Detrás suyo, una pintura de Simón Bolívar; al costado, el pabellón venezolano. Juan Guaidó, el presidente interino de Venezuela reconocido por más de 50 países, se toma un momento en su apretada agenda para conversar vía Zoom con El Comercio tras las elecciones regionales del domingo último. El líder de la oposición venezolana habla sobre el desgaste de la oposición, su lucha contra el gobierno de Nicolás Maduro, los comicios de hace unos días en su país, las negociaciones truncas en México y el futuro.
—Luego de todo este tiempo, de todos estos años, ¿qué cree usted que impida llegar a ciertos consensos con el gobierno de Maduro?
—Que es una dictadura, principalmente. Su objetivo es mantenerse en el poder, no es la estabilidad ni el respeto a los derechos humanos ni a la Constitución, sino simplemente el poder por el poder. Eso ha llevado el caso venezolano a la Corte Internacional de La Haya, señalado por delitos de lesa humanidad, y luego están los informes de la ONU y la OEA. No les interesan los ciudadanos, sino el poder por el poder. Eso, evidentemente, ha sido una barrera. Pero más allá de eso, creo que la gran corrupción ha sido también un fin para ellos. Para nosotros, los venezolanos que ejercemos mayoría, que creemos en la democracia, las opciones han estado siempre entre la participación ciudadana, la protesta pacífica, la posibilidad de un acuerdo como el que estamos impulsando en este momento con la mediación del reino de Noruega, pensando que sea el venezolano quien decida el futuro de nuestro país.
—¿Y desde su lado qué ha evitado que se llegue a acuerdos mínimos?
—Hoy, en Venezuela, los principales partidos políticos están proscritos. Nosotros, desde el 2012 a la fecha, hemos crecido como alternativa democrática: construimos candidaturas unitarias, construimos la plataforma unitaria en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), logramos la mayoría en el parlamento en el 2015, impulsamos el referéndum revocatorio que nos robaron en el 2016, protestamos pacíficamente en el 2017, no cooperamos en el 2018 con una farsa. La principal barrera para llegar a acuerdos sigue siendo la dictadura. Hemos tenidos altas y bajas como producto de un desgaste, de un embate muy duro. Hoy los principales líderes de Venezuela están en el exilio, asilados, presos o inhabilitados por la dictadura de Maduro, situación muy similar a lo que sucede en Nicaragua; la diferencia es que Maduro construyó este escenario en dos o tres años, mientras que Daniel Ortega lo hizo en tres meses.
Por ejemplo, en el 2015, conseguimos las dos terceras partes del Parlamento Nacional. Lamentablemente, inhabilitaron al Parlamento, secuestraron competencias, metieron presos a los diputados. Hemos tenido resultados no cooperando en un proceso como en el 2018, que señaló a Maduro como un dictador y llevó a 60 naciones del mundo a reconocerme como presidente encargado, una forma innovadora de enfrentar a una dictadura en el continente. Y, por otro lado, las protestas pacíficas siempre tienen un riesgo al enfrentarse a una dictadura.
Hoy es cierto que hay que reunificar la alternativa democrática, que es mayoritaria, incluso con los números de la dictadura. El evento del 21 de noviembre, sin condiciones, injusto, desigual, como incluso lo dijo la misión electoral de la Unión Europea, arrojó algo interesante; a partir del gran ausentismo conocemos los números que maneja el Consejo Nacional Electoral hoy tutelado por la dictadura: el régimen es minoría.
Venezuela, ¿qué hacer?
—La pregunta se orientaba más hacia la autocrítica, pero se lo planteo de otra manera. Mirando al futuro, ¿qué otras cosas se pueden hacer para conseguir una mejora concreta en Venezuela?
—Varias cosas en concreto con respecto al futuro. En lo que respecta a las herramientas que tenemos para ejercer la oposición o el papel del gobierno encargado de Venezuela, uno, el ejercicio de la mayoría. Hay que buscar espacios seguros de participación para nuestra gente; el evento del 21 de noviembre generó algunos. Hay que promover la protesta pacífica, los espacios sindicales y gremiales para poder canalizar el descontento. Esa es una tarea constante en el país y en otros lugares del continente. Lo segundo es qué herramientas tenemos para seguir presionando a la dictadura y hacer responsables a los dictadores, las sanciones, la presión.
