VENEZUELA

Los pastelitos de gato, la mentira y el periodismo

por El Nacional El Nacional

En mis años de formación universitaria me correspondió liderar un equipo de compañeros –hoy notables profesionales del oficio– quienes debíamos todos, elaborar sobre la marcha, un completo periódico impreso en formato tabloide, que posteriormente saldría jubiloso de la bien dotada imprenta universitaria de LUZ. El propósito de la actividad académica, era poner a prueba las destrezas aprendidas hasta ese momento, y calibrar en el campo de la batalla profesional, las habilidades que son requeridas para ejercer a plenitud este noble oficio.

En un arrebato de creatividad, ubiqué como la noticia bandera (esa que rompe la primera página) una nota que denunciaba que los pastelitos que se expedían el cafetín de la escuela de economía, eran confeccionados con carne de gato y mejores aliños. Una fotografía de Giovanny Daboin, mostraba un gato joven y pizpereto, trepado sobre una de las mesas, dando cuenta de las sobras allí depositadas por los presurosos comensales. La especie que daba cuenta del origen de la carne; con la cual elaboraban los pastelitos, corría con insistencia por pasillos y salones de clases, pero nunca se comprobó que tal cosa fuera cierta. Aún así, la maledicencia de sus promotores la daba por cierta y así la promovían con el auxilio de radio bemba. Menos mal que no existían para ese momento redes sociales. También es posible que algún competidor del eficiente cafetín, mostrara un mayor interés en que la especie se difundiera. Gracias a nuestra ingenuidad, inexperiencia, irresponsabilidad y falta de malicia, nos hicimos eco del rumor, que más que rumor era un chisme indigesto, escandaloso y ruin. Nos pareció una gran noticia y así la publicamos.

El público lector celebró la ocurrencia reporteril, pero dos de mis maestros me reprendieron con extrema severidad. Al ser el editor-responsable de ese pasquín, yo debía haber cubierto los extremos de una práctica ética que comporta comprobar, que lo dicho era rigurosamente cierto. Que yo tenía una fuente confiable, acreditable, y que además existía manera de comprobar que lo dicho en la nota, soportaba el más riguroso examen a la hora de certificar la autenticidad de lo allí publicado.

El regente del cafetín se quejó en el extremo de su molestia, la cátedra nos obligó a publicar un derecho a réplica desmintiendo el bulo. El amargo sabor de la dura experiencia, sirvió al docente de la catedra, para ampliar los detalles éticos del oficio: no se debe mentir, por muy gratificante que resulte el efecto de una travesura como esta. Mentir no es bueno y el periodismo no debe difundir mentiras.

En un ranking imaginario sobre los mayores mentirosos de la historia aparece un colega: Richard Adams Locke (1800-1871). Este fue un periodista que publicó una serie de artículos falsos sobre la vida en la Luna en el periódico The New York Sun. Frank Abagnale Jr. fue otro estadounidense que engañó a medio mundo haciéndose pasar por piloto, médico, abogado y otras profesiones antes de cumplir los 21 años. Una exitosa película protagonizada por Leonardo Di Caprio y Tom Hank, rememoran la saga de este notable embustero, segundo en el line up mundial de la mentira. La historia de los pastelitos de gato quedó para el olvido, donde descansa en paz.

El flash back histórico viene a cuento, por una difundida especie (fake news) esparcida en principio por el comando de campaña de Donald Trump donde se advertía que, en la ciudad de Springfield, los migrantes haitianos cazaban las mascotas de los vecinos de este poblado, para resolver su yantar, con suculentas parrilladas al aire libre. El grotesco bulo, difundido antes del debate Harris vs. Trump, buscaba aguarle la fiesta a la candidata demócrata dada su condición de hija de migrados caribeños. La controversia comenzó con una publicación en Facebook que alegaba que los inmigrantes habían comido el gato de una amiga de la autora del post. Esta afirmación se propagó rápidamente y fue amplificada por figuras políticas de la derecha, incluyendo a J.D. Vance, candidato republicano a la vicepresidencia.

El republicano defiende el rumor, sin presentar evidencia alguna que lo respaldara. Las autoridades locales y el alcalde de Springfield han desmentido estas acusaciones, afirmando que no hay pruebas de que los inmigrantes haitianos están involucrados en esos desagradables actos. El gobernador de Ohio también negó rotundamente las afirmaciones y destacó que muchos de estos inmigrantes están en el país legalmente y contribuyen a la estabilidad de la sociedad local. Los haitianos consultados desmintieron la especie, argumentando inclusive que perros y gatos no entran en los protocolos del vudú.

