Un estadio repleto de personas apiñadas mostrado en televisión nacional ha dado un giro en la dinámica de Venezuela, donde hasta hace poco se encarcelaba a quienes se reunían para festejar. Ahora la fiesta es electoral y nadie se preocupa por la pandemia, pues se busca captar votos para las legislativas de diciembre a cualquier precio.
Con menor o mayor aforo, con más silbatos o menos confetis, se han registrado numerosos actos similares en todo el país desde el 3 de noviembre, cuando empezó formalmente la campaña política para los comicios y los competidores olvidaron los riesgos de contagio del covid-19.
En estas aglomeraciones el distanciamiento entre personas es nulo, el contacto es permanente y el uso de mascarillas queda como la última opción de protección solo para una parte de los participantes, pues muchos de los candidatos o simpatizantes andan en campaña con la cara descubierta.
Ni las prohibiciones gubernamentales para reuniones públicas ni los llamados de atención del Consejo Nacional Electoral han logrado contener estas actividades que se extenderán hasta el 3 de diciembre y que podrían disparar los casos de coronavirus en un país que presume tener un excelente manejo de la pandemia.
Acortando distancias
De los más de 14.000 aspirantes a legisladores, decenas han salido a las calles para conquistar a unos electores que se sienten muy poco atraídos por estos comicios en los que no participará el grueso de la oposición y que no serán reconocidos por la Unión Europea ni por la Organización de Estados Americanos.
Aun así, los candidatos recorren barriadas, ofrecen discursos desde tarimas, encabezan asambleas callejeras, hacen caminatas y animan a cuanto ciudadano se les cruce a participar el 6 de diciembre y, preferiblemente, a que les apoyen para conseguir uno de los 277 escaños en disputa.
En cada uno de estos actos, los políticos saludan con la mano a los electores, estrechan abrazos, intercambian besos o entregan cosas, a veces alimentos, sin la más mínima protección o, en el mejor de los casos, con uno de los interlocutores protegido por una mascarilla.
Al menos públicamente, los venezolanos inmersos en la campaña han desacatado las normas de bioseguridad que fueron de estricto cumplimiento en los primeros meses de la pandemia y que ayudaron al país a registrar uno de los más bajos balances, con cerca de 96.000 infectados y 838 fallecidos hasta la fecha.
Sin castigo
«Estoy preocupado por las campañas políticas, cuidado con descuidar las medidas sanitarias», dijo el domingo Nicolás Maduro, quien criticó que se hayan celebrado actos proselitistas con hasta 300 personas en tarima, cuando se había acordado, aseguró, que se respetaría el distanciamiento.
La queja de Maduro no menciona el aglutinamiento humano que organizó su partido, el PSUV, en Maracaibo, ni las otras decenas de actividades oficialistas en las que miles de ciudadanos han corrido el riesgo de contraer covid-19 en toda la geografía nacional.
La única amonestada, según Maduro, ha sido su esposa, Cilia Flores, candidata a diputada, quien participó en uno de estos actos en Caracas y fue criticada por él mismo. «Cuando llegó a la casa, la regañé», dijo.
Mientras tanto, el resto de aspirantes a la Asamblea Nacional violan impunes las normativas sanitarias vigentes e incluso organizan mítines en las cercanías del CNE, árbitro electoral que la oposición acusa de parcial y al que el propio oficialismo desoye con cada concentración pública.
Combustible al fuego
Por su parte, la oposición que no participará en los comicios por considerarlos fraudulentos ha emprendido una serie de asambleas públicas para promover una consulta paralela que, sin ser vinculante, busca medir el rechazo de los ciudadanos a Maduro y a las legislativas.
Juan Guaidó, reconocido como presidente interino de Venezuela por unos 50 países, encabeza en Caracas estas actividades, que se han replicado en otras ciudades del interior, para intentar movilizar a la mayor cantidad de personas a este proceso que se celebrará entre el 5 y el 12 de diciembre.
Guaidó rompió también con el ejemplo personal de distanciamiento social y ahora recorre la capital venezolana mientras saluda y abraza, a ratos con mascarillas y a ratos sin ella.
Campaña televisada
Después de meses llamando al confinamiento y a extremar las medidas de bioseguridad para contener la pandemia, el canal estatal VTV se ha dedicado en las últimas dos semanas a difundir actos de campaña, que muestran a ciudadanos apretujados, con la incesante invitación para sumarse a la «fiesta electoral».
La frecuencia televisiva, que llega por señal abierta a más territorios que cualquier otro canal en Venezuela, es el principal repetidor de propaganda electoral al transmitir varias horas por día concentraciones proselitistas, discursos de los candidatos y caminatas de los aspirantes por todo el país.
El canal, hasta hace semanas el más ferviente pregonero de las medidas de bioseguridad, insiste ahora en convocar a los ciudadanos a esta contienda, cuya intención de participación se mantiene por debajo de 40%, según explicó recientemente a Efe la encuestadora Datanálisis.
Venezuela se encamina a una normalidad y permisividad ampliada en diciembre, ha adelantado Maduro, cuando, según estimaciones, a Latinoamérica podría llegar la segunda ola pandémica que ahora mismo deja miles de muertes en Europa.
No obstante, nadie quiere bajarle volumen a esta atípica fiesta electoral o, peor, ha quedado casi en el olvido el ruinoso estado en que se encuentra el sistema sanitario nacional, en el que escasea hasta el agua y la electricidad.