólares también. Yo a veces no voy sola porque en Caracas la actividad es más rápida y no me gusta ir sola, voy acompañada. A veces vamos con otras compañeras y el gasto entonces es mayor».

Aunque tratan de visitarlo semanalmente, los costos no lo permiten. Maydelen Heredia trabaja vendiendo comida rápida en su casa de jueves a domingo. A veces, la familia paterna de Rayder Jiménez la ayuda. “El factor económico no nos lo permite. Hemos pasado por mucho dolor y tristeza, sobre todo mi hermana que está en Argentina. Quiere estar aquí en Venezuela para acompañarlo y estar con él, pero por el factor económico no se puede. La situación está muy difícil”.

 

 

Todo en el caso de Rayder, afirma Heredia, ha sido irregular. A pesar de las dificultades económicas han viajado varias veces a Caracas para ir al Tribunal Supremo de Justicia e intentar hablar con la abogada pública que le asignaron a su caso. «Siempre volvemos con el rabo entre las piernas. Ni siquiera el nombre de la abogada nos dan. Solo nos piden nuestros números de teléfono. Dejamos papeles, informes médicos, todo lo que pedían que lleváramos, el relato de los hechos, todo eso. Papeleo y ya. El último día que fuimos, el 2 de octubre, aprovechamos de viajar a Caracas antes de la visita para preguntar y nos dijeron que la abogada estaba de reposo. Dijeron que la asistente no nos podía dar más información porque no estaba autorizada”.

Rayder Jiménez no conoce el nombre de su defensora pública, tampoco la fecha para la audiencia cuando ya hay casos a los que ya se les asignaron. A los familiares le dijeron que solo el detenido puede ver su expediente. Lo único que saben es el número de la causa. Se mantienen las irregularidades y la violación a sus derechos humanos.

 

Protestas poselectorales

Tribunal Supremo de Justicia en Caracas | Foto Archivo

 

“Nosotros vamos a seguir metiendo presión a la defensora pública a ver si por lo menos nos da su nombre, porque han salido varios listados de las audiencias, pero no estaba el de Rayder. El lunes (semana pasada) volveremos a intentar y de regreso nos quedaremos en Valencia una semana a ver qué más se puede hacer por él”, relata Heredia.

No más silencio

Ante toda la situación vivida con el caso de Rayder Jiménez, uno de los tantos que se dieron por las protestas poselectorales, Maydelen Heredia participó en una protesta pacífica en Barquisimeto el lunes 7 de octubre. Varios familiares de presos políticos pudieron conversar con los medios de comunicación sin represión ni censura. “En el canal 33, al día siguiente, vi muchas críticas sobre nuestra protesta. Decían que después de que los muchachos hicieron lo que hicieron, nosotros los defendemos. Como las personas desconocen nuestra situación hablan para adelante. El que no está en nuestros zapatos no nos puede entender”.

Maydelen Heredia no tiene miedo de denunciar lo que está sucediendo con su sobrino, aunque sí tiene la precaución de no hacer pública su foto para evitar que pase lo peor: que lo golpeen en Tocuyito.

“Yo creo que ya hemos estado demasiado en silencio. Hay personas que me preguntan si no tengo miedo de que tomen represalias contra mi sobrino. Y yo me pregunto: ¿qué más pueden hacerle? La manera en que vi a mi sobrino me partió el alma en dos. Nosotros nunca hemos pasado por una situación tan horrible como esta”, cuenta.

 

Protestas poselectorales

Heredia aseguró que la protesta transcurrió de forma pacífica y sin altercados | Foto Archivo

 

Para ella, no hay nada más horrible que las  condiciones inhumanas en las que lo tienen retenido: no puede comer ni beber agua. “¿Qué miedo voy a tener yo? Lo único a lo que le temo es que le den una golpiza y me lo maten, a eso es lo único que le temo. Ya está bueno este silencio, no podemos seguir calladas cuando ellos están sufriendo tanto allá adentro. Estar afuera es más desesperante, te la pasas todo el día pensando en ellos. Amanece y pienso en Rayder, anochece y pienso en Rayde. Estoy almorzando y se me quita el hambre porque me acuerdo que me dijo que no está comiendo bien”.

Su sobrino le dijo que estaba muerto de hambre. “Mi muchacho por nada, por gusto de no sé quién, está pasando por todo eso y es desesperante y agobiante. Son tantas cosas que uno siente que no sé ya cómo volver a estar tranquila, no duermo bien tampoco. La vida nos cambió por completo a todos”.

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