Lo primero que sintió César al ingresar a la estación Gato Negro del Metro de Caracas fue miedo. Aceleró el paso porque se sentía perseguido.
Las escaleras estaban solas y en el pasillo apenas reverberaban las voces de dos hombres que ingresaban por el otro lado.
Decidió voltear: detrás no había nadie.
Siguió su camino y los nervios disminuyeron luego de que llegó un tren con dirección Propatria y la gente comenzó a salir. Había superado, en ese momento, lo que consideró su primera prueba.
Esa percepción, aunque parezca exagerada, es frecuente.
No está alejada de la realidad que atraviesan los usuarios y la compañía desde hace años, mucho antes de las sanciones aplicadas por Estados Unidos, aunque Nicolás Maduro intente hacer creer lo contrario. Hace dos semanas la situación llegó a niveles impensables.
Dos buhoneros que discutían por el control de los vagones se hirieron a cuchillazos en la estación Miranda. La condición de uno de ellos es grave y el otro murió en un centro médico.
Días después de la riña, se conoció la designación del mayor general (Ej) Juan Carlos Du Boulay como presidente del Metro de Caracas, en sustitución del general de brigada (Ej) Graciliano Ruiz Gamboa.
Tres militares en cinco años
Es el tercer militar en cinco años que asume el control de la empresa, aunque ninguno ha logrado salvarla del desastre en el que se encuentra ahora.
«Las cosas llegaron a donde tenían que llegar y, como siempre, necesitaban cortarle la cabeza a alguien. Este es como el presidente 18 que ha nombrado esta administración (el chavismo) después del doctor José González-Lander», dijo Luis Román, secretario de la organización Familia Metro, conformada por extrabajadores del Metro de Caracas.
El Nacional recorrió puntos clave de la Línea 1 del Metro de Caracas una semana después de la designación de Du Boulay. Se observaron en algunas de las estaciones escuetos despliegues policiales.
Pequeños grupos de oficiales de la Policía Nacional Bolivariana —o de su División Contra la Delincuencia Organizada, antigua Fuerza de Acciones Especiales— esperaban en las mezzaninas o recorrían las instalaciones. En algunos casos, paraban personas al azar, les pedían cédulas de identidad y les revisaban sus pertenencias.
Algunos funcionarios no llevaban el uniforme correctamente ni llamaban la atención a los usuarios que se sentaban en las escaleras, barandas u otras partes de las estaciones y que, en general, incumplían las normas.
Con frecuencia los policías se tomaron fotografías junto a sus superiores. «Necesitan demostrar que sí hay seguridad en el sistema porque los periodistas, la gente y los jubilados del metro los tienen palo y palo», afirmó Román.
Sin agua, comida ni pagos
«Pero ese operativo no durará más de un mes porque a esos oficiales no les dan logística. No hay agua potable, no les dan comida, no les pagan», dijo el extrabajador. Resaltó que los policías no están capacitados para atender determinadas situaciones.
Anteriormente había una brigada especial de la extinta Policía Metropolitana que estaba capacitada, además, por el Centro de Entrenamiento del Metro de Caracas.
Un batallón desplegado por todas las estaciones y que tenía comunicación directa con el Centro de Control de Operaciones de La Hoyada que, a su vez, establecía contacto con cuerpos de bomberos, Protección Civil y grupos de protección animal.
Las estaciones, en mayor o en menor medida, presentan las mismas circunstancias y las sufren los usuarios, quienes terminan pagando en exceso las irrisorias tarifas por el servicio. Esas condiciones no son nuevas. Para quienes las padecen es una situación insólita, desesperante e insoportable.
Escenarios de terror
Bellas Artes es probablemente la estación que está en peores condiciones en la Línea 1 del Metro de Caracas.
Un tren avanzaba en dirección Palo Verde y, mientras salía la gente del andén, adquiría un parecido al escenario propio de una película de terror. Todo sombrío, solitario, maloliente. Había basura regada y varios pozos generados por las filtraciones, que ya tienen semanas.
Helena Coronado cree que el chavismo ha llevado a los venezolanos a vivir como mendigos. La mujer, de 45 años de edad, esperaba otro tren mientras agitaba un abanico improvisado con unas hojas recicladas.
El calor era insoportable.
