El preso político Lorent Saleh difundió este jueves una carta abierta para mostrar su desacuerdo con el Frente Amplio y la adhesión del chavismo a la oposición.
Saleh indicó que por muchos años figuras como la ex defensora del pueblo Gabriela Ramírez y la fiscal Luisa Ortega Díaz despidieron a personas de las instituciones que representaban por opinar distinto.
“Estas dos funcionarias, como muchos más, y en conjunto con otros aún parte del poder, se ensañaron particularmente contra estudiantes y jóvenes en todo el país por más de 15 años; todo esto bajo la premisa de que ‘el fin justifica los medios’ y que todo era válido a fin de defender El legado del Comandante Chávez”, expuso Saleh en el escrito.
El preso político aseguró que quienes, como él, defienden los derechos humanos tienen la gran responsabilidad de “hacerle frente a este monstruo”, aunque eso signifique persecución, cárcel, tortura o muerte.
Lea la carta completa de Lorent Saleh:
En Venezuela el terrorismo es una acción propia del Estado desde hace ya bastante rato. En una Venezuela cada vez más inhumana, sus habitantes son víctimas constantes y consonantes del uso del terror. En el país se vive bajo un despiadado Estado de Terror.
En Venezuela los ciudadanos tienen miedo. Uno intenso y hondo que se lleva a la cama y se desayuna todas las mañanas antes de salir de casa. En Venezuela la dictadura ha creado un muy efectivo aparato de represión y tortura con el objetivo de infundir terror y pánico en la colectividad y, por medio de ello, dominar, someter y mantener el poder político que les permite (a una camarilla de políticos, empresarios y militares) impunidad total y una vida de privilegios y excesos a expensas de millones de venezolanos que mueren por hambre y falta de medicamentos.
El terrorismo de Estado en Venezuela no es poca cosa, es un fenómeno muy particular que se viene estudiando desde hace varios años por su connotación en esta época e impacto en la región; una empresa de este tipo requiere de un inmenso esfuerzo y la dedicación siniestra de parte de unos cuantos individuos sin escrúpulos y con poco o casi nada de respeto a la dignidad humana. Para dominar una sociedad como la venezolana, que en su ADN llevaba el espíritu libertario, los funcionarios del Estado y sus estructuras paramilitares asesinaron, persiguieron, encarcelaron y torturaron a cientos de personas semana a semana por más de 17 años. El terrorismo de Estado en Venezuela no es poca cosa, y no tener consciencia de esta situación es quizás uno de los mayores obstáculos que tenemos para superar esta dictadura y la crisis que hoy sufrimos en Venezuela.
Debemos abordar esta muy penosa realidad en su justa dimensión y con sus apropiadas definiciones y responsables sin concesiones de ningún tipo. Quienes defendemos los Derechos Humanos y creemos en una sociedad en la que se valore la dignidad humana. Tenemos la gran responsabilidad de hacerle frente a este monstruo, aunque esto signifique la persecución, la descalificación, el aislamiento, la cárcel, la tortura o la muerte; quienes han consagrado su vida a la defensa y protección de los Derechos Humanos no pueden abandonar su labor y sus principios por “presiones políticas” o por motivos “políticamente correctos”,.
Los activistas de Derechos Humanos no creemos que “el fin justifica los medios”, bajo ninguna circunstancia lo podemos creer, ni hoy ni nunca. De creer esto, que muchos políticos aseguran y defienden de la manera más cínicamente “conveniente”, se daría cabida para cualquier crimen y atrocidad a razón de “una causa”, se justificaría cualquier barbaridad con tal de alcanzar un objetivo político; como, lamentablemente, parece ser el común denominador de la política venezolana.
Por ejemplo, por muchos años, personas como la fiscal Luisa Ortega Díaz o la ex Defensora del Pueblo Gabriela Ramírez justificaron y promovieron, para “defender la revolución” y para “defender el legado de Chávez”, los despidos de miles de personas por su identidad política, el cierre de medios de comunicación, encarcelamientos, persecuciones, secuestros, extorsiones, ejecuciones extrajudiciales y torturas. Dirigieron directamente infinidades de simulaciones de hechos punibles (montaje de pruebas) de muchos ciudadanos que, como yo, aún están presos, víctimas de una infinidad de tratos crueles, inhumanos y degradantes sin siquiera tener un juicio.
