El Parque del Este, o como fue rebautizado en 2006, Generalísimo Francisco de Miranda, muere lentamente. O, mejor dicho, lo están matando, según Marlene Sifontes, secretaria del Sindicato Unitario Nacional de Empleados Públicos del Instituto Nacional de Parques, Sunep-Inparques. Mirar hacia un lado es la única respuesta de las ineficientes autoridades a cargo de su preservación.
No es solo la insalubridad de sus baños, la maleza creciendo a sus anchas, la perenne falta de agua, la constante desaparición de las especies y la arbitraria construcción de espacios que atentan contra su gestión ambiental, entre muchos otros factores. Son los ‘secretos a voces’ —asegura Sifontes— sobre cómo, cuándo, por qué y para qué se hacen las cosas dentro de cada una de sus 82 hectáreas lo que amenaza verdaderamente su futuro.
El verde pierde la batalla y el cemento, por mucho, lo reemplaza en una historia de años de abandono e improvisación.
«No asumo la paternidad de nada que yo cree y sea modificado». La frase fue pronunciada en 1975 por el artista plástico y paisajista brasileño Roberto Burle-Marx, creador del segundo pulmón de Caracas, modelo en América Latina. Hoy, su obra paisajística, Bien de Interés Cultural de la Nación, según la Gaceta Oficial 36.490, ha cambiado completamente su paisaje, víctima de la indolencia y la desidia.
Esta pintura natural, denuncia Sifontes, está llena de cicatrices que no se curan y de nuevas heridas que son cada vez más profundas. El paisaje es desolador. Subraya, además, que las políticas públicas (o ausencia de) de las que ha sido víctima la obra, la sumen en un estado de vulnerabilidad difícil de recuperar si no se actúa rápido, con conciencia.
“Tenemos desde el 2011 enfrentándonos con un Frente que les abrió las puertas a los problemas”
Una década en decadencia
“En Sunep somos críticos de la administración pública donde nos desempeñamos, así pues, no saldrá de mi boca otro nombre que el del Parque del Este”, aclara Marlene Sifontes antes de describir el por qué de sus declaraciones.
«El Frente Francisco de Miranda y sus imposiciones fueron el punto de partida. La decadencia y la miseria se volvieron nuestra compañía después de su llegada», declara, recordando que siempre hubo denuncias: pequeñas construcciones dentro de las áreas y las deficiencias en el sistema de Inparques eran reiterativos. «Pero nunca al punto de hoy día», recalca.
El Sistema Nacional de Parques, dice, es uno de los servicios públicos más importantes de Venezuela. «Es un sistema estratégico en cualquier país y debería serlo más para nosotros que somos el noveno más mega diverso del mundo. Tenemos un 22% del territorio; entonces señores, si tienen casi el 80% del país para hacer realidad sus planes y edificaciones, para hacer a diestra y siniestra lo que les plazca, ¿por qué se empeñan en hacerlo dentro de nuestras áreas protegidas?».
El ente rector, Inparques, y el Ministerio del Poder Popular para el Ecosocialismo, señala, relajaron la norma y cambiaron los planes de ordenamiento a su gusto.
“Josué Lorca es el actual Ministro-Presidente. Tiene un cargo compartido en el Ministerio e Inparques, despacha y se da el vuelto”, asegura Sifontes
«Este señor justifica lo que pasa alardeando que la tecnología y la utilización de métodos más sofisticados reducen el impacto ambiental en el parque. ¡Por el amor de Dios! Nada tiene que ver ese tema porque hablamos de un reservorio. En el artículo 127 de la Constitución bien se señala que ‘somos los responsables de garantizar que las generaciones futuras disfruten de esa biodiversidad con la que ha sido privilegiada Venezuela».
