Quien fuera reconocido por más de 40 países del mundo como presidente interino de Venezuela mientras se resolvía la crisis del gobierno Maduro, Juan Guaidó, vino a Colombia a hablar en la cumbre internacional, que terminó siendo una oportunidad perdida para la causa democrática venezolana.
—Hay muchas cábalas al respecto. ¿Usted salió de Venezuela con rumbo a cumplir una misión en Colombia o para brincar de aquí a Miami?
—Salí de Venezuela con rumbo a Colombia porque era mi destino, precisamente para evadir la persecución y la amenaza latente de captura de la dictadura. El marco de la visita de delegaciones internacionales a Colombia para hablar del tema venezolano era la oportunidad de denunciar al régimen de Maduro y también de aportar a la solución. Vinimos a Colombia a traer esa voz de la disidencia venezolana.
—Acerca de su salida secreta, el señor Maduro inmediatamente le echó la culpa al embajador de Estados Unidos. Pero eso es lo que he escuchado. Que fue algún o algunos funcionarios de ese país quienes le ofrecieron protección para viajar a Colombia para que intentara participar en el foro y que luego se encargarían de sacarlo si, como se hizo evidente, aquí no tendría garantías ni era bienvenido.
—No, de ninguna manera. Es un libreto que sigue Maduro constantemente, de culpar, entre comillas, al “imperio” o a la oposición.
—El canciller Leyva dijo que usted había entrado de manera irregular a Colombia. ¿Cómo entró?
—Mire, entré evadiendo la seguridad de la dictadura de Maduro. Esa es la respuesta. No fue sencillo. Fue muy difícil y riesgoso. Digamos que era una triple tensión para mí. Me perseguía el régimen Maduro; además, tenía encima la amenaza de los grupos irregulares de la frontera que he estado denunciando constantemente. Y aunque no sabía cómo iba a reaccionar el gobierno colombiano, jamás esperé que fuera esta. Entonces, la respuesta a su pregunta es sencilla: entré como pude. Como puede hacerlo un perseguido político amenazado por una dictadura. Y, ahora, también pareciera, por el gobierno de Petro.
—Usted no contaba con ninguna protección personal en ese tramo…
—Como decimos en Venezuela: la de Dios y la Virgen. Es decir, fue una acción audaz, de muchas maneras arriesgada, pero necesaria para evitar, precisamente, o la detención del régimen de Maduro, o ser detectado por grupos irregulares en la frontera, y, por lo que veo ahora, incluso por el gobierno de Petro…
—¿Usted tenía prohibido salir de su país, verdad?
Correcto. Yo tengo prohibición de salir de Venezuela por parte de la dictadura de Maduro.
—Entonces, para irse de Venezuela tenía que escaparse de Maduro, y eso es lo que hacen los perseguidos políticos…
—Así es. Como también lo hice, por cierto, en 2019 y en 2020, cuando tuve giras internacionales, y recurrí al mismo mecanismo.
—¿De dónde sacó usted la teoría de que lo habían invitado a esa cumbre? ¿O por qué se sintió invitado? El canciller Leyva lo negó en tono bastante displicente…
—La invitación a la cumbre estaba muy claramente establecida a las delegaciones de los países. Ciertamente no invitaron a la oposición, pero previo a la cumbre, y recalco lo de previo, hubo reuniones con la oposición, e incluso el canciller Leyva dijo públicamente que ellos estaban dispuestos a reunirse con todo el mundo antes de la cumbre, para tener los insumos necesarios para llevarla a cabo. Y, bueno, yo lo entendí como una invitación abierta y una gran oportunidad para la oposición en Venezuela, de poder reunirse con las delegaciones que iban a estar presentes en Colombia.
—Sí, ¿pero cómo puede explicar que no hubiera aparecido en la cumbre nadie de la oposición?
—Bueno, estuvieron el sábado en una reunión; de hecho, yo pude hablar con la Embajada americana, mejor dicho, fue con los únicos con los que pude hablar; había contactado también a las delegaciones canadiense y francesa y ya habíamos coordinado para poder reunirnos, pero obviamente esa agenda no pude cumplirla, ¿no?