Tercero, cuáles son los incentivos positivos para lograr un acuerdo o volver a México a la mesa de negociación. En este momento, por ejemplo, hemos hablado del aumento progresivo de sanciones, sobre cómo comunicarnos con quienes necesitan garantías, en fijar la mirada en los siguientes objetivos, y victorias tempranas para la ciudadanía, para que sientan que estamos orientados y hay una solución al conflicto. También pasa por fortalecer lo que hemos denominado la plataforma unitaria, es decir, el estado de la unidad en Venezuela, esa creación de consensos, de toma de decisiones, esa necesidad de poder hacer causa cuando enfrentamos a una dictadura.
Son cuatro cosas pendientes y constantes.
Te doy un ejemplo: cuando en Venezuela logramos una consolidación interesante de la Mesa de la Unidad Democrática y de la Plataforma Unitaria, cuatro de los nueve dirigentes tuvieron orden de captura al mes siguiente, los equipos operativos fueron perseguidos, secuestrados, así que tenemos que estar constantemente trabajando en consolidar la unidad.
—¿Cómo calificaría el apoyo internacional? ¿Siente que sirve de algo?
—Lo único que contiene hoy a la dictadura de Maduro es la presión de las democracias del mundo. Las sanciones diplomáticas y los señalamientos de delitos de lesa humanidad contienen, de alguna manera, y equilibran la desigualdad y la vulnerabilidad que tiene la alternativa democrática en Venezuela.
—¿Pero realmente funciona la presión internacional? En la práctica, Maduro continúa en el poder.
—Maduro sigue en Miraflores, pero no gobierna en Venezuela. No hay gasolina, no hay agua, no hay electricidad, el sueldo mínimo mensual es de dos dólares. Él tiene que ejercer su mandato a sangre y fuego, y por eso está siendo investigado por la Corte Penal Internacional (CPI).
Ahora, ¿qué herramientas tiene la comunidad internacional para sancionar a Alexander Lukashenko, a Daniel Ortega o a Nicolás Maduro? Creo que las democracias del mundo están en un proceso de reflexión importante sobre cómo hacer responsables a los violadores de derechos humanos, cómo hacer responsables a los dictadores. ¿Son suficientes las sanciones? Evidentemente no. ¿Es suficiente la Declaración Universal de los Derechos Humanos? Evidentemente no. ¿Son suficientes los comunicados y sanciones morales a los dictadores? Evidentemente no. Hay que innovar los mecanismos de presión. Los dictadores utilizan la relativización; es decir, tratan de buscar afinidad de identidades ideológicas o supuestas identidades ideológicas, para hacer una causa común que no existe. Los DD.HH. no tienen ideología, la democracia no debe tenerla tampoco. Esto es parte de la lucha democrática que está en curso todos los días, no solo en Venezuela, sino también en países como Bielorrusia, Nicaragua, Myanmar, incluso podríamos hablar de Hong Kong.
—Hoy por hoy, ¿está usted de acuerdo con las sanciones económicas, los embargos a Venezuela?
—Hablar de un embargo sería un exabrupto. Por ejemplo, Alex Saab –empresario barranquillero a quien le dieron la ciudadanía venezolana e hicieron diplomático- no tuvo ningún tipo de problema para importar alimentos a Venezuela. El problema fue que lo hizo con 600% de sobreprecio, en algunos casos, y, en otros, 800%. Entonces, sí, hay que hacer responsables a quienes violan derechos humanos, a quienes saquean las arcas de los países, hay que evitar que se lave dinero con fondos públicos, el extractivismo de oro que genera un ecocidio sin precedentes en la Amazonía y el desplazamiento de indígenas, y la destrucción de nuestros ríos. Estas herramientas siempre se tienen que revisar y mejorar para hacerlas más precisas, más efectivas, para evitar que las utilicen terceros o cuartos para evadir estas sanciones,
—Mi pregunta apuntaba a la gran polémica con respecto a cómo los embargos terminan afectando directa o indirectamente a la población.