Parque del Este, de agresiones y política
«Los que cuidan las matas». Según Marlene Sifontes, quien cumplió 30 años de servicio en el organismo, así era conocido Inparques. Fueron invisibles durante mucho tiempo. Por eso, cuenta, cualquiera podía llegar a su presidencia. «Tuvimos hasta vendedores de carros como máximas autoridades», señala. «Sin embargo, a pesar de existir una notable corrupción administrativa, no se habían metido con nuestras zonas de resguardo». La política no había pisado el instituto. Hasta 2011.
“Puede que la memoria selectiva sea el mal de muchos”, acusa. “Pero no el nuestro”
El primer aviso llegó cuando la nao Santa María fue sustituida por el Buque Leander, obra que se completó en dos años, mucho más de lo previsto, dejando un hueco enorme y peligroso en medio del Lago de botes. Le siguió una trágica cadena de eventos desafortunados que involucró la utilización del vivero didáctico del parque como basurero, área que también está siendo debilitada por un sistema de riego que se desborda y aún no tiene arreglo. «Esto pasa en las narices de la actual directora general de Parques y Recreación, Katherine Gavidia, cuya oficina está al lado. Lo sabemos de primera mano porque en la dirección, justamente, estamos nosotros».
Según describe, las plantas se mueren, la infraestructura se cae y los animales desaparecen. «Pero nadie sabe nada».
«Ese uno de los secretos mejor guardados entre las autoridades: no hay conocimiento de gestión ambiental, pero pretenden que lo hay”
Los animales desde adentro
Lamentablemente, indica Marlene Sifontes, no ha habido una gestión favorable desde Aura Quintero, zootecnista y experta a cargo del área de fauna. Hoy solo 2 cuidadores, de los 12 que había, prestan servicio.
«Estos animales no pidieron estar aquí y siguen muriendo en extrañas circunstancias», aclara. «Hasta el sol de hoy, Inparques no ha dicho qué pasó con el jaguar Caroní, por ejemplo; sabíamos que estaba enfermo, que murió y pusieron a otro en su lugar traído de El Pinar, pero jamás esclarecieron el caso», aseguró. «También está el caso de la nutria Kalíope». Autoridades dijeron que falleció de una infección, que no fue la misma causa que citó Inparques en su comunicado oficial.
Actualmente, sin incluir las aves, se contabilizan 3 felinos, 7 nuevos monos, 2 perros de agua, 2 cocodrilos y muchos morrocoyes. «También tuvimos un grupo grande de peces que fueron donados por la Embajada de China; estaban en el Lago 1 del parque, pero un día, hace unos 3 años, amanecieron muertos. Nadie sabe; nadie supo».
Todos salen de sus jaulas a las 9:00 am y son regresados en punto de las 4:30 pm. Están sujetos a la exposición diaria, y no solo se enfrentan a un público que pita, sisea, grita y demanda inmediata atención, sino a las precarias condiciones que los rodean: aguas pútridas, de un verde oscuro casi ennegrecido por el moho que producen los líquidos encapsulados que no se limpian con regularidad; enormes masas de jejenes y zancudos revoloteando sus alrededores, posiblemente, debido al mismo desaseo. Al paisaje se suma una palpable tristeza por el abandono.
Aviario, ni la sombra de lo que fue
«El aviario es la zona que más tristeza da. Es la mayor prueba de la desidia», advierte Sifontes. «Un 60% de las especies originales ya no está, y la responsabilidad no recae solamente en la salmonela o la enfermedad de New Castle que mató a muchas y levantó una alerta en el parque, sino a la precariedad de atención por la falta de personal», destaca.
Tucanes desaparecen y las aves que reemplazan a las antiguas ni siquiera se sabe de dónde provienen. «No son de Venezuela. Y siempre fue la regla: enseñar la fauna del país».
Dos grullas reinan en la antigua jaula de la popular águila arpía, Morena, y las guacamayas y los loros siguen llenando los espacios que les pertenecían a los gavilanes, lechuzas, búhos (solo queda uno) o los Cari caris encrestados y sabaneros.
