Nicolás Maduro comenzó ayer su cuenta regresiva para la reelección presidencial, un camino del que va eliminando obstáculos a golpe de poder. Las elecciones municipales de este domingo sirvieron para confirmar que el «hijo de Chávez», elegido por el «comandante supremo» hace cinco años para sucederlo, se ha situado en la rampa de lanzamiento para unos comicios que el chavismo sopesa adelantar para marzo o abril de 2018.
Un rival casi invencible fortalecido por la fractura de la oposición y por el engrasado aparato electoral de la revolución. Consciente no obstante del amplio rechazo que su gestión tiene entre la gente, Maduro amagó ayer con decretar la exclusión electoral de Primero Justicia y Voluntad Popular, cuyos líderes Henrique Capriles y Leopoldo López están inhabilitados, y el segundo, además, en arresto domiciliario. «Partido que no haya participado hoy y haya llamado al boicot de las elecciones no puede participar más», disparó el presidente.
La jornada de ayer sirvió también para comprobar hasta qué punto funciona la apuesta por el carnet de la patria, herramienta de control social, económico y electoral puesta al servicio de la revolución. Tan convencido está de sus bondades que el propio «hijo de Chávez» anunció ayer que «aquel que haya votado con su carnet de la patria debe tener un premio de la República». El ministro Jorge Rodríguez, «cerebro» electoral del chavismo, confirmó más tarde que «el presidente está evaluando los mecanismos para premiar a aquellas personas que junto al carnet de la patria hayan ejercido su derecho al sufragio».
Ningún entusiasmo y pura rutina. Donde en otros comicios lucían colas interminables, ayer reinaba la soledad, como si fuera el 1º de enero adelantado. Al menos así sucedía en centros electorales de Baruta, Sucre y Libertador, tres de los cinco municipios de Caracas, durante buena parte del día. Desde el resto del país se reportaban situaciones parecidas, aunque el gobierno se empeñaba en transmitir una fiesta democrática que sólo ellos celebraban. «Hay una participación electoral extraordinaria», dijo Maduro dos horas antes del cierre de las urnas.
La maquinaria del chavismo se preparaba mientras tanto para la ya famosa operación remate, montada sobre el gigantesco ventajismo revolucionario y base de sus «triunfos» electorales. La ex canciller Delcy Rodríguez la bautizó «Remate por la Victoria Perfecta». Consiste en presionar y trasladar a los que todavía no habían votado, incluidos empleados públicos como A.N.R., de 40 años, auditor de la banca estatal. «No quiero perder mi trabajo», masculló tras votar a una candidata de la que ni siquiera recuerda el nombre.
La oposición denunció tras las elecciones regionales de octubre que el oficialismo aprovechó las últimas horas del día, cuando ya las urnas deberían estar cerradas, para voltear los resultados en estados tan trascendentales como Miranda. «Estoy constatando que los centros siguen abiertos sin presencia de electores», subrayó Eduardo Samán, candidato comunista por Caracas Libertador. «Si no hay extensión formal del Consejo Nacional Electoral de la hora de cierre de las mesas, los centros deben ser cerrados para iniciar el proceso de conteo», destacó el chavista disidente Nicmer Evans, cercano a la fiscal rebelde Luisa Ortega y candidato también por Libertador.
Para la historia, las de ayer quedarán como las elecciones en las que la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) retomó su apuesta por la abstención, en medio de grandes polémicas internas, con el deslinde de Avanzada Progresista y Un Nuevo Tiempo, además de independientes y disidentes. Pero sobre todo lo hará por la irrupción del carnet de la patria, elemento clave para el futuro de la revolución.
Más de 16 millones de ciudadanos, de los casi 30 que pueblan el país, figuran ya como poseedores del carnet, mecanismo para el registro de las ayudas sociales del chavismo, que también ha pasado a ser la forma de pago de las cajas de comida CLAP, adaptación bolivariana de la libreta de racionamiento cubana.
Gran parte de la CLAP se paga a través del nuevo documento, y en el futuro, según el gobierno, se hará en un 100%. En un país donde la comida es un bien escaso o casi inaccesible por su precio, recibir la caja de alimentos subvencionados es un ejercicio de supervivencia: para el 14% más desfavorecido, es fundamental, y para casi el 30%, muy importante.
Las facetas de la crisis
Crisis política
La oposición rompió una hegemonía chavista de 18 años tras ganar las elecciones parlamentarias de 2015, pero luego sufrió varios reveses, incluido un revés judicial para revocar el mandato de Nicolás Maduro. Cada vez más dividida, perdió la elecciones regionales de octubre pasado.
Crisis económica
Venezuela tiene reservas petroleras de 300.000 millones de barriles, las más grandes del mundo. Pero la producción cayó a 1,9 millones diarios, desde los 3,2 millones de 2008. La exportación de crudo provee 96% de los ingresos del país. La crisis se agudizó en 2014 con el desplome de los precios del crudo.
Crisis social
El salario mínimo de Venezuela es el segundo entre los más bajos de la región. Un trabajador gana 90 dólares al mes, según la tasa de cambio no oficial. Según el gobierno, en 2016 la pobreza se ubicó en 18,3%, pero un estudio de las principales universidades del país la situó en 30,2%.
Crisis salud
La escasez de medicamentos es de 85%, y de 95% para enfermedades crónicas, según la Federación Farmacéutica. Enfermedades como la difteria -erradicada hace 24 años- reaparecieron. Hay brotes de tuberculosis, malaria y sarampión. La mortalidad infantil aumentó 30,12% en 2016 frente a 2015.
Crisis de seguridad
Según la Fiscalía, la tasa de homicidios en 2016 fue de 70,1 por cada 100.000 habitantes (21.752 casos), casi nueve veces superior al promedio mundial. Pero de acuerdo con la ONG Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) la tasa de homicidios fue de 91,8 por cada 100.000 (28.479).
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