—En este momento, en Venezuela no hay ningún tipo de desabastecimiento de alimentos. Lo que sucede es que no se pueden comprar porque destruyeron el aparato productivo nacional. Estamos importando los insumos del pabellón, un plato típico: arroz, caraota, carne mechada y plátano, insumos que, en los últimos 150 años, Venezuela siempre pudo autoabastecerse. Lamentablemente, las expropiaciones en el campo destruyeron la producción nacional.
Para nosotros la sanción no tiene que ver con la escasez. Hoy, el problema es que tenemos 76% de pobreza extrema y 94% de pobreza. Esto ha sucedido en nueve años, así que no tiene que ver con las sanciones que empezaron hace casi dos. En todo ese tiempo, nuestra economía ha decrecido constantemente hasta contraerse 80%. Destruyeron el aparato productivo petrolero también, porque la destrucción de las refinerías nada tuvo que ver con la disminución constante desde el 2014. No hay una correlación, en este momento, entre escasez y sanciones, porque, además, estas no se aplican a ese tipo de rubros.
¿Maduro dejará el poder?
—¿Cuál sería el camino para que Maduro deje el poder?
—Hay muchas formas constitucionales: desde su renuncia como dictador o mandatario de facto, hasta una elección presidencial, que hemos promovido nosotros recientemente. También está la posibilidad de un acuerdo integral que genere garantías, la disposición de nuestros aliados al levantamiento progresivo de sanciones para otorgar aún más garantías, la revisión de las instituciones en Venezuela como, por ejemplo, el sistema judicial totalmente cooptado por el régimen de Maduro, que fue, por cierto, el primer punto en discusión antes del congelamiento del proceso en México.
Hay muchas vías constitucionales para lograr el cambio en el país, un cambio que genere gobernabilidad, estabilidad y, así, generar confianza en el país, para poder garantizar seguridad jurídica para la inversión privada, para fomentar el empleo, para poder mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Esto debería terminar en una elección presidencial libre, justa y competitiva, para que los venezolanos decidan. Tendríamos que disputar el poder en buena lid, no a través de la coacción, no a través del asesinato, no a través de la persecución, de la tortura, de la censura, de la cooptación de medios por la vía económica, entre otros. A eso nos hemos enfrentado en los últimos años en Venezuela.
Ahora, los que rodean a Maduro saben que la situación en Miraflores es inviable, más allá de sostenerse un día más o un mes más en estas terribles condiciones. Lo sucedido el 21 de noviembre es un campanazo: con las reglas de juego de la dictadura, en condiciones desiguales y sin estado de derecho, ellos son minoría. O sea, en condiciones absolutamente desventajosas, precarias, sin ningún tipo de recursos para que la alternativa democrática pueda hacer una campaña, la dictadura es minoría. Por eso evitan una elección presidencial con condiciones competitivas, porque esa es la solución a la crisis y conflicto que atraviesa Venezuela.
—Imagino que, para usted, el escenario ideal es que Maduro deje el mando. ¿Estaría usted a la cabeza?
—Yo soy el presidente encargado de Venezuela, reconocido por nuestra Constitución y por cerca de 60 países. Pero allí hay algo también clave: mi mandato constitucional, según el artículo 233, es precisamente convocar a una elección presidencial lo más pronto posible, así que, más allá de que estoy yo a la cabeza, incluso en ese supuesto de que Maduro abandone el poder –un escenario feliz para todos los venezolanos y el continente-, mi mandato es convocar inmediatamente una elección presidencial.
—Comprenderá que quienes se oponen a su figura pueden desconfiar. ¿Cómo los tranquilizaría? ¿Cuál sería su argumento?
—Mira, muy sencillo, que hay que cumplir con la Constitución, necesitamos reglas de juego democráticas, espacios de convivencia ciudadana y política. Más allá de si les gusta Juan, Pedro o Edward, el tema es generar eso. Y, de nuevo, lo mejor que pueden hacer las personas que nos adversan por alguna razón es pedir una elección presidencial, acelerar los tiempos, catalizarlos en buena lid para poder solucionar este terrible conflicto. Seguramente en el Perú tienen varios amigos venezolanos que les hablan constantemente de lo que sucede en el país y eso mismo pasa en todo el continente. Es parte del reto que tenemos a corto plazo y, de nuevo, estamos promoviendo un acuerdo integral con todos los venezolanos, incluidos los que sostienen hoy al régimen de Mauro, incluidas las Fuerzas Armadas.
