Gabriel Boric, presidente electo de Chile, abrió la veda, y el candidato colombiano Gustavo Petro optó por un camino parecido. El mandatario peruano, Pedro Castillo, va y viene en su propio laberinto ideológico y Luiz Inácio Lula da Silva mide las distancias de cara a las elecciones de octubre en Brasil. La izquierda latinoamericana que se asoma al poder rompió las filas prietas de la ideología, sabedora de que hoy los desmanes de Nicolás Maduro, en Venezuela, y Daniel Ortega, en Nicaragua, son tóxicos para sus aspiraciones políticas.
Es un fenómeno de nuevo cuño liderado por Boric del que, al menos de momento, se excluye a Cuba, pese a la persecución contra los manifestantes pacíficos del 11 de junio, la demoledora represión judicial de las últimas semanas y las huelgas de hambre de presos políticos muy significativos en el interior de sus cárceles. Para refrendarlo, una comisión de eurodiputados acudió en estos días a La Habana para mostrar la fidelidad de comunistas y radicales del Viejo Continente a la revolución de los hermanos Fidel y Raúl Castro.
“En Venezuela hay un retroceso en las condiciones democráticas que ha sido muy brutal, y para que decir de las condiciones económicas de vida. El éxodo de seis millones de venezolanos es la prueba más fehaciente. Ese no es nuestro camino y nosotros aspiramos a construir una izquierda profundamente democrática, respetuosa de los derechos humanos”, dijo Boric, que a nivel continental ya se ofrece como alternativa a las revoluciones y sus socios y aliados, que simplemente se tapan la nariz ante los abusos de sus amigos.
La condena por “conspiración por cometer menoscabo a la integridad nacional” contra Dora María Téllez, legendaria comandante dos durante la lucha contra la dictadura de Anastasio Somoza y exministra de Salud en los primeros tiempos de la revolución, ha sumado nuevas críticas en contra de Ortega y de Maduro. Téllez es una leyenda para la izquierda continental, no solo para Nicaragua.
“Vergonzoso”, clamó Boric, que ha mostrado su solidaridad férrea con el pueblo nicaragüense que resiste.
“Ortega transformó un sueño libertario en una dictadura bananera”, respondió Petro, candidato izquierdista para las elecciones de Colombia, en gira europea para moderar sus perfil radical a ojos de sus conciudadanos, incluido la “bendición” del papa Francisco. “No voy a quemar iglesias ni tampoco expropiar bancos”, afirmó el exguerrillero en Madrid.
El líder del Pacto Histórico (coalición política colombiana) también se ha visto obligado a castigar dialécticamente a Maduro, a pesar de su fidelidad a la revolución bolivariana durante más de dos décadas y de las esperanzas que Caracas ha depositado en su candidatura para acabar con el gran aliado regional de la oposición democrática.
“La imagen de Maduro no es de un líder de izquierda, es un integrante muy conservador de las facciones más regresivas de la política mundial que están tratando que el mundo permanezca en una economía fósil”, relativizó el exalcalde de Bogotá, cuyo último viaje a Caracas nadie olvidó.
En aquella ocasión, con un país hambriento por el desabastecimiento provocado por el control de precios y las políticas ultraortodoxas de Maduro, Petro ironizó con un supermercado lleno de productos. “¿Me habrá engañado el canal colombiano RCN?”, se preguntó, al ocultar la realidad: se trataba de un supermercado de los “enchufados” de Maduro, lejos de la realidad que en aquellos momentos golpeaba a la sociedad venezolana.
“El problema no es tanto Boric, porque él ya ganó. El problema va a ser para Petro, porque necesita conquistar a un sector del electorado colombiano al que le van a sembrar muchas dudas, razonables todas, sobre sus nexos con el chavismo. Lo que está sucediendo hoy en la frontera con Venezuela [conflicto entre las distintas guerrillas colombianas, con el Ejército chavista empleado a fondo en proteger a sus aliados del ELN y de las FARC Segunda Marquetalia] tiene mucho que ver con Maduro, pero también con Chávez. No se puede responsabilizar solo a Maduro”, señaló a La Nación la politóloga María Riera Puerta.
“Maduro, al igual que Hugo Chávez, es de izquierda. Tan dictador como Augusto Pinochet, que fue de derecha. Los izquierdistas como Petro huyen hacia adelante negando esa realidad y usando eufemismos para no hablar de dictadura en Venezuela. Su alejamiento del chavismo es falso discurso electoral”, sostiene el politólogo Walter Molina.
Toma y daca
Casi a la fuerza durante su entrevista con la cadena CNN, Castillo –cuyo gobierno atraviesa fuertes turbulencias políticas– se desmarcó de las dictaduras latinoamericanas, a pesar de que Vladimir Cerrón, líder del oficialista Perú Libre (PL) es el principal aliado de La Habana y Caracas en el país andino.
Con algo más de ímpetu ha protestado Lula los abusos de los derechos humanos y las elecciones tramposas en Nicaragua, aunque como si se tratara de un toma y daca ideológico más tarde pasaba a defender el derecho de Ortega a seguir gobernando, a pesar de los 25 años que lleva al frente del país centroamericano
“Todos estos liderazgos del nuevo izquierdismo latinoamericano están tratando de salvaguardar lo que fue el chavismo comparado con el madurismo, como si hubiera diferencia entre ambos. El problema no es como dice Boric, que el proyecto fracasó en Venezuela y en Nicaragua. No: el proyecto es el problema”, advierte Puerta Riera.
Durante más de dos décadas, el chavismo ha usado el chantaje diplomático para responder con amenazas e insultos cualquier reacción a sus abusos. “El distanciamiento más importante con la izquierda ocurre con la presentación del primer informe Bachelet en julio de 2019, que junto al inicio de la fase de investigación de la Corte Penal Internacional ratifica el estado de sospecha mundial contra el chavismo”, recuerda el sociólogo Gianni Finco, en referencia a la expresidenta chilena, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos.
Finco también destaca los “escasos o nulos compromisos de Maduro con la agenda de izquierda mundial en temas como el matrimonio igualitario, la despenalización del aborto, la eutanasia, la preservación del planeta o el Estado laico”.
¿Cómo ha recibido Caracas el tirón de orejas? El primero en reaccionar fue Diosdado Cabello para embestir contra Boric: “En Chile todavía gobierna Pinochet y parece que va a seguir gobernando”.
Maduro esperó a la celebración por los 30 años del fallido golpe de Estado de Chávez, del 4 de febrero de 1992, para insistir en uno de sus dogmas desde hace tiempo: la izquierda progresista es cosa de cobardes.
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