Estas dos funcionarias, como muchos más, y en conjunto con otros aun parte del poder, se ensañaron particularmente contra estudiantes y jóvenes en todo el país por más de 15 años; todo esto bajo la premisa de que “el fin justifica los medios” y que todo era válido a fin de defender “El legado del Comandante Chávez”; acusándonos de ser agentes de la CIA, terroristas y de innumerables descalificativos propios de la retórica dictatorial.
Hoy escribo estas líneas desde mi celda con una profunda tristeza, no puedo evitar sentir dolor al ver cómo desde un sector de la dirigencia política “opositora y democrática”, no sólo se ocultan y menosprecian los crímenes de lesa humanidad cometidos durante años, sino que, además, se le brinda un enorme frente de impunidad a los principales responsables de crímenes atroces y violaciones de Derechos Humanos, como es el caso de los tres grandes artífices del aparato de represión y tortura de la dictadura venezolana, me refiero a la Fiscal General Luisa Ortega Díaz, la ex Defensora del Pueblo Gabriela Ramírez y al ex ministro de Interior y Justicia y director fundador del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, el general Miguel Rodríguez Torres, pasando por encima del dolor de miles de víctimas que aún esperan una respuesta con un ápice de justicia o al menos reconocimiento de los hechos; pero no, lo que es peor, el colmo, es que luego de 19 años de lucha y sacrificio de millones de venezolanos para superar la dictadura, colocan como voceros y representantes de la lucha democrática a estos funcionarios que representan bastante bien la peor cara del Terrorismo de Estado en Venezuela.
La “razón” que alegan, es que esto corresponde una “jugada política” y es necesaria la “unidad”, no importan los valores, no importan los principios, no importa la ética, no importa la justicia, el dolor y la memoria, mucho menos importa la dignidad de los venezolanos, todo sea por alcanzar el poder; no por el cambio, sino por alcanzar el poder. Y es que en verdad parecen estar convencidos de que esto es un “juego de ajedrez” y los ciudadanos somos simples fichas en el tablero del poder.
¿Honestamente creen que es coherente “buscar un cambio” con quienes precisamente crearon con orgullo y sin arrepentimiento alguno el aparato de terror y violencia que sostiene la dictadura? ¿De tanta gente noble, trabajadora y honrada, con trayectoria impecable en la lucha social y ciudadana y que durante los últimos 20 años o más han sido excluidos injustamente por la clase política del país, van a aliarse con los mayores responsables de los crímenes de lesa humanidad cometidos en los últimos años bajo la justificación de que “hay que unirnos para salir de esto”? ¿De qué se supone entonces queremos salir? No, no puedo entenderlo, no puedo aceptarlo.
¿Acaso no es bastante obvia la diferencia entre un disidente común y un funcionario de la dictadura violadora de Derechos Humanos? ¿Cómo no sentir indignación y desespero al ver que la Asamblea Nacional y sus diputados no han realizado una investigación seria (o al menos así lo han demostrado) para determinar las responsabilidades y razones de estos funcionarios en la comisión de los crímenes de lesa humanidad cometidos durante más de 15 años?
Veo con asombro como diputados, no solo no investigan los cientos de casos ni solicitan explicación a estos funcionarios responsables, sino que, además, brindan impunidad y dan tribuna con bombos y platillos a violadores de Derechos Humanos, olvidando que en los calabozos está aún uno de sus compañeros diputados preso, me refiero al diputado Renzo Prieto, próximo a cumplir 4 años de prisión desde que la fiscal General Luisa Ortega montó pruebas en su contra, el General Rodríguez Torres lo persiguió, encerró y expuso al escarnio público, y luego, estando bajo torturas y tratos crueles, la Defensora Gabriela Ramírez nunca hizo nada para proteger sus derechos a pesar de las múltiples denuncias.
No podemos pasar por alto el asesinato de Bassil Da Costa y Robert Redman, así como muchos más siendo ministro y director del Sebin Rodríguez Torres, o la muerte de Franklin Brito, la masacre de Puente Yaguno o las atrocidades contra la Juez María Lourdes Afiuni, los comisarios y policías metropolitanos aun presos desde hace más de 10 años. Tampoco podemos tapar que en Venezuela se denuncia desde 2002 el uso de grupos paramilitares para reprimir y atentar contra la disidencia política y defensores de Derechos Humanos.
Personalmente vengo denunciando cómo desde el Estado armaron y entrenaron a civiles para la “defensa de la revolución”, así como la presencia de grupos terroristas y guerrilleros protegidos por el Estado venezolano y nunca hicieron algo. Bajo la gestión de estos funcionarios se reprimió ferozmente a las universidades, se crearon centros de torturas como La Tumba y se consolidó la tortura como algo “normal y necesario” en la función de seguridad y defensa de la revolución.