—¿Y, en ese escenario usted también postulará?
—Yo no tengo hoy esas aspiraciones. Por mandato constitucional, soy el presidente encargado de Venezuela y mi mandato es generar esa elección presidencial, que haya alternabilidad del poder, estabilizar al país. Esa es una discusión atemporal. Lo que sí te puedo decir es que, hace muchos años, en la alternativa democrática aprendimos y entendimos el valor de la unidad y la necesidad de presentar candidaturas unitarias para enfrentar al régimen. Los mecanismos lo hemos establecido, así que eso, hoy, para nosotros no es materia digamos, saldada. Pero hemos tenido una experiencia en el pasado y la más notable fue en el 2015, cuando ganamos dos terceras partes en el Parlamento Nacional.
Verdadera oposición
—Sobre las elecciones del 21 de noviembre, el exalcalde de Caracas, Antonio Ledezma, ha señalado a los “pseudopositores” por servir para lavar la cara a la tiranía de Maduro. ¿Comparte usted esas críticas?
—Hay que diferenciar. Yo creo que los venezolanos se expresaron contundentemente ese día, ya sea participando en el evento o no. Hubo 60% de abstención en ese proceso convocado por la dictadura, pero también 40% que fue a participar, a expresarse de alguna manera aun en condiciones muy adversas, muy injustas y desiguales, así que creo que el reto es aglutinar, articular o unificar a todos esos venezolanos que quieren un cambio. Ahora, en Venezuela, está el fenómeno de «los alacranes», que son dirigentes que fueron captados por la dictadura y financiados por el régimen expresamente para dividir. Han llegado a sobornar a otros diputados, como consta en una denuncia del jefe de uno de los partidos de oposición, que demostró que le ofrecieron hasta 700.000 dólares por su voto. Ellos no son opositores y lo que se busca es deslegitimar. Ahora, el reto para nosotros es unificar a todos los que legítimamente adversan a la dictadura.
—¿Cómo se siente usted con respecto a enero del 2019, cuando fue proclamado presidente interino de Venezuela y reconocido además por más de 50 países del mundo? No pocos señalan que se ha perdido notoriamente la chispa de ese momento y que el movimiento opositor ha perdido fuerza y vigor…
—Con el deber cumplido. Por ejemplo, en el 2018 hubo protestas multitudinarias en Nicaragua y no es que se fueron apagando o se perdió el interés en el cambio; hay un desgaste natural del proceso, riesgos asociados a movilizarse en países como ese. En los últimos doce años, en Venezuela hemos visto momentos de altísima de participación popular y también valles, bien sea electoralmente, como en el 2015; en las protestas en las calles, como el 2014; en la recolección de firmas para el revocatorio, como el 2016; en las calles en el 2017; en el 2019-2020, a pesar de la pandemia en Venezuela. Por eso te decía que nuestra primera tarea es buscar esos espacios de participación de la gente, canalizar ese descontento, esa frustración para producir el cambio, porque lo que moviliza en Venezuela o en Nicaragua o incluso en Cuba –increíble lo que pasó el 11 de julio- es el deseo de cambio, libertad y democracia.
Y no podemos subestimar nunca a los ciudadanos: ellos se movilizan también cuando ven utilidad al ejercicio de sus derechos y el riesgo asociado a ejercer ese derecho. En Venezuela, y es una técnica de la dictadura, las personas que protestan saben que las pueden asesinar, porque nos han asesinado protestando. La gente que va a participar en un proceso como el del 21 de noviembre sabe que la dictadura puede robarle su voluntad de una manera u otra porque le hemos visto en el pasado. Entonces, nuestro reto es poder unificar, articular y conectar a la ciudadanía con la solución. Cuando los venezolanos [nos unimos de esa manera], vemos momentos de altísima participación, y no será diferente en los próximos días, semanas y meses.
—¿Por qué el movimiento opositor no ha conseguido aglutinarse todavía como una fuerza unitaria? ¿Problema de egos y ambiciones, de estrategias, de concesiones? ¿Cuál es su diagnóstico?