—O sea que algunos de los países invitados sí sabían de su intención de participar… Una vez estuve en Colombia, los contacté para reunirme con ellos, previo a la cumbre. Y fue cuando entonces el canciller Leyva salió a decir que usted no estaba invitado…
—Exactamente.
—¿Y qué pasó a partir de ese momento? Porque hubo una advertencia-amenaza del canciller Leyva hacia usted por lo que llamó su presencia irregular en Colombia. ¿Usted se sintió amenazado?
—Es que dijo que si yo no aparecía “corría un riesgo”. Yo lo interpreté así, exactamente como una amenaza, una amenaza pública, porque antes hubo una privada…
—¿Cuál fue la privada?
—Yo estaba llegando al aeropuerto de Cúcuta para trasladarme en avión hasta Bogotá, por cierto algo que hemos hecho muchas veces. Y recibí una llamada de un diplomático que estaba ayudándome a facilitar la interlocución con el gobierno de Petro, advirtiéndome que Migración Colombia me iba a entrevistar para ver por qué había entrado de manera irregular, y eso podía ser causal de deportación. Ahí tomé la decisión de trasladarme por tierra hasta Bogotá, es decir, mi viaje desde Caracas a Bogotá fue todo por tierra.
—A pie y en carro…
—Cosa que, por cierto, hacen miles de compatriotas, María; en el trayecto me encontré con muchos que caminaban por el páramo, espectáculo muy doloroso, por cierto. Así que tampoco es que mi caso sea único, aunque lo mío se agrave con las amenazas de la dictadura de Maduro y del gobierno de Petro.
—¿Cuándo entendió que un opositor, como lo es usted, no era bienvenido en la cumbre donde se estaban arreglando esos problemas de comunicación de la oposición con el régimen venezolano?
—Mira, primero me sorprendió la actitud, debo decir hostil, del gobierno de Petro. Probablemente no tenía por qué ser amable, ni ser receptiva, pero nunca hostil, nunca de amenaza. Me sentí tan perseguido como en Venezuela, pero ahora en Colombia, honestamente. Y bueno, en ese momento, de nuevo me dediqué a hablar con las delegaciones de países aliados a la democracia para establecer agendas de reuniones con ellos, e incluso con el gobierno colombiano. Fue lo que interpreté de la invitación pública que hizo Leyva.
—¿Ya en la cumbre, alguno de los delegados con los que usted habló extendió una protesta verbal, o escrita, por la forma como lo trataron en Colombia?
—Bueno, pública por lo menos, y verbal. No me he comunicado con las delegaciones a ver si hubo una protesta formal, escrita, pero lo voy a hacer.
—Es que no supimos, porque el canciller Leyva nunca presentó un documento conjunto de conclusiones de las delegaciones firmado por ellas, sino un resumen suyo muy escueto y lacónico acerca de los resultados de la cumbre, que yo resumiría en una palabra: ninguno.
—Sé que hubo algo privado de preguntas y consultas, voy a ver a qué llegaron. Yo creo que más allá de la oportunidad que representaba para la oposición venezolana comunicar la situación, hablar de los avances de la mesa en México y de la elección presidencial de 2024, entre otras cosas, creo que el mismo formato de la cumbre no se prestaba ni siquiera para un avance, por lo menos, en temas importantes.
—¿Usted ha acudido a alguna de las reuniones en México, o piensa acudir a la próxima, si es que la hay?
—Recuerda que yo promoví, María, de alguna manera, esa facilitación, pensando en un acuerdo, no en una negociación como tal, porque sabemos que la dictadura de Maduro utiliza las negociaciones para distender la presión sobre él y ganar tiempo. La delegación que representa la oposición es la Plataforma Unitaria, que es la coalición más grande y representativa de la oposición. De hecho, la componen distintos partidos políticos. No creo que yo esté en esa delegación.