Parecía resignada. Mientras, a un costado del andén, dos ratas corrieron al sentir los pasos de alguien que se acercaba, así como el miedo que siente una persona que conoce los peligros a los que se enfrenta y huye despavorido.
De manera optimista, los trabajadores y los usuarios podrían esperar que el cambio en la presidencia del Metro de Caracas sirva para ejecutar las recomendaciones que ya existen.
«No hay que inventar nada. ¿Para qué decir los problemas que tiene el metro? La gente tiene más de 20 años sufriendo esas fallas. Lo que tenemos que decirle a los usuarios son las soluciones que hay para cada una de ellas», manifestó Román.
Venta y recarga de tarjetas: no aceptan efectivo
El personal operativo informaba la venta y la recarga de las tarjetas, que tienen un costo de 6 bolívares.
En los torniquetes de las estaciones, muchos de ellos dañados, había un trabajador, funcionario o miliciano que intentaba controlar el ingreso de usuarios y le exigía el pago del pasaje. Según estimaciones oficiales, en el Metro de Caracas se trasladan 1,2 millones de personas diariamente.
El Nacional comprobó que por órdenes de la presidencia del Metro de Caracas no están aceptando el pago de las tarifas en bolívares en efectivo. Los pasajeros obligatoriamente deben cancelar con tarjeta de débito.
Román dijo que hay probabilidad de que pronto se anuncie un aumento del pasaje.
Expresó que el problema del sistema de cobro es la obsolescencia y que es difícil que las personas se acostumbren a pagar después de que se les ha permitido por más de 10 años ingresar gratis o casi gratis al sistema.
Indicó que en una estación de alto tráfico como La Hoyada solo hay 2 torniquetes funcionando.
Antes de ser destituido, Graciliano Ruiz Gamboa aseguró que tenían un plan de embellecimiento y mantenimiento profundo. En las redes sociales presentó una campaña en la que mostraban una supuesta normalidad, tanto de las instalaciones como de los trenes, y que se garantizaba la seguridad.
Eso escasamente se puede percibir.
El director de Familia Metro afirmó que los vendedores informales tendrían contactos dentro de la compañía que les permiten operar y pasar desapercibidos para las autoridades. «No sé si hay gente de la directiva o del sindicato involucrada, pero sí es cierto», expresó.
Menos buhoneros y pedigüeños
El Nacional comprobó también que los buhoneros —que ofrecen caramelos, chocolates, tapabocas, galletas y que hasta compran dólares en efectivo— manejan un patrón similar para evitar que los policías los descubran.
Cuando el tren en el que viajan llega a una estación se hacen pasar por pasajeros. Cierran los bolsos en donde llevan la mercancía, se detienen entre la gente y esperan hasta que la unidad nuevamente avance. Si tienen cajas, las esconden debajo de los asientos.
Así, evitan quedar en evidencia y que los oficiales los retengan o los expulsen del sistema.
Pero, de acuerdo con el director de Familia Metro, las «metrobodegas» pagan vacunas a oficiales policiales y militares para que les permitan vender sus productos.
La presencia de vendedores ambulantes, sin embargo, disminuyó considerablemente —según se observó en el recorrido hecho por El Nacional— si se compara con épocas recientes en las que hasta cinco buhoneros transitaban, en el mismo momento, por los vagones ofreciendo, a toda voz, los productos. Esto también ocurrió con las personas que pedían dinero.
Nada garantiza que se cumplan los tiempos aproximados en los que los trenes deben llegar a los andenes. La espera va desde 5 minutos hasta tortuosos 15 o 20 minutos, sin que necesariamente se haya presentado alguna eventualidad. Nadie explica nada.
Familia Metro indicó que de los 48 trenes que fueron incorporados al sistema hace casi 10 años apenas están en circulación 20. La Línea 1 del Metro de Caracas está conformada por 22 estaciones.
En la espera y el caos “se va” la juventud
«Es una locura. Me ha tocado esperar hasta 40 minutos por un tren, y no una sola vez. Después es una locura entrar al tren por la cantidad de gente que está esperando, que empuja, y la que tiene que salir. Siento que en esto se me va la juventud”, dijo a esta redacción Jesús, de 29 años de edad.