—La oposición está bastante aglutinada. Es cierto que hay diferencias internas, diferencias de cómo aproximarse, si hay que convocar a una marcha, convocar a un proceso como el del 21 de noviembre, o distintas estrategias de negociación en México.
Pero te pongo algunos ejemplos de los últimos diez años: primarias y consensos en el 2012 para elegir candidatos unitarios; construcción y consolidación de la Mesa de la Unidad Democrática, para la cual deshicimos todas las identidades partidistas para aglutinarnos en una sola tarjeta que nos representó en el 2015 y evitar la dispersión de votos; acuerdos de gobernabilidad parlamentaria en la Asamblea Nacional electa en el 2015, para poder sostener la unidad política y de propósito; la creación del Frente Amplio en el 2018 para incorporar sectores sociales y fuerzas vivas en Venezuela, incluida la iglesia, estudiantes, gremios, sindicatos; la consolidación del gobierno interino en el 2019. Es decir, hemos construido una unidad importante, poderosa, electoral en ocasiones. Por cierto, también decidimos en conjunto, en unidad, no convalidar el fraude del 20 de mayo del 2018.
En este momento reconocemos que hay diferencias tácticas que tenemos que realinear, pero sería muy injusto para los venezolanos decir que no hay una unidad muy trabajada. Hay una curva de aprendizaje en todos estos años, y por eso entendimos que esa plataforma unitaria no es un fin en sí mismo, sino un vehículo fundamental para poder enfrentar y derrotar a regímenes como el de Maduro.
Maduro sigue en Miraflores
—Aun así, en términos prácticos Maduro sigue infranqueable en Miraflores. ¿Cómo lo hace sentir esto?
—Cumpliendo con mi deber, como te decía al principio. Evidentemente es muy duro…
—¿Sigue para adelante sin mirar a los costados?
—Nadie puede acostumbrarse a vivir en una dictadura o no sería lo correcto para los venezolanos. A pesar de que nos han asesinado, han torturado a nuestros compañeros de lucha –como a mi jefe de staff en la Dirección General de Contrainteligencia Militar-, de que mis familiares estén en el exilio y que mi tío también fuera torturado 200 días solo por ser mi pariente, de tener nuestros partidos proscritos, a pesar de todo esto, sí, Maduro sigue un día más en Miraflores, pero está aislado, se mostró en minoría el pasado 21 de noviembre.
—En lo personal, ¿cómo sobrelleva esas desgracias?
—Mira, yo tengo una hija de 4 años y otra de dos meses, Miranda y Mérida, y yo quisiera enseñarles a ellas y a los niños de Venezuela a exigir sus derechos, a luchar por sus ideas, a mantenerse firmes ante la adversidad, a mirar con foco y esperanza el futuro. Así que, para mí, en ese caso, es muy fácil. Cuando volteo y las veo, pienso qué ejemplo quiero darles a ellas y a los que luchan por los ideales de justicia social, por la democracia, por la defensa de los derechos humanos. Lo que no vamos a hacer es rendirnos, lo que no vamos a hacer es acostumbrarnos a esta tragedia. Y una buena noticia: los que hemos resistido somos mayoría, los que estamos en una lucha desigual, muy vulnerables porque no manejamos las armas de la República como hoy las secuestra Maduro. De nuevo, la evidencia es tan sólida que está señalada por la Corte Penal Internacional.
—El gobierno de Maduro ha dicho que no vuelve al diálogo con la oposición en México. ¿Cómo ve desde ahora ese proceso? ¿Cree que la oposición puede activar el referéndum revocatorio en el 2022 a partir de esta negativa?
—Bueno, Maduro dijo que “todavía”, uso esa muletilla cuidándose mucho. Además, si alguien necesita un proceso de acuerdo es su régimen, los que están señalados hoy por delitos de lesa humanidad son ellos, tienen sanciones y tienen hoy a sus principales testaferros presos por delincuentes y por lavar dinero del pueblo a costa del hambre de los venezolanos. Los que tienen recompensas por 15 millones de dólares por narcotráfico y terrorismo son ellos, así que, incluso a nivel práctico, si él quisiera ir a pedir prestado un millón de dólares para mejorar la economía de Venezuela, nadie lo haría porque nadie le prestaría a un narcotraficante. Es práctico. Ni siquiera tiene que ver con geopolítica ni con sanciones: no tienen fe de que él vaya a devolver el dinero, así que Maduro necesita ese proceso. Pero algo más importante, lo necesitamos todos los venezolanos. Necesitamos una solución, orientar esto a resolver la crisis que atraviesa Venezuela.
