Luis Carlos Díaz no es solo un periodista: su vida y trabajo se han entrelazado con la difícil defensa de los derechos humanos en Venezuela. Detrás de su persistencia, reconocida con el premio Albies de la Fundación Clooney para la Justicia hace una semana, está su realidad marcada por el dolor, la resistencia y la lucha diaria en un entorno hostil.
Él se describe como una persona insistente, una cualidad que considera lo llevó a ese momento en el que se rodeó de figuras de renombre mundial y que, como él, se han dedicado a luchar por la justicia y la dignidad de las personas. Entre ellos, destacaron los organizadores George y Amal Clooney, quienes ofrecen una plataforma global para amplificar las voces de aquellos que sufren las graves violaciones de derechos humanos.
Luis Carlos Díaz recuerda cómo, a medida que se adentraba en el activismo, crecía a su vez la represión y censura bajo el gobierno de Hugo Chávez. Entre 2007 y 2009 se involucraba más en el ámbito de los derechos humanos, particularmente desde el Centro Gumilla, una institución jesuita que servía como plataforma para apoyar diversas organizaciones.
“Los problemas se hacían más complejos”
Desde allí, ayudaba a organizar eventos y capacitaba en el uso de herramientas digitales, un trabajo que se volvió determinante en un país donde la libertad de expresión comenzaba a ser perseguida. Para Díaz, el año 2010 fue clave. El régimen intensificaba sus ataques contra el espacio digital con dos reformas legislativas que regulaban el acceso a la información y la libertad en Internet.
La Ley Resorte y la Ley Orgánica de Telecomunicaciones se convirtieron en poderosas herramientas de censura.
“Empecé a considerarme una especie de defensor de Internet, un defensor de la libertad de expresión”, comenta a El Nacional.
Ya en 2009 en el país se registraban los primeros ataques digitales y en 2010 se presenciaban los primeros bloqueos de páginas web y detenciones de ciudadanos por tuitear. “Los problemas se hacían cada vez más complejos”, afirma el comunicador.
Narra cómo la represión evolucionaba con el tiempo en Venezuela: hackeos a plataformas, robos de cuentas, más bloqueos y un control férreo sobre el espacio digital. Pero, a medida que la represión aumentaba, no solo documentaba los abusos, sino que ganaba experiencia y ampliaba sus redes de contactos con otros ciberactivistas alrededor del mundo.
Las protestas de 2014 y 2017, reprimidas con brutalidad, terminaron siendo puntos de inflexión en su trayectoria. En 2014, su labor con las ONG continuaba, pero en 2017 su papel amplió su labor desde la radio, donde adquirió más notoriedad.
“En el 2017 ya había gente que me conocía más por el programa de radio que por las cosas que hacía en las ONG”, recuerda. Pero, en esencia, documentaba, denunciaba y difundía los ataques contra la libertad de expresión y los derechos humanos en Venezuela.
De periodista y defensor a víctima
Luis Carlos Díaz pasó en 2019 de ser un periodista y defensor de derechos humanos a convertirse en otra víctima del sistema opresor que denunciaba desde hace más de una década.
Funcionarios del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional lo detuvieron en marzo de ese año, acusado de ser uno de los responsables del apagón masivo que afectó a Venezuela, en supuesta conspiración contra Nicolás Maduro. Estuvo varias horas encerrado en El Helicoide, uno de los centros de reclusión más temidos en el país, donde también lo torturaron.
Esa experiencia lo cambió y su trabajo por los derechos humanos tuvo un nuevo significado.
“Es como vivir con una pareja abusiva y estás obligado a vivir con ella”, comenta a El Nacional. “El tema con el Estado es que tú vives en él y te rodea, te persigue y las amenazas se multiplican”.
La comparación con la violencia de género es una forma de exponer lo que muchos venezolanos viven: una sensación constante de vulnerabilidad, y sin posibilidad de una salida.
“Se siente una asfixia, esto no es romántico, no es una cosa deseable. Es una asfixia, una situación que te pesa, es oscuridad, pero, al mismo tiempo, si decides seguir caminando, descubres que puedes tener aliados, que no estás solo, que tienes gente dentro y fuera del país. Y que esta es una situación en la que, quien lo logre puede librar por todos”.
