Han pasado casi 2 semanas desde que se llevaron a cabo los comicios presidenciales en Venezuela. El domingo 28 de julio, la máxima autoridad electoral en el país, el CNE, ratificó al candidato chavista Nicolás Maduro como mandatario reelecto. Este hecho, sin permitir la presencia de testigos de la oposición en el proceso de totalización de los votos y sin proporcionar acceso pleno a las actas de escrutinio que respalden los resultados emitidos.
No pasarían 24 horas para que en todo el país, así como desde la comunidad internacional, comenzara la ola de críticas y desaprobación en medio de un proceso catalogado como fraudulento.
Miles de manifestantes decidieron salir a las calles y mostrar su descontento, acción que hasta la fecha tiene contabilizados por el Foro Penal Venezolano 1.152 personas detenidas (entre ellos 101 adolescentes y 5 indígenas), contrario a las 1.062 que el fiscal general, Tarek William Saab, aseguró están privadas de libertad desde que pusieran en duda “la transparencia de nuestros procesos y atentaran contra la paz de la nación”.
Desde la ONG, también encargada de monitorear y denunciar la situación de presos políticos en Venezuela, y defensora de disidentes u opositores a las políticas del régimen, aseguran además que la cifra de muertos tras las represiones llevadas a cabo por la Fuerza Armada Nacional y la Policía Nacional Bolivariana escaló a 24, en un intento brutal por ahogar los reclamos de los venezolanos.
Los abusos, no obstante, han sido constantes no solo por agentes de la fuerza pública. La abierta actuación y violencia ejercida por agrupaciones paramilitares conocidas como “colectivos” y de civiles armados proclives a Nicolás Maduro, también han dejado mella en los ciudadanos quienes confiaban que, a través de su voto, empezarían a transitar el camino hacía el rescate de la democracia y la reinstitucionalización del país.
Fraude, miedo, represalias
Como observadores, la comunidad internacional respalda a la oposición y a los que considera “resultados reales”: 24.532 actas que reflejan un triunfo contundente del candidato Edmundo González Urrutia, con el 67% de los votos sobre Nicolás Maduro, que habría obtenido el 30%. El primero venció al segundo en los 23 estados del país y el Distrito Capital.
Dichos comprobantes fueron recolectados, escaneados y totalizados por la oposición, y el pasado viernes se publicaron en una página web, que además permite buscar con el número de la cédula el resultado de la mesa de votación donde el ciudadano está inscrito.
En América, países como Perú, Argentina, Uruguay, Ecuador, Costa Rica y Panamá instaron a Nicolás Maduro a reconocer “el resultado real” de los comicios de Venezuela, tras haber examinado actas y documentos recopilados por la oposición que serían “casi imposible de falsificar”.
El resultado real de las elecciones está claro y el mundo puede verlo: Edmundo González obtuvo la mayoría de los votos, concluyen
Colombia, México y Brasil, por su parte, armaron una comisión tripartita en la que sostienen “conversaciones” con ambas partes (oficialismo y oposición), pero sin tratarse de una “mediación” formal porque ninguna de las partes lo ha solicitado.
En el ínterin, el candidato oficialista presentó un recurso contencioso electoral ante la Sala Electoral del Tribunal Supremo de Justicia para que haga un peritaje y certifique los resultados de las elecciones presidenciales. Su triunfo con el 51,2% de los votos es “real e irrefutable”, dijo, pidiendo al máximo tribunal que atienda «este ataque contra el proceso electoral», que calificó como un «intento del golpe de Estado», y que aclare «todo lo que haya que aclarar sobre este proceso».
Sin un panorama claro de lo que ocurrirá, y con los candidatos presidenciales llamando a marchar y concentrarse en “sana paz” con el fin de que se haga justicia, el miedo ha aumentado y la represión no termina: se llevan a dirigentes políticos sin orden de allanamiento o captura; los periodistas -hasta ahora 10- son encarcelados por reportar lo acontecido, presentados en tribunales, imputados como terroristas y expulsados del país (en caso de trabajar para medios internacionales) y las persecuciones por videos expuestos en redes sociales se quintuplicaron en cuestión de días.