Por otro lado, el referéndum revocatorio lo intentamos en el 2016 y, lamentablemente por tecnicismos burocráticos, la dictadura lo eliminó y, por cierto, sigue en stand by. Hoy, cinco años después, los tribunales que anularon ese proceso no han dictado sentencia. Sigue congelado. Ahora, sería una alternativa si nosotros, a través de un acuerdo integral, generamos condiciones de competitividad para tener un evento plebiscitario y poder decidir si Maduro se va a quedar.
Lo que nos podemos hacer es convertir al revocatorio, que evoca a ese proceso del 2016, en un fin en sí mismo. También debe ser un vehículo y, si logramos activarlo de manera que solucione el conflicto, no que nos pongan trabas burocráticas como lo hicieron hace años, puede ser una alternativa en este momento.
—¿Le preocupa la postura del gobierno peruano frente a Venezuela? Hablamos de la ambivalencia ante el régimen chavista, habiendo sido el Perú uno de los principales impulsores del Grupo de Lima para tratar la crisis de Venezuela.
—Nos preocupan las relativizaciones. Ya no hay ya margen para dudas. Está el informe de Michelle Bachelet, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos. Si no es suficiente, está el informe del Fact Finding Mission de la ONU, la misión independiente [para verificar si hubo crímenes] de lesa humanidad. Si no es suficiente, está la investigación en la Corte Penal Internacional: 300 pesos políticos, 6 millones de inmigrantes y refugiados, 94% de pobreza en Venezuela, 44 meses en hiperinflación, la dolorosa la lejanía de nuestros familiares, amigos y cercanos en todo el continente. La evidencia es sólida. No es una opinión de Juan Guaidó. Es un claro señalamiento de las atrocidades en Venezuela.
Lo que no podemos permitir los venezolanos es que relativicen con nuestra lucha. Sería revictimizar a toda una sociedad, así que nuestro mensaje al gobierno legítimamente electo del Perú es que nosotros también queremos elegir, que los venezolanos queremos que nos acompañen en la defensa de los derechos humanos, que nos acompañen en la defensa de la democracia y la libertad. Durante muchos años Perú lo ha hecho y esperamos lo mismo hoy.
La esperanza de los venezolanos
—Finalmente, ¿considera usted que personifica a la oposición? ¿Es posible que los venezolanos hayan perdido la fe, si es que alguna vez la tuvieron, en usted?
—No han perdido la fe. Están muy conscientes de la necesidad de cambio, de recuperar la democracia. La democracia no pierde momentum. Ahora, también sabemos los riesgos de enfrentar a la dictadura, pero todos los estudios opinión no solamente reflejan la confianza en recuperar la democracia, en mi persona, sino que todo que esto va a solucionarse.
Pero para nosotros [nada será] suficiente hasta que logremos la democracia, aunque evidentemente hay un indicador duro: Maduro continúa usurpando funciones en Miraflores. Haber reunido el apoyo de 60 países, haber movilizado a la ciudadanía durante años, no solamente dos o tres, tenemos catorce años de trabajo social, político en defensa de los derechos humanos en Venezuela, no es suficiente hasta que logremos la libertad y la democracia, no es suficiente hasta que veamos la justicia. No es revanchismo, es justicia, la que genera paz, la que genera estabilidad, la que nos hace iguales como seres humanos, la que hace que recuperemos nuestra dignidad. Ese es el trabajo y ningún venezolano ha capitulado, al contrario.
—¿Cree entonces que los venezolanos todavía tienen fe en usted?
—Yo creo que ellos tienen fe en la democracia. Asumo que personalizarlo en mí, en el cuadro que tengo atrás, sería insuficiente. Los venezolanos tienen fe en la democracia, en la libertad, y sí, yo represento a muy buena parte de los venezolanos y, según nuestra Constitución, a todos.
Por Juan Diego Rodriguez Bazalar
Periodista
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