Erika Lee, la mujer que subió el primer posteo que abrió el debate y desató la polémica al respecto, se mostró arrepentida y afirmó que su intención no era que la situación escalara de esta manera. Simplemente, explotó y se convirtió en algo que no quería que sucediera. «Siento lástima por la comunidad haitiana. Si yo estuviera en la posición de los haitianos, también estaría aterrorizada, preocupada de que alguien me persiga porque piensen que estoy dañando algo que aman y que, repito, eso no es lo que estaba tratando de hacer», remarcó.

Una trivial confrontación –en apariencia, solo eso– pone en evidencia la más dramática condición de la sociedad actual. La crisis de la posmodernidad incluye en su menú conclusivo la demolición progresiva de las certezas que construyen nuestra realidad y nuestra civilización. Esa deconstrucción populista corrompe la información y conspira sin rubor alguno para frivolizar nuestra vida institucional, la democracia y sus instituciones. En favor de ese populismo mentiroso e irresponsable, corre en su auxilio para favorecerlo, la mentira. Dicho de otra forma, el populismo brinda certezas en un mundo de mucha inseguridad e incertidumbre. Nos cuenta relatos sencillos para realidades muy complejas, y se ocupa con gran celo de reivindicar experiencias frustrantes dotándolas de un gran sentido épico. Let”s make América great again, o rescatemos la Gran Patria de Bolívar, no nos dicen cómo funciona esa hoja de ruta. Para esa tarea nada más útil que mentir.

El propio perro cobero

Donald Trump ha levantado su propio muro de la desinformación mentira a mentira durante su presidencia. En total, desde el 20 de enero de 2017 –cuando tomó posesión– y el 12 de enero de del 2021 siendo este el último día del que tiene registro The Washington Post, el expresidente ha contado más de 30.000 mentiras. La curva de la mentira de Trump no ha dejado de crecer durante su mandato. Un día después de la toma de posesión ya acumulaba 13 declaraciones falsas o engañosas. A mitad de mandato, la cifra subía a más de 7.000, que son pocas si se comparan con las que dijo en fechas cercanas a las elecciones, cerca de 29.500 mentiras. De hecho, hay una jornada que destaca de manera especial. El 2 de noviembre, según The Washington Post, contó 503 declaraciones inexactas, coincidiendo con el cierre de campaña. Entre estas declaraciones se encuentra una muy particular, Trump asegura que, bajo su liderazgo, la economía del país «crece al ritmo más rápido jamás registrado», o que Joe Bien había prometido «abolir el petróleo y las industrias de gas natural y prohibir el fracking». Fueron mentiras que repetía día y noche durante la campaña. Además, Trump ha puesto el foco de la mentira de manera especial sobre algunos asuntos concretos. La inmigración ha sido su tema estrella con más de 3.000 mentiras sobre ello en cuatro años. También abundan las declaraciones inexactas sobre política exterior o el comercio. La pandemia también está en el ránking con más de 2.500 mentiras en solo unos meses.

En las falsas declaraciones de Trump se encuentran varios temas, siendo inmigración inmigración uno de los más destacados, con más de 3.000 afirmaciones. Otros temas incluyen la política exterior y la economía. El bulo sobre los haitianos no hace más que confirmar que mentir es la manera mas irresponsable de gobernar vista a la fecha.

Hay opiniones mas ilustrativas. Hannah Arendt, la influyente filósofa alemana, analizó el fenómeno de la mentira en el ámbito político. Según Arendt, la mentira en la política busca cambiar el mundo y la realidad, es una forma de acción. En resumen, para Arendt la mentira política moderna es un fenómeno que busca cambiar la realidad, generar confusión y debilitar la verdad factual, poner en riesgo la orientación común en el mundo. Su análisis sigue siendo relevante para entender los desafíos actuales de la «posverdad» y la manipulación política. Arendt sostiene que las mentiras políticas modernas son tan grandes que requieren una «completa acomodación nueva de la estructura de hechos». Esto implica que, para sostener una mentira, es reconfigurar la realidad tal como se percibe, alterar la interpretación y el significado de los hechos existentes La mentira no se distrae solo la percepción de la realidad, sino que también genera confusión y socava las instituciones. Arendt señala que este fenómeno puede llevar a un estado donde «todo grupo de personas, e incluso naciones extrañas, puede orientarse en una red de engaño», lo que es un problema significativo político.

