Maduro
Federico PARRA / AFP

El Domingo de Resurrección, cientos de venezolanos cumplieron con la tradición de quemar monigotes que simbolizan a los judas -traidor de Jesucristo- del presente. Esta vez, un nutrido grupo de caraqueños optó por meterles fuego a figuras con el rostro del exministro de Petróleo Tareck el Aissami, hasta hace poco el segundo hombre más poderoso del régimen.

Aunque también hubo quema de monigotes del presidente Nicolás Maduro y del ministro de Defensa, Vladimir Padrino, El Aissami, símbolo por excelencia de la corrupción del régimen, fue el judas favorito.

Caído en desgracia a inicios de marzo, cuando el fiscal Tarek Saab denunció un escándalo de corrupción en el manejo de los recursos petroleros, El Aissami vio como eran detenidos uno a uno más de 50 funcionarios de Petróleos de Venezuela (Pdvsa) y otras entidades, así como jueces y empresarios, entre ellos algunos de sus más cercanos colaboradores.

“En virtud de las investigaciones que se han iniciado sobre graves hechos de corrupción en Pdvsa -escribió en twitter el 20 de marzo- he tomado la decisión de presentar mi renuncia como ministro de Petróleo con el propósito de apoyar, acompañar y respaldar totalmente este proceso”.

Era su primera aparición desde el día 6, cuando divulgó fotos de un encuentro con Igor Sechin, poderoso empresario ruso de los hidrocarburos con el que estableció, según dijo, “una agenda para elevar la producción de crudo”. Ese aumento de producción era la tarea que Maduro le había puesto cuando en abril de 2020 lo nombró ministro de Petróleo. Muy poco pudo avanzar tras la caída de la producción petrolera, de más de 3 millones de barriles al día cuando Hugo Chávez vivía, a menos de 500.000 de promedio en esta década.

Mucho más que este fracaso, sobre El Aissami pesan gravísimas acusaciones por narcotráfico y colaboración con el terrorismo, que en julio de 2019 llevaron a las autoridades estadounidenses a ofrecer recompensa de 10 millones de dólares por su captura tras ser condenado por una corte federal.

El ministro de industria venezolano Tareck el Aissami, junto con el ministro de defensa de Venezuela, Vladimir Padrino (R), después de la llegada del buque petrolero iraní Fortune | Foto: AFP

La poda del árbol

«Si el clan de El Aissami era un árbol, en marzo asistimos primero a su poda con el arresto de sus principales allegados, y luego al derribo del tronco”, comentó a EL TIEMPO una fuente diplomática que sigue de cerca el proceso.

La lista de capturados dejó a El Aissami indefenso. Tras ser presentados en uniforme carcelario naranja ante un juez, fueron a prisión el coronel Antonio Pérez, vicepresidente de Pdvsa; Joselit Ramírez, quien manejaba ingresos petroleros por medio de criptoactivos para evadir las sanciones de Estados Unidos, que le impiden a Venezuela usar el sistema bancario internacional; y el exdiputado y exministro de Educación Universitaria Hugbel Roa, quien movía los hilos en Petrocedeño, empresa de economía mixta asociada a los desfalcos.

Nicolás Maduro, presidente de Venezuela | Miguel Gutiérrez. EFE

 

También cayeron Pedro Maldonado, presidente de la poderosa Corporación Venezolana de Guayana y exdirector de la Banca Central y de la Comisión de Telecomunicaciones, siempre bajo el ala protectora de El Aissami; y Néstor Astudillo, la cabeza de la Siderúrgica del Orinoco (Sidor).

Son cerca de 70 capturas ordenadas (51 de ellas ya ejecutadas) y 142 allanamientos en empresas vinculadas al robo, en despachos de jueces y abogados, y en lujosas residencias ocupadas por la Policía Anticorrupción, un organismo del que poco sabían los venezolanos.

La acusación oficial habla de un desfalco de entre 3 millardos y 5 millardos de dólares. Los fondos habrían sido desviados por la red de amigos de El Aissami, una tajada de la venta de 120 millones de barriles de petróleo en 2022.

Las facturas no pagadas por petróleo entregado a intermediarios para evadir las sanciones de Washington, suman más de 10.000 millones de dólares en los 3 años recientes. Pero fuentes opositoras dicen que esto es apenas una pequeña muestra del saqueo.

Según el exministro Jorge Giordani -quien hizo parte del último gabinete de Chávez- y otros exfuncionarios del régimen, el total del dinero petrolero que se ha esfumado en 23 años de chavismo puede alcanzar los 300.000 millones de dólares. Con razón, Transparencia Internacional ha situado a Venezuela entre los 4 países más corruptos del planeta.

Estos son algunos de los bienes atribuidos por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos a Tareck el Aissami

 

El prontuario

A pesar de su enorme gravedad, las acusaciones en Venezuela que de manera directa aún no tocan a El Aissami palidecen ante los delitos por los que lo ha procesado la justicia de Estados Unidos.

