Desde Caracas, Nicolás Maduro lo anunció con imponencia frente a una multitudinaria manifestación: «He decidido romper todas las relaciones políticas y diplomáticas con el gobierno fascista de Colombia y todos sus embajadores y cónsules deben salir en 24 horas de Venezuela ¡Fuera de aquí, oligarquía!».
Era 23 de febrero, el famoso 23F, el sábado en el que se intentó pasar las donaciones de varios gobiernos, incluido Estados Unidos y Canadá, desde Cúcuta hacia Venezuela. Pero desde el otro lado, Maduro le daba el punto final a la degradación paulatina en la que estaban Colombia y Venezuela desde hace varios años.
Desde entonces, ambos países han hecho sus movimientos políticos, Venezuela atravesó por un apagón, se impusieron más sanciones hacia Venezuela, se incrementó la censura a los periodistas de ese país, se abrió un cordón humanitario en la frontera, se dieron a conocer pruebas sobre la quema de las donaciones en el puente, Guaidó recorrió algunos países de América Latina, volvió a Venezuela y nombró a varios representantes diplomáticos en diferentes puntos del continente.
¿Cómo se traduce eso para el venezolano de a pie? ¿Qué pueden hacer los embajadores y cónsules nombrados por Guaidó? ¿Cómo han resuelto las rupturas diplomáticas otros países? y ¿cómo nos va a cambiar la migración? EL TIEMPO habló con Socorro Ramírez, doctora en Ciencia Política, magíster en Relaciones Internacionales y coordinadora del Grupo Académico Colombia-Venezuela; y con Mauricio Jaramillo, profesor de relaciones internacionales de la Universidad del Rosario, para analizar estos 30 días de relaciones rotas.
“El tema habría que abordarlo más allá del incidente actual. Antes de la ruptura de relaciones ya era casi imposible acceder a cédulas, pasaportes, apostillas. Colombia tendría que asumir esa realidad, y no lo ha hecho. Hay una dispersión en la manera cómo se está abordando la crisis, una descoordinación sobre el tema migratorio, no hay una estrategia clara entre las ramas del Estado y eso ha hecho que las acciones sean efectistas no a largo plazo”, le dijo Ramírez a EL TIEMPO.
Ese desajuste se hace evidente en la atención de los migrantes, que son la cara más visible del éxodo. Hasta ahora, la estrategia se ha centrado en cuidados puntuales en los puntos de frontera o en las carreteras por donde caminan y en alojamientos temporales para pasar la noche, pero no se ha trazado un plan estructural que piense en ellos como personas que se van a quedar y necesitan integración.
“Él éxito de esto va a ser el poder asumir a los migrantes no como una carga sino como un beneficio potencial tanto para ellos como para el país. Ayudarlos a regularizar, a estudiar, a tener derecho a un documento va ser que se deje de pensar en los problemas humanitarios, que claro que necesitan atención, y se piense en los posibles empleados, en las comunidades que van a surgir y en las nuevas economías”, explica Ramírez.
Si los trámites, a pesar de la flexibilización que ha tenido Colombia, han puesto barreras en alguna parte de la población venezolana, la ruptura de relaciones unilateral ha aumentado la desinformación y la falta de claridad sobre rutas de atención, especialmente cuando se trata de la documentación que debe dar el lado venezolano.
Las acciones de Guaidó y de su equipo han sido rápidas, pero sus decisiones, hay que decirlo, no tienen impacto real en los migrantes.
“Es muy difícil para Guaidó tener un margen de maniobra concreto porque el control de las fronteras lo sigue teniendo la fuerza regular venezolana que está todavía con Maduro. Él puede poner como embajador como a Humberto Calderón en Colombia o puede poner representante en Estados Unidos o en algunos de los países que han reconocido esa misión diplomática, pero para aquellas personas que se acerquen a hacer trámites va a ser muy difícil que Guaidó o su equipo les resuelva su situación inmediata”, señala Jaramillo.
La idea que Guaidó representa es fuerte porque ha incrementado la expectativa de que Maduro salga del poder, pero eso no pasará en corto tiempo como lo preveían desde Colombia.