Sin embargo, en medio de esa oscuridad de la que habla, Luis Carlos Díaz afirma que encontró en la solidaridad una forma de seguir adelante y resalta que tanto dentro como fuera de Venezuela hay aliados que comparten el mismo empeño.
Hay “millones de víctimas” del Estado venezolano
Reconoce asimismo que no es el único afectado por los abusos estatales. Aunque identifica a ciertos grupos, entre ellos quienes han sufrido y sufren crímenes de lesa humanidad, destaca que el problema es mucho más amplio: el Estado, en su totalidad, falla y ataca a la población, lo que resulta en millones de víctimas en el país.
“En Venezuela hay patrones de persecución que te hacen saber que no vas a estar tranquilo”, asegura.
El ciberactivista también menciona la cruda realidad que enfrenta el país, con autoridades responsables de graves crímenes y que, lejos de reducirlos, siguen cometiéndolos. Y no solo eso: “Los abusos se han vuelto más sofisticados y retorcidos”.
“No es un premio únicamente para mí”
El premio Albies es un reconocimiento que Luis Carlos Díaz no se adjudica solo a sí mismo. Y, en lugar de verlo como un logro personal, lo enmarca como una muestra de la resistencia civil y colectiva en Venezuela.
“Es para las víctimas, sus familiares, los defensores de derechos humanos y los periodistas con los que trabajo. Es un reconocimiento a la insistencia de la sociedad civil venezolana”.
Además, se muestra seguro de que esto es un mensaje de que la Fundación Clooney para la Justicia tiene amplio interés en colaborar con el caso de Venezuela. El galardón que recibió, afirma, tiene una conexión con los esfuerzos de justicia en Argentina, en los que la organización estadounidense ha estado involucrada.
Subraya cómo, aunque existen muchos conflictos en la región y el mundo, la forma en que la sociedad venezolana enfrenta su crisis es única por su persistencia y coordinación en diferentes niveles.
También cree que lo seleccionaron para recibir el premio porque probablemente su perfil encaja en una compleja realidad en la que puede ser tanto víctima como defensor de derechos y periodista.
“No es un premio por que haya publicado un Pulitzer”, reconoce.
“No es romántico, es desgastante”
Luis Carlos Díaz reflexiona sobre el poder de las conexiones y el networking que tienen presencia en eventos como el de la Fundación Clooney, y cómo esos encuentros permiten establecer vínculos con otras personas comprometidas en la lucha por los derechos humanos. “Es muy lindo que eso ocurra dentro del evento”.
También enfatiza la estrategia detrás de los premios de la Fundación Clooney: captar la atención hacia temas importantes usando la influencia de figuras famosas, como el activismo de mujeres israelíes y palestinas o la lucha contra el matrimonio forzado de niñas en Malaui.
En este sentido, menciona un comentario del presentador John Stewart, quien describió estos galardones como “los premios Oscar de la valentía y el coraje”.
Durante la entrevista, compartió su entusiasmo por haber recibido el premio Albies junto a personalidades reconocidas como Nadia Murad, sobreviviente del ISIS, y María Ressa, periodista filipina que recibió el mismo premio Albies en años anteriores. Ambas, merecedoras del Premio Nobel de la Paz.
En opinión del ciberactivista, lo que une a estas personas es su capacidad de sobreponerse y buscar justicia a pesar de los fracasos.
“Esa vaina no es romántica, esa vaina es desgastante”, afirma Díaz, quien remarca que estas personas tienen una “terquedad” que las lleva a insistir y avanzar no solo por sí mismas, sino por los demás.
“Ese espíritu te hace sentir que ni estás solo ni estás loco”, añade.
Tres cambios desde las elecciones presidenciales en Venezuela
Luis Carlos Díaz observa tres cambios ocurridos desde las elecciones presidenciales el 28 de julio y que demuestran un agravamiento en la crítica situación política en Venezuela.
El primero, es la detención de niños y adolescentes, que considera gravísimo y que no se había visto de esta manera antes en el país. Manifiesta que este hecho representa un nuevo nivel de represión que vulnera derechos fundamentales.
