Miguel Otero Silva, escritor, periodista, ingeniero y político, nació en Barcelona, estado Anzoátegui, el 26 de octubre de 1908, exactamente hace 111 años.
Otero Silva se mudó a Caracas con su familia cuando tenía seis años de edad. Estudió en el Liceo Caracas, que dirigían Luis Ezpelosín y Rómulo Gallegos.
En este plantel conoció a algunos de los personajes que dejaron huella en la élite intelectual y política del país: Rómulo Betancourt, Jóvito Villalba, Isaac J. Pardo y Rafael Vegas.
Aunque cursó ingeniería en la Universidad Central de Venezuela su verdadera pasión era la escritura y el periodismo. En 1925 publicó su primer poema, Estampa.
También se interesó por el humor y escribió en el periódico Fantoches y en la revista Caricaturas bajo el pseudónimo de Miotsi.
Su primera novela, Fiebre, la escribió desde el exilio luego de huir del país por ser miembro de la Generación del 28 durante la dictadura de Juan Vicente Gómez.
Durante sus años fuera de Venezuela vivió en la isla de Trinidad y luego llegó a Curazao.
En 1928 circuló en el país un diario clandestino llamado El Imparcial, donde escribió Andrés Eloy Blanco antes de ser encarcelado. Otero Silva también participó desde Curazao en este proyecto.
Durante el tiempo que permaneció fuera del país recorrió América Latina, Estados Unidos y Europa.
Regresó a Venezuela en 1939 y un año después publicó Fiebre.
Contrario a lo que muchos piensan, Miguel Otero Silva inició como periodista realizando colaboraciones para el diario El Universal, periódico que se convertiría en la principal competencia de El Nacional.
En El Universal, Otero Silva participó en la sección “Arte y Letras”, la cual dejó de aparecer en julio de 1942.
En 1941 fundó El Morrocoy Azul, una compañía conformada por una veintena de humoristas. El semanario humorístico se destacó por ser muy crítico al gobierno de ese entonces.
Dedicado de lleno al periodismo, en 1943 fundó junto a su padre, Henrique Otero Vizcarrondo, el diario El Nacional.
El Nacional se caracterizó desde el primer momento por lucha por contar la verdad y aunque Otero Silva tenía muchos amigos en el poder, no por eso dejó de ser un fuerte crítico.
Pocos conocen al Otero Silva amante de los deportes. Esta pasión le llevó a ser uno de los grandes impulsores del periodismo deportivo del país.
En 1946 contrajo matrimonio con la periodista María Teresa Castillo, que se convirtió en una de las figuras más relevantes de la vida cultural del país como directora del Ateneo de Caracas.
El matrimonio tuvo dos hijos, Mariana y Miguel Henrique. Este último siguió las huellas de su padre en el ámbito periodístico y tomó su relevo al frente de El Nacional.
Finalizando la década de los 40, Otero Silva se graduó de periodista en la Universidad Central de Venezuela y fue designado presidente de la Asociación Venezolana de Periodistas.
Tras consolidar su carrera como periodista, se dedicó de lleno a la literatura.
Algunas de sus obras literarias más conocidas son Casas muertas, Oficina N° 1, La piedra que era Cristo, Cuando quiero llorar no lloro, 25 poemas y Escritos periodísticos.
En 1958 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo. Ese mismo año fue elegido senador por el estado Aragua.
Utilizó la influencia que le dio el cargo de senador para impulsar en 1969 la creación del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes. En 1975 fue sustituido por el Consejo Nacional de la Cultura, que también contribuyó a fundar.
En su vida personal se destacó por su pasión por el beisbol, participando en importantes juegos de pelota como umpire. También era fanático del hipismo y era dueño de caballos que participaron en carreras de Venezuela y Europa.
En los últimos años de su vida se dedicó a coleccionar obras de arte en su casa de Caracas, la cual fue bautizada como Macondo en homenaje a Cien años de soledad.
También dispuso de tiempo para trabajar en otra de sus pasiones, el humorismo.
Otero Silva murió el 28 de agosto de 1985, a los 77 años de edad.