“Hubo, en su momento, unas 350 especies. no queda ni la sombra”
«No sabemos si hasta fue culpa de las ratas que se colaban dentro de las jaulas a deshoras o los mismos monos que a veces se escapaban y lograban traspasar las compuertas», ataja. Ya no existen los letreros con los nombres científicos de cada especie que hacía vida en el parque.
Canarios, semilleros, turpiales y tucanes, cuyo número es mayor al resto, revolotean por doquier siendo detenidos por paredes y rejas; otras especies se aíslan entre sí para no entorpecer sus rutinas. La interacción con el público se la ganan las guacamayas, pero hasta los loros miran inertes sin responder a quien trata de sacarles conversación. «Las aves están, las pocas que quedan, pero da lástima verlas», advierte Sifontes.
Especies botánicas
Existe, actualmente, una gran invasión de plantas parásitas. Las tiñas están acabando con los árboles al igual que el guatepajarito. «Este último es un parásito de hermoso verde fosforescente que mata los nutrientes de la planta chupándose el agua de las raíces y secándolo por completo», describe Sifontes.
Destaca, también, que el Parque del Este es víctima de la tala de árboles por trabajo fitosanitario sospechoso. «Eso debería ser un trabajo preventivo, pero no es así. No están salvando, están machacando», señala. En resumen: hay poca gente preparada y los obreros no saben cuándo podar. Tratan al parque como si fuese un terreno y no un lugar silvestre.
José Matute, biólogo, antiguo jefe del vivero didáctico y ahora secretario general del sindicato, ha señalado durante mucho tiempo que en el área central del parque hay árboles milenarios. Existe una zona donde abundan los Jabuticabas (especies brasileras de las que brotan uvas) y todos se están secando.
“Para que un árbol así muera, es difícil. Tiene que estar pasando algo más”
Tampoco se puede, aunque pasa, culpar al clima de lo ocurrido con el gramaje y su resequedad. «El parque fue pensado para poder ser sustentable en sí mismo», rescata Marlene Sifontes.
«Tenemos reservas de agua privadas. Son 9 tanques enormes que se construyeron y diseñaron de tal manera que no afectaran el consumo de la ciudad. Hoy, paradójicamente, están surtiendo de agua a gran parte de Caracas, y son cientos de camiones cisternas los que salen llenos todos los días de nuestro estacionamiento». Se estima que, con cada viaje, la carga es de entre 8.000 y 10.000 litros de agua.
El terrario
Una de las áreas mejor conservadas es el terrario. «Es una concesión privada e Inparques no tiene injerencia en ese tramo», resalta. «Cada vez que alguien entra, se sienten visitando el parque que alguna vez fue. Ellos han mantenido su concepto: educan, muestran y conservan. Las serpientes, arañas escorpiones, entre otras especies, están intactas», expresa. La entrada cuesta $3.
De los 200 trabajadores que formaban parte de la plantilla del parque, entre las que destacaban cuadrillas de limpieza, rescate, orientación, investigadores, seguridad, entre otros, si quedan una veintena es mucho. Al parecer, la contratación de empresas outsoursing para hacerse cargo de tareas como la limpieza de los baños y el cobro de estacionamiento, son más confiables para las autoridades y entes rectores, afirma Sifontes.
«El personal que comenzó con la gestión de Inparques hace décadas percibe un sueldo de $4 mensuales; a los miembros de las empresas privadas, $60 quincenal… Pero no hay dinero para nosotros. Nunca lo hay», denuncia.
La Carlota, Skate Park, Brinca Este
Para Sifontes, el primer paso hacia la completa violación del Sistema de Parques fue la concepción del Parque Bolívar, la extensión de terreno justo en el área de La Carlota, adyacente al Parque del Este.
«La idea es buena, pero sin la venta de bebidas alcohólicas en los restaurantes que se han abierto o el empeño de traer la ciudad al parque con sus encuentros de emprendedores, foodtrucks, tarantines y eventos musicales», enlista.