Hora de continuar
Cuando se cumplirán este fin de semana 15 días del proceso electoral, venezolanas y venezolanos van retomando rutinas. Hay que continuar. Ese, por ejemplo, el mensaje del Consejo Nacional del Comercio y los Servicios (Consecomercio) que, a través de un comunicado este 8 de julio, exhortó, por el bien de la economía, a salir a trabajar y continuar recuperando los sectores que tanto lo necesitan. Pero siempre “en paz”.
El organismo subraya la necesidad de generar escenarios de confianza y crear condiciones de certidumbre, mediante negociaciones entre ambas partes que contribuyan a superar la crisis electoral y así poder reactivar la productividad en Venezuela.
“Una economía paralizada afecta directamente al ciudadano en general, lo que profundiza la crisis que enfrenta el país. Consideramos que la vía para la resolución de los conflictos es la paz”
Asimismo junto a los comerciantes y prestadores de servicios del país, abogan por el respeto de la propiedad privada y pública. “Hacemos un llamado para la protección de los derechos tanto de los empresarios como de la población, a fin de continuar satisfaciendo las necesidades de bienes y servicios de los venezolanos”.
Por su parte, la segunda vicepresidenta de Fedecámaras, Tiziana Polesel, en entrevista para Mundo UR, hizo un retrato del panorama comercial. “La semana anterior a las elecciones se produjo una compra mayor; la siguiente semana hubo una inestabilidad importante, con difícil acceso de los trabajadores. Hubo una especie de semiparalización”.
Agregó que en la que va en curso, “hay una recuperación lenta, pero que varía nuevamente de acuerdo a regiones y sectores”. Aún no se puede hablar de normalización. “Se están haciendo esfuerzos, se está conversando para mejorar la realidad de los sectores”.
En Venezuela, lo que está a la vista…
Lo proclamado por Polesel quedó en evidencia en un recorrido hecho por El Nacional por Caracas. Desde Petare, atravesando El Marqués, Boleíta, Los Palos Grandes, Altamira, Chuao, El Cafetal, Concresa, Prados del Este y Alto Prado, Baruta, Los Naranjos, La Trinidad, Chacaíto, Sabana Grande, Plaza Venezuela, Bellas Artes, La Hoyada, El Silencio, y demás zonas de gran movimiento comercial en Caracas como Quinta Crespo.
Ni a media máquina ni a toda mecha, pero la capital recupera su ritmo. El paso veloz de los automóviles ya resuena en las autopistas con más frecuencia, se escucha el corneteo de los autobuses, incluso los gritos de los colectores señalando, entre piropos y humor, sus rutas de embarque.
El tránsito en las más importantes avenidas como Libertador, Francisco de Miranda, Andrés Bello, Baralt, Universidad, Urdaneta, Paseo Los Ilustres, Río de Janeiro, El Cafetal, es muy nutrido. No obstante, sin llegar a hacerse trancas como las acostumbradas en la ciudad.
El vaivén de carros nunca bajó en número y en horas pico como el mediodía, se relentizaba, pero no llegó a paralizarse. Lo mismo que en las autopistas de Prados del Este, Francisco Fajardo, Valle Coche o Gran Mariscal de Ayacucho.
Talleres, panaderías, supermercados, farmacias, restaurantes, perrocalenteros y areperas, abrieron desde temprano y cumplirían, según lo comentado, sus horarios habituales. Sin embargo, comercios más pequeños como librerías, papelerías y tiendas de ropa para niños, pijamas y lencería, que abundan entre los negocios de a pie, cerrarían entre las 3:00 y las 4:00 pm; par de horas antes de su horario normal.
