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La Nación: Las madres de las víctimas, un grupo que gana fuerza

Luego de casi cinco meses de represión en Venezuela, de a poco se transforman en un nuevo símbolo de la lucha contra el gobierno de Maduro

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«Política no soy. Yo te hablo como una madre que perdió a un hijo. Hay que seguir en las calles, no hay que abandonar», dice a  La Nación Zugeimar Armas, absolutamente desconocida para Venezuela hasta que a finales de mayo su hijo se convirtió en uno de los héroes de la sublevación popular contra el presidente Nicolás Maduro.

Hoy, el rostro de Neomar Lander, que murió con 17 años, ilustra remeras, escudos y grafitis. Sus palabras («la lucha de pocos vale por el futuro de muchos») son más que un símbolo para los rebeldes, porque todos ellos sintieron algo parecido durante los meses de una lucha que parece haber remitido luego de la irrupción de la asamblea nacional constituyente, devenida tribunal de la inquisición bolivariana.

Lander murió con el pecho reventado durante una brutal represión de los agentes de las fuerzas de seguridad. El gobierno afirmó, de inmediato, que un explosivo pirotécnico estalló cuando lo manipulaba entre sus manos, pero estudios forenses y los testimonios de sus compañeros señalan que el joven, siempre atrevido y en primera fila, murió al ser alcanzado por una bomba lacrimógena.

Armas no se conformó con llorar a su hijo: lo reemplazó incluso en la lucha callejera. Ahora su voz y las de otras madres y padres de las 150 víctimas mortales de la represión se levantan poderosas, continuadoras de lo que creen es un legado. Y lo hacen directamente, incluso con la irrupción en un debate político tan espeso como el venezolano. «Nosotros votamos el 16 de julio en el plebiscito popular para desenmascarar a este gobierno. Pero con las elecciones regionales no estoy de acuerdo. Cuando nosotros salimos a la calle el 1° de abril pasado, el propósito era una Venezuela libre. Mi hijo no murió por unas elecciones regionales, los hijos de las otras madres no murieron por eso», insiste Armas, convencida de que esos comicios son una «burla».

La decisión de la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD), decidida a participar en las elecciones para elegir gobernadores en octubre próximo tras la nueva maniobra del chavismo, provocó un pequeño maremoto entre sus seguidores. Sólo la ex diputada conservadora María Corina Machado se situó fuera de la MUD, decidida a encabezar a los más radicales, entre los que también figuran la mayoría de los padres de las víctimas.

Algunos padres se dicen indignados; otros, decepcionados, y la gran mayoría, a la expectativa. «No me explico por qué fue la lucha de estos cinco meses», se preguntó Elvira Llovera, madre de Juan Pernalete.

Para el padre de David Vallenilla, la oposición se mueve en el mar de la incoherencia. La familia y los amigos del joven muerto junto a la base militar de La Carlota, en Caracas, denunciaron que el militar que asesinó a su hijo sigue en libertad.

«Yo como madre no estoy de acuerdo. ¿Para qué unas elecciones regionales si la situación del país no las amerita? Pero en vista de que hacen lo que quieren, hay que seguir en la lucha. Gritar que quiero libertad es mi único alivio», añade a La Nación Janeth Frías, una voz histórica del antichavismo. Fue en febrero de 2014 cuando su hijo Bassil da Costa cayó abatido por los disparos de agentes del Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), en la misma manifestación que le costó la cárcel al dirigente opositor Leopoldo López. Desde aquel día, Frías lo tuvo muy claro: «El gobierno de Maduro fue el que mató a mi hijo».

La madre de Da Costa se convirtió en una de las líderes de un movimiento de madres que parece dispuesto a nacer. «Se está creando un camino, organizado por el pueblo», señaló Armas.

Embrión

De momento se trata sólo de un embrión, de algo que está surgiendo por la fuerza de los hechos, pero que todavía está muy alejado de la influencia de otras asociaciones de víctimas del continente o, incluso, de Europa.

El temor a las represalias del gobierno de Maduro limitó, de momento, su alcance. También la impunidad que reina en Venezuela, un país que ya suma 645 presos políticos, más de 5.000 detenciones, 2.000 heridos de consideración y una larga lista de violaciones a los derechos humanos.

«Lo que pasó es de una dimensión sin precedente en Venezuela. Un escenario propicio para una articulación de víctimas de dimensiones muchísimo mayores», señala Nizar El Fakih, abogado defensor de presos políticos y presidente de la ONG ProIuris. El letrado destaca la fuerza moral y el impacto que causan las palabras de estas madres de víctimas de la represión.

«La tendencia natural es que esas víctimas se van a ir progresivamente articulando más y mejor, para acumular más fuerza en sus denuncias y hacer sentir sus reclamos. Y creo que sin duda, ahora y mañana, son y serán una voz muy contundente. En la medida en que esa articulación vaya madurando, sin duda generarán un peso político propio cada vez más importante», argumenta El Fakih.

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