A Geraldine Moreno le gustaba participar en las movilizaciones en contra del régimen de Nicolás Maduro que se hicieron en 2014, año en que empezó a gestarse la desobediencia civil en Venezuela hacia la gestión del chavismo.
El 19 de febrero de ese año, Rosa Orozco, madre de Moreno, le había dicho a su hija que quería descansar ese día, pero la respuesta fue tajante: “Mamá, Venezuela no espera por ti”. Y salió a protestar en la ciudad donde nació, Naguanagua.
Minutos después de que Geraldine fue a la manifestación, a Rosa le dijeron que su hija había sido herida.
“Salgo a la entrada de la urbanización y veo a mi muchacha en el piso con la cara tapada”, dijo Orozco.
La muerte de Geraldine Moreno, por sus características de tratos crueles e inhumanos, permanece en la memoria del imaginario venezolano, en especial de los ciudadanos que perdieron a sus familiares durante las protestas de 2014.
La joven deportista y estudiante de Citotecnología fue asesinada por funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana, quienes le dispararon perdigones en la cara y el cuerpo.
Geraldine fue trasladada a la Clínica Metropolitana. Allí los médicos informaron a los familiares que la estudiante había perdido el ojo derecho y 80% de la masa cerebral.
A pesar del diagnóstico, Rosa Orozco afirmó que su hija pudo articular sus últimas palabras: “¡Bendición! Te espero en libertad, no dejes la calle”. Fueron cuatro días de agonía, el 22 de febrero falleció.
Por el crimen, el Ministerio Público condenó a 30 años de prisión a Albin Bonilla Rojas, sargento de la GNB; y a 16 años y seis meses a Francisco Caridad Barroso, también militar.
A Bonilla lo culparon por el delito de homicidio calificado con alevosía por motivos fútiles y trato cruel en grado de complicidad. A Barroso lo acusaron de complicidad no necesaria y uso indebido del arma orgánica, quebrantamiento de pactos y convenios internacionales, y trato cruel a la víctima.
Sobre el proceso judicial, Orozco señaló que fueron 33 meses de juicio, en los que difirieron siete audiencias.
“Fue el deber del Ministerio Público hacer su trabajo, no pedirles favores”, aseveró.
Luego de tres años del asesinato de Moreno, la convicción de Rosa Orozco sigue intacta. Consciente de que su hija no la acompaña físicamente, considera que siempre la tiene presente en su espíritu. “Nadie me va a quitar el estar con ella”.
Asimismo, se sintió comprometida con los cuatro meses de protestas de este año, pues tiene presente la promesa que le hizo a su hija en la tumba: “Te voy a regalar un país democrático, a ti y a todos los caídos”.
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