El 28 de agosto de 1985, hace 38 años, falleció en Caracas el escritor, periodista, humorista, ingeniero, político y fundadro de El Nacional Miguel Otero Silva. Tenía 76 años de edad. Miembro de la reconocida Generación del 28, el intelectual es considerado uno de los máximos exponentes de la literatura social de Venezuela.
Miguel Otero Silva nació en Barcelona, estado Anzoátegui, el 26 de octubre de 1908. Fue hijo de Henrique Otero Vizcarrondo y Mercedes Silva Pérez, quien murió cuando él era niño.
En 1924 concluyó la secundaria y, posteriormente, comenzó sus estudios de Ingeniería Civil en la Universidad Central de Venezuela (UCV) cuando decidió tomar un camino diferente. Inició muy joven su carrera periodística, la cual, junto a la política y la literatura, se volvió su actividad más constante.
Su inicio en la redacción fue con la revista humorística Caricaturas. Más tarde fundó El morrocoy azul, el semanario político Aquí está y el periódico El Nacional, que entró en circulación el 3 de agosto de 1943.
Su vida política estuvo marcada con el movimiento estudiantil de 1928, que surgió para hacerle frente a la dictadura de Juan Vicente Gómez. Por sus inclinaciones políticas se exilió entre 1930 y 1936. También sufrió varias sanciones a causa de su posición y su escritura de denuncia.
Después de haber cumplido los 40 años, contrajo matrimonio con la periodista y activista María Teresa Castillo, una de las figuras más importantes de la cultura venezolana. Con ella tuvo dos hijos, Miguel Henrique Otero y Mariana Otero Castillo.
Durante su paso por la política antes de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Giménez, fue apresado, y tras su liberación fue electo senador por el estado Aragua en diciembre de 1958. Utilizó sus influencias para impulsar en 1969 la creación del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, el cual se sustituyó por el Consejo Nacional de la Cultura, al que también contribuyó a fundar.
Obras literarias más destacadas
En 1958 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo tras la publicación de Elegía coral a Andrés Eloy Blanco. Entre sus más célebres publicaciones resalta la novela Casas muertas, de 1955, que le hizo merecedor del Premio Nacional de Literatura.
Al dejar la política, los últimos años de su vida los dedicó a sus pasiones por el coleccionismo de arte. También retomó sus inclinaciones por el humorismo con el estreno de una versión jocosa de Romeo y Julieta, en 1975.
Se dedicó a escribir otras novelas históricas como Lope de Aguirre o Príncipe de la libertad en 1971. También escribió La piedra que era de Cristo, en 1984, un año antes de su muerte.
Así como Casas muertas, entre sus obras más reconocidas están Fiebre, Oficina número uno, Cuando quiero llorar no lloro y La muerte de Honorio.