La mentira no se distrae solo la percepción de la realidad, sino que también genera confusión y socava las instituciones. Arendt señala que este fenómeno puede llevar a un estado donde «todo grupo de personas, e incluso naciones extrañas, puede orientarse en una red de engaño», lo que es un problema significativo político. En este contexto, los hechos ya no son suficientes para contrarrestar una mentira bien establecida, lo que transforma el paisaje político en uno donde la verdad pierde su poder.

La mentira roja

Nicolas Maduro ha sido señalado como uno de los principales propagadores de mentiras en el país. Ha utilizado tácticas de miedo y desinformación, afirmando que, si la oposición ganara elecciones, Venezuela sería un caos. Sus declaraciones a menudo contradicen la grave situación económica y social del país, donde la inflación y la pobreza han estado alarmantes niveles.

Diosdado Cabello conocido es por sus afirmaciones engañosas sobre el estado del país y las elecciones. El jefe chavista declaró que en Venezuela nunca se publican las actas electorales, a pesar de que esto, ha sucedido frecuentemente en el pasado. Su insistente relato busca deslegitimar a la oposición y reforzar la narrativa oficial del régimen. La mentira se ha convertido en una estrategia fundamental para el mantenimiento del poder por parte del chavismo. La creación de un ambiente donde las verdades son distorsionadas y las mentiras son aceptadas como hechos ha llevado una erosión significativa de la confianza pública y a un clima de miedo entre los ciudadanos.

Se ha señalado que otra figura del régimen como Jorge Rodríguez y otros miembros del aparato burocrático exhiben una «capacidad ladina para distorsionar la verdad» y manipular los hechos a su favor. Esto incluye la difusión de versiones alteradas de eventos y declaraciones, lo que contribuye a la creación de un ambiente donde la desinformación es común. El affaire de extorsión, llanto y velorio sobre Edmundo González, da cuenta y detalle del habito de la oficialidad roja. Rodríguez ha utilizado grabaciones distorsionadas para presentar su versión de los hechos, justificando su acción como una forma de proteger a ciertos individuos de ataques mediáticos. Este tipo de manipulación es visto como parte de una estrategia más amplia del chavismo para controlar la narrativa política en el país. La figura de Rodríguez en el contexto del régimen chavista es emblemática en cuanto al uso sistemático de la mentira como herramienta política. Sus acciones y declaraciones han alimentado una percepción pública negativa, donde se le considera un actor clave en la difusión de desinformación y manipulación dentro y fuera del gobierno venezolano.

La Iglesia Católica aborda la mentira desde una perspectiva moral y teológica. Según el Catecismo de la Iglesia Católica la definición de mentira es obviamente un pecado capital. Se define como «decir falsedad con intención de intención engañar» y es una desconsideración directa contra la verdad. La mentira va en contra de la relación del ser humano con Dios y con los demás, socavando la confianza y el tejido social. La mentira puede ser un pecado venial, pero se convierte en mortal si conspira contra las virtudes de justicia y caridad. Esto implica que la intención y sus consecuencias son factores determinantes en su gravedad. El octavo mandamiento falsifica la verdad en las relaciones interpersonales, los discípulos de Cristo deben «desechar la mentira» y vivir en la verdad.

Bajo esa perspectiva, la mentira es vista como una violencia a la capacidad de conocer de los demás, lo que puede llevar a la división y a todos los hombres que se genera y requiere en la sociedad. En otras tradiciones religiosas, la mentira también es considerada un acto moralmente reprochable. En el judaísmo, se valora mucho la veracidad. Lo falso se asocia con e infalibilidad. El heleno de «emet» (verdad) no abarca en solitario la exactitud, sino también la fidelidad y confianza. La mentira se ve como una violación de esta confianza. En el islam, mentir es considerado un pecado grave. El Corán enfatiza la importancia de ser veraz y justo en todas las interacciones. La honestidad es una visión como un reflejo del carácter piadoso y de confianza en Dios. En el budismo, mentir va en contra del principio del discurso de derecha (hablar), que aboga por el uso de palabras que sean verdaderas, amables y útiles. La mentira se considera una forma de causar daño a otros.

Roñoquero y Mamblea

Roñoquero es el apodo de Carlos Bernal Mijares, un maracucho que nació el 4 de noviembre de 1880 en El Saladillo, Maracaibo. Se le reconoce como uno de los más grandes embusteros de la región, y su nombre se ha convertido en un término coloquial para referirse a personas que exageran o mienten.

