Estuvo en la cúspide de la popularidad durante las masivas protestas que buscaban la salida del presidente Nicolás Maduro en 2014, pero la cárcel lo sacó de escena y ahora, fuera de Venezuela, Leopoldo López deberá luchar contra el olvido.
«El exilio político es poco eficiente en términos de fortalecer figuras», declaró a la AFP el politólogo Jesús Castillo Molleda.
A López «sólo podría serle útil si se logra un hecho sobrevenido para sacar a Maduro, que sea gracias a sus acciones en el exterior», dice.
Sobre el carismático exalcalde de Chacao pesa una larga ausencia de la escena pública, tras ser sentenciado en 2015 a casi 14 años de prisión, acusado de incitación a la violencia en protestas contra Maduro, una acción denominada La Salida. Las manifestaciones dejaron 43 muertos y 3.000 heridos entre febrero y mayo de 2014.
En 2017 pasó a arresto domiciliario, siendo liberado por sus guardianes para participar en un fallido alzamiento militar del 30 de abril de 2019 junto al jefe parlamentario Juan Guaidó.
Tras la fallida operación, que asestó un golpe a la popularidad de Guaidó, López se alojó en calidad de huésped en la residencia oficial del embajador de España en Caracas, Jesús Silva, acusado por Caracas de ser cómplice en su fuga. España, por su parte, señaló que fue «una decisión voluntaria y personal».
En opinión de Castillo, el opositor de 49 años de edad «intentará desde el exterior vender la sensación de que será el nuevo protagonista de la lucha con los aliados internacionales, desplazando figuras como el diputado Julio Borges», asilado en Colombia desde febrero de 2018.
El domingo se reencontró con su familia en Madrid, tras una fuga que recuerda a la de otros opositores como Antonio Ledezma, exalcalde de Caracas.
Ledezma, de 65 años de edad, dejó Venezuela en noviembre de 2017 al burlar su arresto domiciliario, al que fue sometido en febrero de 2015 por una supuesta conspiración contra Maduro, radicándose en España, desde donde prometió más presión contra Maduro.
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Leopoldo López y el reto del exterior
Sin embargo, pese a las múltiples giras internacionales de opositores exiliados, «hay un síndrome que ya se ha establecido, que podemos llamar el síndrome Ledezma», describió el analista Luis Salamanca, para referirse a la pérdida de resonancia de dirigentes una vez se marchan al extranjero.
Este fenómeno consiste en «un activismo telemático desde el exterior con muy poca presencia, aspirando una acción internacional que luce bastante complicada», subrayó.
López no escapa a la posibilidad de sufrir el «síndrome Ledezma», pues desde el exterior se «puede hacer mucho o nada», indicó Salamanca.
De hecho, «ninguno de los dirigentes que se fueron ha logrado imponer un liderazgo internacional», ni el quiebre de un Maduro «blindado por la Fuerza Armada y todos los poderes que controla», recalcó.
Hasta ahora, López es el opositor venezolano de mayor peso en exiliarse. En la lista de expatriados también se encuentran varios colaboradores de Guaidó.
Su partido, Voluntad Popular, señala que su huida busca «impulsar nuevas acciones en la lucha por la libertad de Venezuela».
La partida de López se produce faltando pocas semanas para las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre, boicoteadas por una treintena de partidos que las tildan de fraude. Al marginarse, el chavismo tiene el camino despejado para retomar el control del único poder en manos de la oposición.
¿Uno más fuera del país?
López «tiene una enorme probabilidad de pasar a ser uno más en el exterior», adviertió Salamanca. Aunque «seguramente tendrá más iniciativa que los demás», prevé.
Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos y de Gobierno de la Universidad Católica Andrés Bello, en Caracas, considera que «todo depende de lo que termine haciendo López con su libertad».
«No creo que se quede tranquilo, es tenaz y buscará mecanismos para estar en la pelea», señaló Alarcón, al citar ejemplos como el del expresidente venezolano Rómulo Betancourt, quien «vivió en el exilio muchísimo tiempo» y volvió.
Salamanca, en tanto, recordó «al Leopoldo del 2014» como impulsivo e incluso poco estratégico.
«Era más impulsividad que racionalidad. Veremos con qué viene ahora», remarcó.
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