En un desierto al borde del Pacífico, una patrulla nocturna en la frontera chilena con Perú se topa con los dos flujos migratorios que estremecen a América Latina: haitianos que abortaron su viaje a Estados Unidos y dan vuelta atrás, y venezolanos que ruegan por entrar a Chile.
La frustración de los haitianos que retornan a Chile contrasta con la ilusión de los venezolanos que buscan tomar un bus que los lleve 2.000 km al sur, hasta la capital chilena.
«Tenemos nuestra residencia y nuestro hijo es chileno, estoy regresando para retomar mi trabajo», dice Isaiah, un joven haitiano. Él y su esposa, con un bebé dormido en sus brazos, acaban de bajar de la camioneta de Carabineros de Chile en el complejo fronterizo de Chacalluta. Fueron sorprendidos cuando ingresaban a Chile a pie por un paso no habilitado cerca de la playa.
«Venimos de Lima de visitar a la madre de ella», afirma Isaiah. Asegura que salió de Chile caminando hace 12 días, algo imposible por vía regular a raíz del cierre fronterizo por la pandemia desde marzo de 2020.
Aumento del flujo migratorio en Chile
La policía chilena en la frontera ha constatado un cambio en el flujo migratorio de los haitianos: en los últimos meses hallaban grupos de hasta 50 personas que salían del país, dice a la AFP el mayor Patricio Aguayo, jefe de la 4ª Comisaría de Chacalluta. «Pero esos intentos de egresos se pararon y «ahora hemos visto ciudadanos haitianos que están volviendo en avión a Santiago», indica.
«Suponemos que esto tiene que ver con el hecho de que los están devolviendo de Estados Unidos y que hay muchos bloqueados en Colombia», agrega el capitán Giovanni Tamburrino.
Preocupados y tristes, los haitianos pasan horas en el aeropuerto o el terminal de buses de Arica, buscando pasajes para diferentes destinos en el centro o sur de Chile.
Los venezolanos, en cambio, llegan a Chile llenos de optimismo.
La venezolana Diathnys P., enfermera de 38 años, acaba de ser sorprendida por la patrulla con seis compatriotas, muy cerca de donde un vehículo de la policía de Perú detuvo a otros siete. «Siempre quise emigrar a Chile por una mejor calidad de vida», explica a la AFP, temblando de frío.
Como muchos venezolanos en la frontera de Chile, Diathnys acaba de pasar tres años en Perú, pero «después de que ganó Pedro Castillo (la Presidencia) ha subido (el precio de) la comida, muchas cosas se han descontrolado y prácticamente no quiero vivir la misma situación que viví en Venezuela», dice ansiosa de llegar a la casa de su hermana en Santiago.
Sin visa y sin trabajo
Un funcionario del aeropuerto confirmó que hace seis meses empezaron a llegar a Arica vuelos llenos de haitianos que querían salir de Chile, pero «desde la semana pasada están más bien devolviéndose».
«Vinimos a Arica de vacaciones», «tengo familia aquí», dijeron una veintena de hombres y mujeres de Haití consultados por la AFP sobre su presencia en la zona. Todos se negaron a hablar ante las cámaras o el grabador.
Javiera Cerda, jefa del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM) en Arica, confirma que hasta agosto hubo una salida numerosa de haitianos hacia Perú.
Aunque cruzar el límite por Arica es más simple que en las alturas de los Andes, hay un complejo fronterizo que trabaja en coordinación con la parte peruana y es una zona vigilada históricamente por el ejército también.
«Yo no me voy de Chile, pero está muy difícil. Hemos tenido trabajo y me fue bien hasta que no me renovaron más la visa. Es imposible que te empleen legalmente así», cuenta Gustave R., un mecánico de 36 años que desde hace cuatro años vive en Villa Alemana (centro), donde ganaba casi mil dólares por mes.
«Es un dinero bueno, pero ahora que además no nos regularizan, dan ganas de irse. La pandemia nos dejó sin trabajo y sin papeles», dice Gustave, que hace fila para comprar un pasaje a La Calera (centro).
La demora para regularizar a los extranjeros en Chile ha afectado a haitianos y venezolanos. Pero también a cónyuges extranjeros de chilenos o emprendedores europeos con visa vencida, que no pueden hacer gestiones bancarias, por ejemplo.
Tras la destrucción de Haití por el terremoto de 2010, Chile acogió a 200.000 haitianos en momentos en que era reconocido como el país más próspero de América Latina.
En 2018, el actual gobierno de Sebastián Piñera implementó una visa de turismo que se entregaba en Puerto Príncipe, lo que detuvo la llegada de migrantes desde Haití.
Los haitianos intentaron irse de Chile en busca de un futuro mejor y ahora regresan con pocas esperanzas.
«El trabajo sin papeles es muy malo, y es un país muy caro», sostiene Bethany, 26 años, que asegura haber viajado a Arica a visitar amigos.
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