Carlos Velásquez nació en Matupo I, una de las comunidades indígenas kariñas de las 12 que se encuentran en la reserva forestal Imataca. Es maestro y capitán, lo primero por decisión, lo segundo por elección de la comunidad, así es la organización comunitaria en este territorio ancestral.
Sus padres son de Guyana, vive con ellos y todos los días apenas se levanta hablan sobre el trabajo del día, qué hay que hacer y cómo se van a organizar. Primero van al conuco, limpian la escuela, se incorporan los niños y siembran en grupos familiares.
Su cotidianidad es el bosque. “En Imataca hay muchos frutos y animales, a los monos les encanta el cambur, en el río hay muchos peces, es un espacio generoso para todos los que habitamos en él”, cuenta Carlos.
En la escuela les enseña a 35 niños de diferentes edades, cantan el himno nacional, conocen y aplican en su convivencia normas de cortesía, repasan el abecedario y escriben. Antes de irse comparten un pedazo de casabe.
Aunque la escuela no abre los fines de semana, juega con sus alumnos los domingos. “Vamos recogiendo piedritas, palitos y cambures y así practicamos la matemática. Con el nombre de las flores cultivamos la caligrafía”, señala.
Antes de que iniciara el proyecto “Ordenación forestal sustentable y conservación de bosques en la perspectiva ecosocial”, Carlos se dedicaba a la escuela y a sembrar en el conuco familiar. Con los talleres de capacitación que ha recibido por parte de la FAO y el Ministerio para el Ecosocialismo ha aprendido todas las tareas del vivero: “Echar la tierra en las bolsas, trasplantar los árboles, recoger la basura y le ha replicado esos saberes a los niños”.
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Imataca
En los bosques de la reserva forestal Imataca se dan tres tipos de madera: dura, semidura y blanda, y por tener este insumo de primera mano, los capacitaron en carpintería, Carlos fue uno de los alumnos. “Al comienzo fue difícil, me costó mucho trabajar con las máquinas, hacer mediciones, fue un reto, pero me gusta, me gusta mucho y quiero aprender más para trabajar la madera mejor y replicarles este conocimiento a los niños”, dice.
A Carlos le gusta hablar de compartir lo aprendido, de enseñar, dice que su trabajo es alegre, se esfuerza para que todos en la comunidad tengan más conocimientos para trabajar mejor: “Cuando ya no esté, mis alumnos o los hijos que tengan cuidarán el bosque”.