“Yo he sufrido en carne propia lo que es el chavismo, por eso sé que ellos no se van a ir; que no les interesa hablar”, dijo con convencimiento Ana María Da Costa, hermana del preso político Vasco Da Costa.
La familia Da Costa ha luchado durante 20 años en contra el chavismo y ha padecido los embates de su política desde 2004, cuando Vasco fue detenido por primera vez.
Da Costa aseguró que si la oposición confía en llegar a un acuerdo con el régimen de Nicolás Maduro para que abandone el poder o subsistir ambos factores políticos, “está fuera de la realidad”.
A su juicio, “el chavismo se quiere quedar, de hecho, se está quedando”, razón por la cual trata de destruir todo lo que para ellos sea disidencia.
“Como venezolana lo único que le pido al chavismo es que se largue, que nos dejé a todos en paz, porque bastante hemos sufrido en sus manos”, expresó con agotamiento.
El principio de un calvario
El politólogo Vasco Da Costa fue detenido en mayo de 2004 por estar supuestamente involucrado en un plan para derrocar al entonces presidente Hugo Chávez.
Luego fue víctima de varias capturas breves, hasta que en 2014 fue encarcelado nuevamente e imputado por los cargos de asociación para delinquir y fabricación ilegal de explosivos. Tres años y medio después, en 2017, lo liberaron por motivos de salud.
Sin embargo, a menos de un año de la excarcelación del también líder del Movimiento Nacionalista, lo volvieron a privar de su libertad el 16 de abril de 2018, junto a seis jóvenes de la organización política; en medio de denuncias de allanamiento ilegal, detención arbitraria, torturas y robo por parte de los organismos de seguridad del Estado.
En esta oportunidad, Da Costa promovía la abstención para las elecciones presidenciales celebradas en mayo de 2018. Proceso electoral por el que hoy Maduro es considerado un usurpador, por la oposición venezolana y gran parte de la comunidad internacional.
“Tumban la puerta de tu casa, le pegan a quien consiguen, se roban lo que pueden y lo que no lo rompen, pasan horas traumatizando a todo el mundo y después se lo llevan detenido”, así describe Da Costa los procedimientos para privar de libertad a su hermano.
Luego de su aprehensión, continuó, la familia pasa “días de terror, sin saber dónde está, si está vivo o muerto”, para luego encontrarlo “golpeado, torturado y oliendo mal. Y ahí empieza el calvario de tener un preso en el país”.
Pese a esta situación, para Da Costa, la mayor irregularidad en el caso de su hermano “es que nunca lo han llevado a un juicio. Vasco nunca ha podido ir ante un juez y decir ‘yo soy inocente’”.
El cambio de una vida normal
Vasco Da Costa llevaba una vida normal, recordó su hermana, trabajaba y daba opiniones como politólogo, pero desde 2004 “todo se volvió un infierno”.
“La vida te cambia, a la familia y amigos les da miedo, los clientes salen corriendo. La vida te cambia y tú tienes que comenzar un proceso de adaptación para aprender a vivir con eso”, señaló.
A raíz de esas situaciones, incursionó más en la política, hasta convertirse en un prisionero asiduo de la cúpula gobernante.
“Se ensañan con mi hermano porque él dice lo que piensa, da sus opiniones y al régimen le molesta profundamente eso. Porque considera que todo lo que él dice y hace es peligroso para ellos”, indicó.
“Me dijeron que no lo podían operar en el hospital militar porque era para chavistas”
El 10 de julio Vasco fue intervenido quirúrgicamente por un carcinoma que le diagnosticaron en el ojo izquierdo, causado, de acuerdo con su hermana, “por una herida debido a las torturas”.
Durante su última detención, denunció Da Costa, su hermano fue brutalmente torturado por más de 10 días en la sede de la Dirección General de Contrainteligencia Militar, ubicada en Boleíta, y en una casa clandestina conocida como la Zona 51.
Luego de ese período fue enviado al Centro Penitenciario de Occidente, conocido como cárcel Santa Ana del estado Táchira. Donde fue torturado nuevamente, por un comando de la Dgcim, que le ocasionó una herida en el ojo izquierdo, por la que Vasco estuvo pidiendo atención médica desde hace más de un año.
Para que su hermano fuera revisado por un médico, Ana María tuvo que pasar «otro calvario»; debido a que le exigían que solicitará a un tribunal la operación en una clínica privada. Para no realizarla en el Hospital Militar Dr. Carlos Arvelo, donde fue intervenido finalmente.