Según la rica tradición oral zuliano, Roñoquero hizo tándem con Mamblea, una segunda voz en la cotidianidad que se traducía en mentir para causar hilaridad. Mamblea, cuyo nombre real era Manuel Prieto, nació en 1898 en el Callejón de La Gaveta, también en Maracaibo. Al igual que Roñoquero, se destacó por contar historias exageradas y divertidas. Juntos se erigían como un hilarante dúo que competía para ver puede contar la mentira más grande. Sus relatos eran tan populares que se convirtieron en parte del folclore local, y sus nombres se usaban para describir situaciones o personas que eran partes similares exageradas.

La influencia de Roñoquero y Mamblea es tal que sus nombres han trascendido como sinónimos de embusteros en la cultura zuliana. Frases como «vos si sois roñoquero» se utilizan para describir a alguien que cuenta mentiras o exageraciones, reflejando cómo estos personajes han moldeado el lenguaje y las costumbres locales. Vale decir que sus mentiras eran socialmente aceptadas y se cancelaban con cerveza fría.

Otra arista de los falsos testimonios está muy relacionada con el despecho y el desamor. La mentira no se distrae solo la percepción de la realidad, sino que también genera confusión y socava las instituciones, entre ellas la estabilidad emocional. La mentira puede ofrecer en un fugaz momento una singular forma de felicidad, muchas tradiciones filosóficas y relaciones religiosas que enfrentan la verdad, por dolorosa que sea, admiten que esta resulta esencial para el crecimiento personal y el bienestar a largo plazo. La mentira es una gratificación efímera y a muy corto plazo.

Miénteme es un conocido bolero escrito por el mexicano Armando Domínguez. Esta canción es conocida por su temática melancólica y su reflexión sobre el amor y la verdad. Su letra refleja un conflicto interno de la protagonista, que es consciente de que el amor que no recibe es sincero. A pesar de esto, se conforma con vivir en la mentira que le proporciona una forma de felicidad. La famosa línea «miénteme más, que me hizo tu maldad feliz» encapsula esta idea de preferir la ilusión a la dolorosa realidad.

Miénteme es más que una simple canción de amor, es una reflexión sobre las complejidades del amor humano y la relación entre la verdad y la felicidad. Su letra invita a los oyentes a considerar hasta qué punto están dispuestos a aceptar las mentiras en sus relaciones por el bien de su bienestar emocional.

La deconstrucción progresiva de los elementos constitutivos de la democracia tiene un gran aliado en la mentira. Hoy día se miente sin el mayor rubor, al extremo que las agencias de noticias han conformado espacios en su servicio, dedicados a desmentir u aclarar despachos previos. Diarios dedican espacios en sus primeras páginas a identificar el bulo del día, y diversas ONG dedican buen espacio de su tiempo a desmentir eventos que en principio fueron dados por ciertos.

En nuestra picaresca criolla brillan los 780 anuncios previos a la muerte del cantante José Luis Rodriguez. Hoy a Dios gracias vivo y coleando. No así, Simón Díaz, quien padeció mas de mil muertes virtuales, antes de ir al encuentro de la eternidad.

En estos días, el inefable fiscal del Ministerio Público Tarek William Saab anunció que había instruido a sus colaboradores para que iniciaran acciones legales contra los promotores de una colecta de fondos, para contratar los servicios del mercenario Erick Prince, con el fin de que este le ajuste las cuentas a Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y algún otro díscolo funcionario de la dictadura. Lo de Prince, suena mas a chanza jodedora, pero tiene cuerpo, sentido y mucha intensidad en las redes sociales. Se podría decir que es una elaboración enajenada de la pararealidad construida por medios oscuros y mentirosos.

Los promotores de la “vaca” como se definen las colectas voluntarias, no se sabe si en verdad existen y, lo más probable, es que sean unos vivos que se embolsillaran unos cuantos dólares a cuenta de la ingenuidad de unos molestos opositores. Esa, y otras actuaciones del régimen, al amparo de la mentira, corren el mismo riesgo que la historia de los pastelitos de gato. Una mentira, que será sustituida por otra mayor. La realidad será entonces una gran ficción, un evento que exhibirá a cielo abierto nuestra mayor vulnerabilidad. Una sociedad huérfana y ayuna de certezas.

Por Alfredo Alvarez (CNP 5.289)