“¡Indestructible!”: al ritmo de un clásico de la salsa terminan los episodios de “Superbigote y su mano de acero”, un dibujo animado que rinde gloria a Nicolás Maduro, quien, cual Clark Kent, se transforma en superhéroe para enfrentar a los enemigos de Venezuela.
Nada queda al azar. Un “SB” en el pecho por Superbigote… o por el prócer Simón Bolívar. Traje rojo, capa y calzoncillo azul a lo Superman, con un casco de construcción con la bandera nacional y la mano y antebrazo de acero.
Diez años después de la muerte del populista Hugo Chávez (1999-2013), Maduro, ungido por su antecesor, sigue la estrategia de la propaganda y el culto a la personalidad para inflar su popularidad.
¿Un héroe?
Superbigote de hecho fue encargado por la propia Presidencia venezolana en 2021, según una fuente cercana al proceso creativo. La idea era convertir al mandatario en un héroe que lucha “en la guerra contra el imperialismo” y los problemas del país.
El villano en la historia es un rubio enmascarado en la Casa Blanca.
Superbigote lucha contra un topo mecánico que priva al país de electricidad, o contra un monstruo que impide la llegada de vacunas contra el covid-19. Está un Frankenstein creado por la CIA o extraterrestres infiltrados, todo con la complicidad de caras conocidas de la oposición caricaturizadas con mofa.
El personaje está muy presente en gorras, camisetas, en murales en plazas de Caracas, Valencia u otras ciudades, se vende como muñeco a 15 dólares, casi tres veces el sueldo mínimo. Y durante el carnaval, niños y adultos lo usaron como motivo de disfraz.
“Esto no es un culto a la personalidad, esto es amor a la patria”, opina Balbina Pérez, de 65 años de edad con su camisa de Superbigote. “Es un líder, guerreando con nosotros y nosotros lo apoyamos”.
“No es improvisado”
El propio Maduro se refiere a sí mismo como Superbigote y a su esposa, Cilia Flores, como Supercilita, supuestamente en clave de humor, pero el historiador Elías Pino Iturrieta, profesor universitario y especialista en el culto a la personalidad, considera que no es improvisado.
“Debe estar muy bien pensado y muy bien respaldado”, explica a la AFP.
Autor de El Divino Bolívar, Pino Iturrieta sostiene que el personaje cuenta ya con el aval del partido de gobierno y los militares, principal sostén de Maduro. Una réplica inflable estuvo presente en el desfile de las Fuerzas Armadas por el Día de la Independencia, al que por cierto, Maduro no acudió.
“Chávez jamás se hubiera presentado con capa en el Superbigote para salvar como si fuera el Chapulín Colorado, esos elementos no están vinculados a Chávez”, explica a la AFP el reconocido analista político Luis Vicente León.
Pino Iturrieta considera que se trata de “buscar un imán, algo que llame la atención, que distraiga, que diga que no estás viviendo en el infierno”. “Es un truco de circo, genial como marketing, pero lamentable como desprecio al pueblo”.
Aunque el país mostró signos de recuperación en 2022, Venezuela entró 9 años antes en una seria crisis económica que provocó una contracción de 80% del PIB y una hiperinflación que diluyó el poder adquisitivo y llevó a unos 7 de los 30 millones de habitantes del país a migrar por mejores condiciones de vida.
El gobierno culpa normalmente a Estados Unidos de la situación.
“El lugar central”
La política venezolana es totalmente personalista, estima Daniel Varnagy, doctor en ciencias políticas. “El venezolano necesita hacerse de un nombre convertido en un símbolo”. Y el principal símbolo, casi religioso, es Bolívar.
El culto a la personalidad en Venezuela de hecho se remonta al nacimiento de la República con una excesiva apología al Libertador.
Presidentes como José Antonio Páez (1830-35, 1860-63), Antonio Guzmán Blanco (1870-77, 1870-84), Eleazar López Contreras (1935-1941) y Marcos Pérez Jiménez (1952-58) utilizaron la figura del prócer con fines políticos.
Chávez agregó incluso el término “bolivariana” a la denominación del país, sumándose a todo lo que ya lleva el nombre del prócer: las plazas centrales, el aeropuerto, escuelas y más recientemente un nuevo estadio para 40.000 espectadores… como si Bolívar jugara beisbol, ironiza Pino Iturrieta.
Tras su muerte, el 5 de marzo de 2013, Chávez se convirtió en un referente “prácticamente mágicorreligioso”, señala Varnagy. Pero con el tiempo se “está comenzando a desplazar su magnitud e importancia”. No es que Chávez vaya a desaparecer, “no puede”, asegura Pino Iturrieta.
“Pero el lugar central lo ocupa Maduro. Cada vez menos Chávez y más Maduro… más Superbigote”.