El segundo cambio es una medida que califica de perversa: el establecimiento de cuotas de detenciones. Explica que los voceros del Estado anunciaban públicamente que querían “1.000 presos más” y luego las fuerzas represivas salían a cumplir esas cifras, deteniendo a personas de manera indiscriminada, casi como si se tratase de una “pesca de arrastre”.
Y menciona que, además de establecer cuotas, el Estado criminaliza a las personas antes de su arresto. “A los que agarremos los vamos a procesar por terrorismo e incitación al odio”, señala refiriéndose a una de las afirmaciones más preocupantes del chavismo.
“El Estado dice ‘a los que agarremos los vamos a procesar por terrorismo e incitación al odio’. Te están poniendo las penas antes de que te agarren y te lleven a un tribunal. Es la violación de todo”.
Díaz agrega en tercer lugar la persecución comunitaria ordenada por Nicolás Maduro. Con esto, abrió el espacio para que líderes comunales, miembros de los CLAP y las bases del PSUV delataran a sus vecinos o incluso a sus propios familiares. Esta estrategia, condena el periodista, rompe las comunidades, destruye la confianza y castiga a la población por haber expresado su voluntad en las elecciones.
El régimen queda en evidencia
El ciberactivista puntualiza asimismo que la situación se ha agravado en Venezuela bajo la atenta mirada de la Corte Penal Internacional, que investiga, precisamente, crímenes como la persecución política. Y además la Misión de Determinación de Hechos de las Naciones Unidas observa las violaciones de derechos humanos en el país.
Esta realidad transforma significativamente el contexto del trabajo de derechos humanos en el país, explica Díaz.
“Es como si los fiscales de tránsito estuvieran parados viendo el choque”, comenta.
Enfatiza que ahora las violaciones ocurren ante los ojos de la comunidad internacional, lo que marca una diferencia respecto a años anteriores, cuando las víctimas relataban crímenes cometidos en 2014, 2017 o 2019. Ahora, los investigadores están presentes y activos en el terreno.
El periodista recuerda que el panel de expertos de la ONU estuvo en el país cuando el gobierno “decidió robar” las elecciones, por lo que quedaron en evidencia. Para él, esto abre una oportunidad para aprovechar toda la presión diplomática y política disponible para reducir los crímenes de Estado en Venezuela.
En este contexto, Luis Carlos Díaz destaca la importancia de los reconocimientos internacionales, como el premio Václav para María Corina Machado o la discusión en el Parlamento Europeo sobre el Sájarov. Es un error, dice, asumir que todos están al tanto de lo que sucede en Venezuela, cuando en realidad muchas cosas aún no son conocidas fuera del país.
Denunciar e insistir “sí tiene sentido”
Incluso para aquellos que trabajan en prensa y derechos humanos, las revelaciones como las de la Misión de Determinación de Hechos sorprenden. Pone como ejemplo el resumen publicado recientemente, que menciona la violencia sexual contra niños y adolescentes detenidos, hechos de los que antes no se tenía conocimiento.
Subraya asimismo que estas revelaciones no provienen de rumores, sino de investigaciones serias de las Naciones Unidas.
El activista lamenta que haya quienes descalifican los esfuerzos por denunciar y que aseguran que organismos como la ONU y la CPI “no sirven” o están “vendidas” al régimen socialista. Además, advierte que dentro de esos detractores hay anónimos financiados por el propio gobierno para generar desesperanza.
Anoche pasó esto. Muchísimas gracias a la @ClooneyFDN y su trabajo por la justicia.
En #TheAlbies pudimos tener una noche de inspiración y un espacio para denunciar las violaciones de derechos humanos ocurridas en Venezuela. https://t.co/ZJ5Ww1sQcj— Luis Carlos 🏴☠️ One Piece (@LuisCarlos) September 27, 2024
Sin embargo, un premio como el que recibió, destaca Díaz, le da la oportunidad de decirle a su familia, a sus colegas y a las víctimas con las que trabaja que lo que han hecho tiene sentido. Y reafirma que, aunque la ruta hacia la justicia es larga, se están dando los pasos necesarios para que la justicia llegue.
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