“No podemos pararnos más”, comentó Alejandra, encargada de una popular panadería en la zona de Chacaíto. “La semana pasada todo fue muy confuso, no sabíamos qué iba a pasar y no trabajamos, pero del negocio dependen alrededor de 30 personas. No podemos dejar de producir”. Alejandra no es su verdadero nombre. Pidió no ser identificada.
Así como Alejandra, muchos de los encuestados coincidieron en que no podían dejar de trabajar. “Un día perdido, es uno donde no se come en mi casa”.
José (no es su verdadero nombre), malabarista entre las intersecciones de algunas de las zonas más concurridas por los transeúntes como Los Dos Caminos y Plaza Venezuela, comentó que salió de su hogar la semana después de las elecciones y todo estuvo paralizado.
«No había nadie en las calles, ni un alma, a menos que hubiese convocatoria a marchas. Yo salí porque tengo que llevar comida a mi casa de todos modos, pero no hice mucho”. Esta semana, no obstante, ha visto más gente. «Hasta caminando y haciendo ejercicios. Todo está más normal desde este lunes”, recalcó mientras sacaba sus pelotas de goma y se iba a recolectar lo poco o mucho que recibía por sus acrobacias.
Autolavados, talleres, licorerías, camiones de distribución y despachos, e incluso de materiales para seguir construyendo cantidades de obras inconclusas como edificios y centros comerciales, estuvieron a la orden del día junto a sus trabajadores. Vendedores ambulantes volvieron a las autopistas con sus tostones y cables para celulares, mientras los parques y zoológicos también estaban abiertos y con un notable número de visitantes.
Sistemas de trasporte como el Metro, Metrobús, Metrocable, líneas de taxis, rutas troncales, y hasta el teleférico Waraira Repano estaban activos, sobre todo con niños quienes esperaban seguir disfrutando de sus vacaciones antes del nuevo año escolar. Por su parte, campos de béisbol mostraban a los adolescentes con sus padres en partidos, y centros de deportes y clubes reunían a socios y familias en sus instalaciones.
“No creo que todo esté normal en Venezuela”, señaló el Felipe (no es su verdadero nombre), dueño de un taller mecánico de la Av. Principal de Maripérez. No quiso ser retratado, mucho menos dar su nombre. Teme que puedan llegar las fuerzas del régimen a su negocio.
“Todos queremos un cambio, pero tampoco podemos hacerlo si dejamos morir el país o nos descuidamos nosotros”, dijo. “Como ves, la zona está bastante activa, pero los ánimos no son los mismos. Abrimos porque debemos cumplir con nuestros trabajadores, debemos llevar comida a la mesa, pero eso no quiere decir que volvimos a la normalidad. No cuando tenemos miedo de expresarnos, de hablar, de decir algo que nos pueda perjudicar”, reiteró.
“Quiero poder decir lo que siento sin miedo a que alguien me escuche y me sapee”, manifestó Diego. Es parquero en uno de los mercados más populares de Caracas, el de Quinta Crespo. “Salgo a trabajar porque tengo que pensar en mis hijos. Tengo 5. Si fuera yo solo, no me importa hasta que me metan preso”.
Entre vendedores ambulantes, abundantes cuadrillas de limpieza, promociones de hortalizas y frutas frescas, ventas de chicha, jugos naturales y cachapas, arepas y empanadas, el oeste también se abre camino desde San Martín hasta La Victoria, El cementerio y Las Acacias, ruidoso, con música a todo volumen y gritos con ofertas y precios ‘imperdibles.
Redomas como las de Petare y El Paraíso y plazas como la Brión, Diego Ibarra, Plaza Venezuela y Altamira, siguen siendo epicentro no solo de inmensos grupos de palomas y pájaros. También de ciudadanos que aprovechan para pasar el rato, ver el fluir de los carros, tomar fotos y disfrutar en sus alrededores. E incluso compartir experiencias, ideas y pensamientos, en torno a Venezuela. Eso sí, viendo a todos lados, casi en silencio.