—En un momento dado esa figura del presidente interino, Juan Guaidó, fue como una luz de esperanza, porque la rodeó una avalancha de apoyos de más de 40 países, incluido EE UU. ¿Qué pasó con ese proyecto que ha tenido un final tan lánguido?
—Eso que logramos nosotros con el gobierno interino cuando enfrentamos la dictadura voy a decirlo de esta manera: es la acción más audaz y riesgosa, con base en nuestra Constitución, que hemos hecho los venezolanos para rescatar la democracia, luego de que la dictadura se robó una elección. Fue el gesto de una sociedad mayoritaria que se rebela ante la dictadura. Un liderazgo político que asume el riesgo y las consecuencias, que no han sido pocas en lo político, en lo personal, incluso en lo familiar. Hoy creo que le hemos hecho un daño irreparable a la dictadura, que quedó expuesta hasta ante la Corte Penal Internacional y tantos países demócratas del mundo. Dos, ahí están los testimonios de resistencia y de valentía de miles de venezolanos luchando contra Maduro. Probamos una herramienta de lucha para recuperar la democracia, cuando pensamos en casos como el de Nicaragua, como el de Cuba, como el de Bielorrusia. Creo que es un momento también de reflexión para la comunidad internacional…
—¿De reflexión acerca de qué?
—Acerca de las herramientas que tenemos los demócratas, los amantes de la defensa de los derechos humanos, no solo para proteger la democracia, sino para rescatarla, que resulta aún más complejo. Esa ha sido la misión del gobierno interino. E insisto en que le causamos un daño irreparable a la dictadura.
—¿En qué sentido irreparable?
—Bueno, que es una dictadura. La filósofa alemana Hannah Arendt hablaba de la “banalización del mal”, para describir cómo un sistema de poder político puede trivializar el exterminio de seres humanos cuando se realiza como un procedimiento burocrático ejecutado por funcionarios incapaces de calcular las consecuencias éticas y morales de sus actos. Eso lo vimos en el caso de Cuba. En el de Maduro fue directo y certero. Es doloroso para nosotros, María, cuando un presidente va a Venezuela a tratar de lavar la cara del dictador. El caso de Petro, por ejemplo. Porque es como revictimizar a toda la sociedad que está resistiendo, precisamente, la violación de sus derechos humanos. Entonces, en sí mismo es un logro de la sociedad venezolana y de alguna manera del gobierno interino el haber visibilizado la crisis, que es una expresión y un testimonio de resistencia de toda la sociedad.
—También hay que decirlo: bueno, no fue suficiente, ¿no?
—Es obvio que no lo fue. Maduro sigue, lamentablemente, usurpando funciones. Sigue cometiendo delitos de todo tipo, por cierto. Vinculación con el ELN; financiamiento descarado a esos grupos irregulares, a los cuales les cedió el control de parte del territorio de Venezuela, para financiarse y para desestabilizar al continente entero, no solamente a Colombia. Por lo cual tenemos que ver esto en su justa medida: la falta de democracia en Venezuela no solamente es porque hay unos valores que son para nosotros esenciales, sino también por las consecuencias: desestabilización de la región; presencia del canciller Lavrov y Rusia en el territorio americano; lavado de dinero; tráfico de drogas; tráfico de armas; destrucción del Amazonas. Es decir, las consecuencias de la falta de democracia en Venezuela son cosas muy graves que tenemos que denunciar.
—¿Y qué tal lo de la migración venezolana?
—Sobre todo eso: la brutal migración venezolana. Es dolorosa, por lo numerosa, por lo difícil que es incluso para los países receptores. Eso hace difícil hablar de logros, María, cuando estamos en tal nivel de sufrimiento y dolor, pero son avances en la lucha democrática.