Los adultos mayores y personas con limitaciones físicas sufren en mayor medida las ruinas en las que se ha convertido el Metro de Caracas. Y la falta de personal dificulta aún más su desplazamiento, más cuando implica subir o bajar las escaleras de cemento porque casi ninguna de las mecánicas —observó El Nacional en Gato Negro, Capitolio, La Hoyada, Plaza Venezuela, Sabana Grande, Chacaíto, Altamira, Miranda, Los Dos Caminos, y Petare— está en funcionamiento.
El secretario de Familia Metro dijo que, de todas las deficiencias, la inseguridad es la que más preocupa. Con la riña en Miranda aumentó a 5 el número de fallecidos tanto dentro de las instalaciones como en las adyacencias. Se incluye la muerte en octubre pasado del economista Armando Sánchez, de 80 años de edad, por un paro respiratorio durante una situación irregular en Los Dos Caminos por una explosión en un tren.
El Metro de Caraca dejó de tener el suministro de repuestos por parte del fabricante porque las autoridades venezolanas le deben dinero, tanto a los franceses (Alstom) como a los españoles (Construcción y Auxiliar de Ferrocarriles), fabricantes de los trenes viejos y de los nuevos, respectivamente.
El sistema “está canibalizado”
«Entonces se dieron a la tarea de fabricar con algún proveedor local y eso es lo que está trayendo problemas», criticó Román. El Metro de Caracas «está canibalizado», afirmó.
La repotencialización de las unidades por parte de los trabajadores, y de la que tanto ha hecho alarde el gobierno de Nicolás Maduro, en poco ha ayudado a mejorar el sistema. En dos vueltas, aseguró Román, se vuelven a dañar los trenes. Tampoco se le hace mantenimiento a las unidades ni a las escaleras mecánicas con empresas especializadas.
«Ellos dicen que son los trabajadores los que les están haciendo el mantenimiento y ni siquiera hay personal. No entiendo cómo una empresa que en 2002, con las tres líneas funcionando y prestando el servicio como debe ser, no llegábamos a 5.000 trabajadores y ahora, con todo el éxodo que ha ocurrido, en la empresa hay hasta 15.000 trabajadores. ¿Dónde está esa gente, qué está haciendo esa gente? ¿Toda esa gente es personal operativo?», cuestionó el dirigente.
Las casetas del operador prácticamente están solas. Muchas se encuentran cerradas, así como muchos de los accesos, y hasta en algunas hay uno o dos trabajadores atentos a las situaciones que se presenten.
Dijo que probablemente se vuelva a hablar, bajo la presidencia de Du Boulay, de la Línea 5, del tramo Guarenas-Guatire y del cabletren de Petare. «¿Para qué van a inaugurar más líneas o de hablar de otros proyectos si lo que tienen operando no funcionan? Resuelvan el problema que tienen en las líneas del Metro de Caracas, en las rutas del Metrobús, en el metrocable, pon eso a funcionar como debe ser y después es que tienes que meterte en los proyectos que tienes 20 años haciendo y que nunca has hecho».
Afirmó que la historia ha dado cuenta de que bajo el chavismo no se han logrado solucionar los problemas.
Privatizar el Metro de Caracas, ¿solución?
Familia Metro cree que con la privatización del Metro de Caracas se puede lograr superar las fallas. Expuso Román que la organización ve un proceso en el que participe la empresa mixta, donde el Estado se reserve un porcentaje y lo que tiene relación con el mantenimiento-operatividad se le vanda a algún consorcio especialista.
«Los trabajadores están en contra de eso. Porque esas empresas tendrían que poner sus propias condiciones y a lo mejor contratan al personal por años. En los demás países funciona. El servicio no es netamente dependiente del Estado, aquí se nos vendió la idea de que todos los sistemas en el mundo los financia el Estado», expresó.
El extrabajador de la compañía estatal manifestó que no se opone a la privatización siempre y cuando se consulte a los usuarios, trabajadores y con los jubilados que quieren aportar ideas. Señaló que esto tendría incidencia en el costo de los pasajes. No es una solución descabellada si se quiere evitar una tragedia que en cualquier momento puede ocurrir. «¿Que la solución es una empresa mixta? Evalúenlo, consúltenlo. Pero lo que se quiere es que se preste un buen servicio y sí se puede hacer porque nosotros lo logramos desde la inauguración hasta aproximadamente el año 20002. A partir de allí comenzó el declive, la mala administración, operación y la corrupción. Porque, vamos a estar claros, al Metro le ha entrado dinero», expresó.
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