“Me dijeron que no lo podían operar en el hospital militar porque eso es para chavistas y generales con cargos. Tuve que hacer un escándalo para que lo intervinieran y después me dijeron que no tenían vehículos”, señaló Da Costa.
Agregó con incredulidad: “¿Cómo es posible que el Ejército no vaya a tener un jeep para trasladar a Vasco a un hospital, pero para detenerlo si vinieron 17 vehículos a buscarlo?”.
El 30 de agosto el médico le quitó la quimioterapia a Vasco Da Costa y determinó, a través de un exámen de ultrabiomicroscopía, que el tumor no había filtrado el globo ocular. Ahora espera una visita médica para el 20 de agosto, en donde le realizarán una biopsia para evaluar su el cáncer logró retroceder o, por el contrario, está avanzando.
El comando loco
Un comando de la Dgcim, dirigido por el ahora general Carlos Terán, es el que le produjo la herida en el ojo a su hermano, denunció Da Costa.
Este grupo llegó a los centros de reclusión “dicen que van por orden y ni el director del penal de puede oponer a ellos; que torturan a quien les da la gana y roban a todo el mundo”, explicó.
“Es el ‘comando loco’, nadie sabe quiénes son. Vas a la Dgcim, preguntas y te dicen que ese comando no existe. Pero sí existen, porque son de carne y hueso, van y te pegan. Lo dirige Carlos Terán, que es el único que va sin pasamontañas y diciendo a gritos quién es él”, aseguró.
La última visita de este comando lo sufrió Vasco Da Costa el 24 y 25 de agosto, cuando realizó una brutal requisa en Ramo Verde; agredió a los detenidos y se llevó sus pertenencias, indicó.
“Terán le dijo que tenía que agradecer que le estaban curando, que tenía que llamarlo general y arrodillarse ante él. Vasco le respondió: ‘Yo no te voy a agradecer, no me voy a arrodillar ante ti y yo te llamo ladrón, porque en este momento me estás robando’, mencionó».
Terán ha ido ascendiendo gracias a su trabajo bajo orden presidencial, afirmó Da Costa. Al recordar que en 2017 tenía rango de mayor, en 2018 de coronel y ahora, de general.
En tres oportunidades ha sido denunciado este grupo de la Dgcim ante la Fiscalía General de la República: la primera vez fue el 23 de abril de 2018, la segunda vez fue el 22 de mayo del mismo año y, por último, el 27 de agosto.
“Reciben la denuncia, que van a hacer la investigación y no hacen absolutamente nada”, subrayó.
“No hay justicia en Venezuela”
A juicio de Da Costa su hermano ha sido víctima de la falta de justicia en el país, donde no se le garantizan los derechos humanos a nadie.
“No hay justicia en Venezuela. Ellos (el régimen) vienen y dicen que tú eres terrorista, te torturan, te meten preso, te roban y un día, como ha pasado en las otras veces, te abren la puerta y te dicen: ‘ya te puedes ir, hasta la próxima’. Y vienen otra vez”, expresó.
“Al final, o lo juzgan y condenan por algo que no hizo o lo dejan en libertad”, sentenció.
“Mi ilusión ahora es la libertad de Venezuela”
El sueño de Ana María era trabajar en un organismo multilateral y para eso se estuvo preparando desde muy joven. Sin embargo, sus aspiraciones personales se vieron truncadas por la persecución del régimen en contra de su hermano.
“Ellos destruyeron mis sueños personales. Dejé de lado lo que yo soñaba, defendiendo a mi hermano y me di cuenta que el problema iba más allá de Vasco. El problema es Venezuela, la que está presa y está siendo torturada es Venezuela”, sostuvo.
“Mi ilusión ahora es la libertad de Venezuela. Son 20 años que yo le he dedicado a esto, por mi hermano. Hoy trabajo por la libertad de Venezuela y porque se respeten los derechos de los presos políticos”, enfatizó.
Aseguró que en el país callar no debe ser una opción: “Cuando callas sufres más, porque siempre te van a hacer lo mismo y hasta peor”.
Es por esta razón, que Ana María insta a los venezolanos a no decaer, a levantarse y a alzar la voz en contra de la cúpula que sostiene el poder.
“No nos podemos dejar pisar y que ellos nos traten como si fuéramos animales. Tenemos que levantar la cabeza, la voz y oponernos a esto, que no sirve. Tanto vamos a empujar que ellos se van a terminar yendo”, sentenció.