El espacio, dice, es coordinado por la Gobernación de Miranda, cuya máxima autoridad, Héctor Rodríguez, también tiene su oficina. «Al menos deberían tener una entrada propia, pero ni eso. Todos entran por el Parque del Este, dañándolo, sobre todo porque hay ingresos hasta altas horas de la noche, algo que no está permitido según el estatuto y la normativa de Inparques», añade.
Actualmente, se construye una monumental concha acústica en donde estaban dispuestas las canchas de arena que funcionaban para la práctica deportes como fútbol o voleibol. Las gradas situadas para el disfrute de los mismos son obstaculizadas por la inmensa estructura de cemento y vigas. Se tiene prevista su inauguración para mediados de octubre y la banda invitada será Caramelos de Cianuro.
La construcción del Skate park y Brinca Este, a su vez, van en contra de la razón de ser del parque, decreta Sifontes. «Si bien es cierto que están hechos con materiales ecológicos y reciclables, cosa que es excelente, debieron haberse pensado para hacerse fuera de este ecosistema paisajístico», subraya.
«Es una agresión que mancha su historia y amenaza la oportunidad de ser reconocidos como Patrimonio de la Humanidad», reitera. «Están tatuando el parque con ideas asonantes; lo están hiriendo por todas partes y nadie hace nada al respecto».
Advierte también que está sobresaturado y, a pesar de eso, siguen actuando en su contra. «Inparques permitió esto. Cuando se presentó este proyecto, las firmas de las autoridades lo avalaron sin pensar en las consecuencias». Se refiere a la enorme cantidad de basura acumulada, incluso habiendo personal del mismo Brinca Este recogiéndola; la contaminación lumínica y sonora que afecta a las especies, los desechos humanos como heces fecales y orina por falta de funcionamiento de los baños del parque; cigarros y marihuana, la economía informal llenando los espacios los fines de semana, algo que está prohibido.
“Y eso es solo lo que se ve, imagínate lo que no se sabe”, añade.
El Parque del Este cierra a las 6:00 pm, lo que pasa después es responsabilidad de supervisores externos o concesiones cuyo personal de vigilancia, taquilleros y supervisores no conocen los reglamentos. Hasta el momento, la entrada es grates para el visitante. Para los deportistas y los que ingresan a deshoras, es otro el cuento. Cobran 1 o 2 dólares -o su equivalente en bolívares- al entrar por ambos estacionamientos. Después de las 5:00 de la tarde y hasta entrada la noche, puede aumentar el costo.
El horario de Brinca Este, según sus redes sociales, es de LUN a JUE de 11:00 am a 8:00 pm. De VIE a DOM, desde las 11:00 am hasta las 9:00 pm. Horas que no se han cumplido a cabalidad porque han estado abiertos hasta las 11:00 pm intentando sacar a la gente que se rehúsa a abandonar sus espacios.
Una plegaria
«Entran 200 personas por hora y, claro, la conciencia debería también ser del ciudadano. ¿Cómo es posible que hagan sus necesidades en el área de fauna porque los sanitarios están cerrados o no tienen agua? Aquí los verdaderos responsables son las autoridades de Inparques», sentencia.
«Hay muchos nombres conocidos involucrados, pero nadie sabe a ciencia cierta quién está detrás de la empresa que construyó Brinca, por ejemplo», señala. «En esa hondura no me voy a meter».
Sifontes hace un llamado a Nicolás Maduro, instándolo a que recuerde el caso del Parque Nacional Morrocoy, cuando hace algunos años eliminaron 1.000 casas que fueron construidas arbitrariamente en sus espacios.
«El ingeniero José Rafael García y el insigne Mario Aldo fueron claves en aquella demolición que atentaba contra el ecosistema. Si eso se pudo hacer hace años, cómo no puede hacerse hoy día con toda la tecnología y los avances que tenemos, rescatando las palabras del ministro-presidente», enfatiza. «Tomen consciencia y entiendan la responsabilidad que tengan en sus manos. Uno de los principios de la gestión ambiental es siempre ir a más conservación, no a menos», concluye.
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