Estas personas no representan otra cosa que el terror y el sufrimiento de una sociedad que ha sido sometida, estas personas no “son necesarias” para salir de esta dictadura, ocultar sus crímenes y víctimas no puede ser una “estrategia política” de ningún tipo. Es hora de que rindan cuentas ante la justicia y el país y no que desde una tarima vengan a dar clases de democracia y Derechos Humanos fingiendo que acá no ha pasado nada y que el problema en Venezuela tiene tan solo un par de meses.
Esto que siento me rasguña por dentro y me lanza contra las cuerdas de la indignación y la decepción en carne viva. Como activista de Derechos Humanos es mi deber denunciar este vergonzoso episodio que nuevamente debemos presenciar los ciudadanos decentes de este país. No es olvido, es ocultamiento; no es unidad, es impunidad; no es perdón, es complicidad; no es política, es negocio; no es cambio, es continuidad.
Hay una enorme e inexorable diferencia entre quienes quieren ciegamente alcanzar el poder y los que quieren incesantemente cambiar la penosa realidad actual. Para los primeros el objetivo es llegar a Miraflores, para los segundos el objetivo es llegar a una sociedad moderna, próspera y respetuosa de la dignidad del hombre.
Alemania es hoy una nación ejemplo para el mundo y respetuosa de los Derechos Humanos y la dignidad humana, y esto no es por haberse negado a sí misma su pasado con sus peores episodios, la Alemania libre de hoy no borra la cruel realidad de la Alemania Nazi de ayer, no; por el contrario, parte de su superación como sociedad se debe al esfuerzo que han hecho para recordar y no olvidar con detalle hasta dónde fueron capaces de llegar cegados por la ambición política de asesinos y la complicidad placentera de sus ciudadanos. Alemania debió enfrentar su propia realidad y aceptarla sin disimulo ni maquillaje, reconociendo y pidiendo perdón a todas sus víctimas para poder así perdonarse a sí misma y dar paso a un nuevo capítulo de tolerancia y respeto a la dignidad del hombre.
Jamás desearé que algunos de estos funcionarios, ni nadie, pase por ninguna de las injusticias y crueldades que hemos pasado muchas de su víctimas, por nada del mundo quisiera que a Rodríguez Torres lo encerraran y torturaran en La Tumba que él mismo creó, ni que a la doctora Luisa Ortega se le simularan hechos punibles o que a la doctora Gabriela Ramírez no se le defiendan sus Derechos Humanos por ser marxista, ¡no! Ni a ellos ni a ningún venezolano o ciudadano del mundo se le debe someter a trato injusto, cruel o degradante.
Es oportuno y va mi invitación a que si estos funcionarios quieren realmente remediar parte del daño hecho y trabajar por una Venezuela mejor, sean honesto con la sociedad y empiecen a reconocer verdaderamente sus actos y crímenes. Venezuela no es un país de tontos, los venezolanos somos ciudadanos que merecemos respeto. Si aún en Venezuela sigue vivo el recuerdo de los crímenes del siglo pasado bajo las dictaduras militares y los gobiernos de AD y Copei, aún muchas víctimas sufrimos sus injustificados crímenes que cometieron en nombre del “proceso” y la “revolución”.
Esta protesta que hoy elevo a nuestra comunidad, este grito desesperado de indignación y dolor no responde a una “rabieta” o a un acto de “inmadurez política”, ¡no! Todo lo contrario, responde a la escala de valores y principios que ha regido la lucha de miles de ciudadanos hoy en el exilio, en la clandestinidad, en las cárceles y de muchos que fueron asesinados por la dictadura en mi país. Con esta protesta quiero llamar a la reflexión de todos los venezolanos, especialmente a defensores y creyentes de los Derechos Humanos, para que no permitamos estos niveles de impunidad, para que rompamos definitivamente con este espiral de crímenes de Estado que pareciera infinito.
En la Venezuela antes de Chávez, en “la cuarta”, se violaron flagrantemente los Derechos Humanos, esto es una verdad tan cierta como que hoy Venezuela es triste ejemplo para el mundo de lo que significa vivir bajo un Estado de Terror. Es hora de cambiar esto, hace falta más que una extraña “unidad” de elite política para cambiarlo, hace falta consciencia y responsabilidad individual. Hace falta, y bastante, coherencia en la dirigencia política y responder a los principios supremos de la libertad, la democracia y los Derechos Humanos.
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