—Algunos de los críticos de esa gestión de la presidencia interina se la adjudican a que usted se dejó rodear de un aparato burocrático muy grande, en cuyo interior se peleaban todos con todos, y entonces la presidencia interina empezó a desdibujarse como la imagen de la resistencia y de la oposición…
—Innovamos un aparato burocrático para poder sostener el gobierno interino y como cualquiera, tiene sus pros y sus contras. Era necesario, por ejemplo, para la protección de los activos, para evitar que Maduro se robara el oro que está hoy todavía resguardado en Londres, o que remataran una empresa como Citgo, para proteger que no accedieran a cuentas y simplemente se lo robaran, como acaban de confesar que lo han hecho durante los últimos años. Eso también es parte del ejercicio de una acción como la que hicimos, no era solamente un tema simbólico de oposición y de resistencia.
—Si lo vemos en retrospectiva, ¿qué pudieron haber hecho mejor?
—Pudimos haber sido, sin duda, más ágiles en la ejecución del gobierno interino; simplificar acciones, pero también hacerlo crecer de alguna manera. Por ejemplo, tuvimos la representación y la silla de Venezuela en la OEA, en la que defendimos no solamente la democracia en Venezuela sino también en Nicaragua, en Cuba y en la región, y yo creo que esos son avances democráticos. Hemos debido tratar de acceder a la ONU, pero se necesitaban muchos más países, unos 30 más por lo menos apoyándonos para poder alcanzar esa silla. Y creo que habernos más bien disminuido como gobierno interino, año tras año, para tratar de preservar la gobernabilidad, sí fue un error.
—También hay quienes sostienen que esta cumbre en Bogotá se echó a perder porque la saboteó el propio Maduro con sus exigencias de que le pusieran ya encima de la mesa una gran cantidad de millones de dólares que, según dice, EE UU le tiene secuestrados; que le liberaran al señor barranquillero Alex Saab, su supuesto testaferro, y que además le quitaran a la Corte Penal Internacional de encima, que lo está investigando por delitos de lesa humanidad. Esas son tres exigencias, con palmoteo en la mesa, muy difíciles, si no imposibles, de concederle…
—Sí, evidentemente. Impunidad, acceso a recursos para además robárselos, como lo han hecho. Ningún tipo de mesa de negociación puede garantizar algo como eso. Ahí también se refleja la distorsión del pensamiento del régimen de Maduro, que cree que puede manejar nada más y nada menos que la Corte Penal Internacional como manejan la justicia en Venezuela: con chantajes y amenazas. Y atención con esto que es importante, María, porque esas, digamos, insólitas e imposibles peticiones de Maduro contrastan con la petición de la oposición venezolana: que haya unas elecciones limpias. Es decir, Maduro pretende la impunidad del mundo, pretende que se le entreguen recursos para saquearlos y hasta meterse con la justicia americana, en el caso de Alex Saab; todo eso a cambio de unas elecciones libres que nos corresponden por Constitución. En esa misma declaración de Maduro él se revela como lo que es, y eso, obviamente, no lo puede aceptar ningún país defensor de derechos humanos ni de la democracia.
—En este momento usted está en calidad de qué en EE UU. ¿De turista…?
—En este momento, de visitante.
—De visitante, con una visa normal…
—Correcto. Tendré una agenda de trabajo esta semana en Washington, en reuniones con la administración, con el Senado, con el Congreso, con think thanks (centros de pensamiento) y algunos líderes del país. Y bueno, también en el corto plazo, estoy muy preocupado por mis hijas y por mi familia, buscando ponerlas a resguardo, de moverlas, digamos.
—¿Piensa pedir asilo en los EE UU?
—No lo he pensado, pero obviamente evaluaremos esto día a día. Mi principal intención es regresar a Venezuela.
—¿Pero cómo regresar sin que lo apresen?
—Ahí está precisamente el condicional. Estoy dispuesto a regresar, como lo hice en 2019 y en 2020, con la garantía de que va a terminar la persecución del régimen de Maduro.
—Antes, cuando estaba en Venezuela y no había salido hacia Colombia, no estaba preso, aunque le tenían restringida la salida del país. ¿El no estar preso formaba parte de algún acuerdo con el gobierno venezolano?