“Uno de los grandes cálculos que a Colombia no le salió era que Maduro iba a durar mucho más en el poder, y esto hace que esta política humanitaria de Colombia tenga un efecto muy ilimitado porque para que se pudiera dar una ayuda importante a esa migración tendría que haber un nivel mínimo de coordinación con Maduro y obviamente, por razones que todos conocemos, este gobierno las ha descartado”, explica Jaramillo.
Socorro Ramírez coincide con esa postura, pero hace énfasis en que a pesar de que no existan los niveles de coordinación entre Colombia y Venezuela, es el gobierno y las autoridades colombianas quienes deben tomar decisiones con esa realidad a cuestas.
“No tenemos relaciones diplomáticas y así está el panorama. No nos podemos quedar en ello. Colombia debe pensar a corto, mediano y largo plazo y entender que hay muchas modalidades para superar esta barrera.
Además, no es que Maduro caiga y Venezuela sea feliz inmediatamente, va a llevar décadas la construcción social y económica. Entonces, saquemos el asunto de la emergencia y volvámoslo una estrategia de inserción, ese esfuerzo no se ha hecho”, afirma Ramírez, quien se desempeña como profesora de la Universidad Nacional en el Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales (IEPRI).
Si Venezuela y Colombia ya no tienen ningún contacto y los países de la región siguen cerrando el “cerco diplomático” expuesto por el presidente Iván Duque, y si Venezuela eleva su discurso y su tono con Colombia, ¿cómo sacar a los migrantes de ese punto medio?
“A mi juicio, entre más se aísle a Venezuela, más se va a radicalizar el discurso y más van a ser víctimas estos migrantes porque están en medio del fuego cruzado en una disputa política. No se trata de legitimar a Maduro porque, obviamente, es un dictador, pero se trata de entender que hoy hay circuitos regionales que permitirían que, con el concurso de otros estados, al menos los de Suramérica, se pueda resolver la situación”, manifiesta Jaramillo.
Socorro es más enfática y afirma que la alianza con Estados Unidos se ha fortalecido alrededor del tema de Venezuela, pero con efectos que no solo son perjudiciales para Colombia sino para su relación con el continente.
“Ya venían de una diplomacia de micrófono y una vecindad tan estrecha no se puede manera a punta de ‘declaracionitis’. El gobierno colombiano ha pasado a jugar un protagonismo que manda mensajes equívocos porque los intereses de Colombia no son los mismos que tiene Estados Unidos frente a Venezuela” explica.
Y agrega:
“Le doy un ejemplo sencillo: esa ambigüedad en la tesis que tiene tanto Guaidó como Donald Trump de que “todas las opciones están sobre la mesa” es un mensaje que lejos de genera una discusión es una bandera del chavismo y la oportunidad para Maduro y todas las fuerza que él articula para abrir la discusión. Ellos lo saben y ellos lo harán: si hay un mínimo asomo de una intervención por parte de Estados Unidos, la reacción será total. Hace un mes todo cambió para mal”, dice Ramírez.
La integración social y otros procesos positivos que han llegado a Colombia de la mano de los 5.000 migrantes que atraviesan la frontera, para quedarse o para irse, son otros de los grandes damnificados en el manejo de la crisis.
“No hay un caso de éxito total, pero los países lo han resuelto. Es claro que para Colombia y no solo me refiero al gobierno sino a nosotros como colombianos esto es nuevo. No estamos acostumbrados, pero esto nos puede abrir un panorama de posibilidades y es bueno verlo así”, afirma Socorro.
Mientras, Jaramillo dice: “es complicado encontrar una coyuntura de una migración que haya sido exitosa. Yo pensaría que Europa al ser un continente tan multicultural en el que ha triunfado eso a pesar de los hechos recientes es, si se quiere, el fenómeno más exitoso de integración cultural y que se sacraliza en la Unión Europa y su consigna ‘Unidos en la diversidad’. Es difícil aplicarlo a Colombia porque no tenemos una coyuntura histórica de grandes procesos migratorios”.
Colombia ha ido poco a poco. El Permiso Especial de Permanencia, la Tarjeta de Movilidad Fronteriza, el acceso a salud, educación o empleo, la extensión de la vigencia de los pasaportes vencidos son pasos necesarios, pero cortos para este éxodo sin precedentes.