Según el confeso narcotraficante Walid Makled, él le pagó millones de dólares a Feras el Aissami, hermano del exministro y a otros altos funcionarios y militares venezolanos para mover toneladas de cocaína de Venezuela hacia México y Estados Unidos.

El dinero producto de esos sobornos fue lavado, según la acusación, por medio de una red de 38 empresas que la familia El Aissami maneja en Puerto Cabello. Debido a este caso, el Servicio de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos ofrece 10 millones de dólares por información que lleve a la captura del exministro.

Pero hay más. Washington lo acusa de haber vendido pasaportes venezolanos a terroristas islámicos desde las embajadas de su país en el Medio Oriente y de montar una red de empresas de papel para dar apoyo financiero a grupos como Hezbolá.

El Aissami también ha sido vinculado a la red que dirigían los colombianos Alex Saab -preso en Estados Unidos- y Álvaro Pulido. Una de las tareas que Saab y su socio asumieron con Caracas fue vender petróleo venezolano por mecanismos que permitieran evadir las sanciones de Washington. Y entre las facturas no pagadas a Pdvsa por petróleo entregado aparecen deudas por 1.500 millones de dólares.

El Aissami y Colombia

Hasta hace pocas semanas, nada hacía temer al ministro de Petróleo que su imperio se vendría abajo. Lo prueba su última aparición pública en Twitter al lado de Igor Sechin, quizás el oligarca ruso más cercano a Vladimir Putin, quien vistaba Caracas.

El Aissami también participó en reuniones como parte de las visitas del presidente Gustavo Petro a Venezuela. Medios digitales venezolanos indican que El Aissami insistió allí en impulsar el proyecto de venta de gas de Venezuela a Colombia.

Según el portal venezolano Armando.info, esa venta se iba a hacer por medio de la firma Prodata Energy, adquirida hace pocos meses por Bernardo Arosio y Jorge Jara Salas, cercanos a El Aissami. El 19 de marzo, Arosio fue detenido por la trama de corrupción petrolera y el negocio de exportación de gas a Colombia quedó en al aire.

Según una fuente diplomática, en la más reciente reunión entre Petro y Maduro en Caracas el 23 de marzo, el mandatario colombiano fue informado de la operación anticorrupción, así como de la situación de El Aissami. “Todo ello -agregó la fuente- por los numerosos vínculos del exministro de Petróleo con personajes colombianos de alto nivel”.

El presidente Gustavo Petro y Nicolás Maduro | Presidencia de Colombia

Pero, a todas estas, ¿dónde está El Aissami? A diferencia de sus allegados, él no ha sido capturado ni presentado ante un juez. Sobre la situación jurídica del ex ministro han sido evasivas las respuestas del fiscal Tarek Saab a los medios.

Tras su renuncia, algunas fuentes dijeron que había escapado a Siria. Pero según el portal Runrun.es “el exministro permanece en una exclusiva urbanización construida en la calle interna de Fuerte Tiuna (…) en una ladera de la gran unidad castrense”. Según una fuente militar citada por el portal, “el hombre goza de relativa libertad”. No está preso, pero sí vigilado.

La gran pregunta es por qué Maduro -quien maneja la fiscalía de Tarek Saab como si fuera un anexo de la Presidencia- se decidió a emprender la campaña contra el clan de El Aissami, cuyas actividades habían sido hasta ahora toleradas.

La primera razón tiene que ver con la posibilidad, evocada por el propio Maduro, de acordar con la oposición el adelanto de las elecciones presidenciales para inicios de 2024. Si tiene que competir en una elección con vigilancia internacional, Maduro puede ser castigado por los votantes debido a la grave crisis que ha elevado la pobreza por encima del 80%.

El castigo puede ser mayor porque frente a esa catástrofe social son visibles los lujos y la riqueza de las familias de los altos dignatarios, enriquecidos con la corrupción. Hasta ahora el régimen había hecho barridas de funcionarios medios, un expediente sin duda agotado. Por eso en esta ocasión la emprendieron contra El Aissami y su clan, uno de los mayores símbolos del saqueo.

Según el politólogo Enderson Sequera, Maduro busca que “este tema de la lucha contra la corrupción sea un paraguas central que inicie una movilización para la campaña”.

Otra razón es enviar un mensaje al gobierno de Joe Biden, quien se ha acercado a Caracas para, entre otras cosas, impulsar el diálogo de Maduro con la oposición. Desmontar el poder de El Aissami y su gente satisface a las autoridades estadounidenses, que lo tienen catalogado entre los criminales más buscados del mundo.

Washington preferiría que Maduro extraditara a El Aissami, pero esa posibilidad implica riesgos muy grandes para el presidente venezolano y muchos de sus altos funcionarios y militares. Muchos de ellos tienen razones para temer lo que pudiese contar El Aissami si quedase en poder de la justicia estadounidense.

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