—Mira, no, forma parte de un desafío a la dictadura de Maduro. Constantemente, a diario, me hostigan. En una oportunidad me secuestró la dictadura unas horas, metieron preso a mi jefe de gabinete, a mi tío lo torturaron, a mi asistente personal lo torturaron con unas técnicas brutales, y con una bolsa en la cabeza fue golpeado hasta casi la muerte, amenazándolo con su hijo, que lo tenían ahí retenido. Es decir, mi desafío constante, María, a la dictadura, no ha estado, digamos, libre de riesgo o de costo; todo lo contrario, el riesgo es diario, y el costo personal y familiar y del equipo político, brutal. Mi familia en el exilio, vilipendiada, perseguida por la dictadura.
—A pesar de todo esto, ¿usted no se va a retirar de la política, va a seguir en su lucha, incluso a pesar de este penoso impasse que le ocurrió en Colombia?
—María, yo cumplo este año 40 años de edad. Toda mi vida he estado dedicado al servicio público, desde el movimiento estudiantil; me gradué de ingeniero, hice algunos posgrados, he sido electo en cargos de elección popular toda mi vida, desde que tengo 26 años. Y esto es una vocación. Mi mejor servicio a la democracia, a mi propósito de vida, que comparto con miles de venezolanos, es apoyar esto desde todos los ángulos. No puedo retirarme de mi vocación ni de su llamado. En mi caso siento también que es un deber, una responsabilidad, una tarea pendiente que me falta por cumplir.
—Así que su compromiso sigue vigente…
—Vigente y con mucha fuerza, pensando, desde que estoy aquí, en poner bajo resguardo a mi familia y en regresar a seguir luchando, lo cual haré desde cualquier espacio. Sé que tengo aliados alrededor del mundo. Los tengo en Colombia y muchísimos, más allá de la posición que tenga hoy el gobierno de turno, donde la buena noticia para Colombia es que es “de turno”, porque hay alternabilidad de poder, e instituciones que protegen al país.
—Bueno, con respecto a este gobierno de turno (eso me da un poco de risa), ¿qué sentimiento fue más fuerte, el de sorpresa o el de dolor, por la forma como fue tratado en Colombia? Porque a usted prácticamente lo expulsaron de Bogotá…
—Sí, eso fue lo que sucedió en la práctica. En ninguna de las muchas visitas de Petro a Venezuela ha tenido un mínimo gesto con la oposición, con las víctimas de la violación de derechos humanos, o para visitar a los presos políticos en las cárceles y preguntarles por su salud. Un gobierno que se dice supuestamente humanista, protector de la vida, no ha tenido ni siquiera esos mínimos gestos. Olvidemos el caso de Juan Guaidó por un segundo. Yo no sé si Petro pretende lavarle la cara a Maduro… Es imposible, porque por el contrario, se ensuciará las manos de sangre por tanta violación de los derechos humanos.
—¿Y usted ha tenido oportunidad de conversar de estos temas con el embajador Benedetti?
—El enviado de Petro a Venezuela se ha dedicado a insultarme, incluso. Dista mucho de los diplomáticos colombianos que yo conozco. Decenas de presidentes, de excancilleres, con los que he podido interactuar, buscando los mejores intereses binacionales. La condición humana de todos dista mucho de la… (no quiero decir la palabra…), bueno, dista mucho del comportamiento de este diplomático que enviaron.
—Suelte la palabra que tiene en mente, tranquilo…
—(Riendo) Dista mucho del señor que enviaron a Venezuela en nombre de Colombia.
—Bueno, ahí lo dejamos a la imaginación del lector. Y, muchas gracias por haberme sacado este espacio, porque sé que su agenda está copada. Si es que se vuelven a sentar en México gobierno y oposición, veremos cuál es la oposición que escogerá el canciller colombiano, Álvaro Leyva, para que acuda al encuentro, porque, por alguna extraña razón, ahora necesitan su permiso. A usted se lo negaron.
—Eso queda claro luego de la acción del gobierno del presidente Petro. Y, de verdad, te agradezco a ti por la paciencia de toda esta semana para concertar esta entrevista.
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