A las 5:30 am Jesús ya se encuentra en la parada de autobuses intentando despejar el sueño con ayuda de un café. Mientras muchos niños se encuentran aún en cama o preparándose para ir a clases, este niño de 11 años de edad inicia su jornada laboral.
Jesús trabaja como colector en un transporte público de la Gran Caracas. Sobre su espalda descansa un bolso que no lleva libros sino su comida para el resto del día. Aunque para muchos podría parecer un niño, actúa como un adolescente y tiene responsabilidades de un adulto.
Con tan poca edad, ayuda a su madre con los gastos de la casa y a mantener a sus otros dos hermanos, uno de cinco años de edad y otro de un año.
Su padre se fue a Perú cuando su mamá quedó embarazada de su hermana menor y desde entonces no sabe nada de él. Por esta razón, Jesús tomó la iniciativa de comenzar a trabajar y así aliviar un poco la precaria condición de su hogar.
Johana, madre de Jesús, trabaja como buhonera en Guarenas. Lo que gana no le alcanza para mantener a sus hijos.
“Mi mamá no quería que dejara la escuela, pero ya ni los zapatos del uniforme me quedaban y no tenemos plata para comprar otros. Tampoco podía comprarme los cuadernos, ni esas cosas que piden”, explicó el pequeño.
Cambió el salón de clases, por los pasillos de un autobús. Las matemáticas que no aprende en el colegio las maneja al cobrar el dinero del pasaje, como todo un experto.
Un gran sacrificio
Jesús sacrificó su aprendizaje para que su hermano de cinco años de edad, Jonás, continúe en la escuela.
“Mi mamá y yo le compramos algunas cosas para el preescolar, aunque casi todo nos lo regalaron. Si yo trabajo, Jonás puede llevar comida a la escuela”, subrayó.
Aunque extraña la escuela y a sus amigos, aseguró que no le molesta trabajar, porque la pasa bien con sus compañeros, en su mayoría, unos 15 a 20 años mayores que él.
“¡Queda puesto, móntense que todavía queda puesto!”, grita Jesús desde la puerta de un autobús, mientras en un parque cercano a la parada, niños de su edad corren detrás de una pelota.
Jesús espera poder retomar sus estudios en algún momento. “Me gustaría ser doctor para ayudar a la gente”, dijo con una sonrisa.
El niño contó que antes de comenzar a trabajar, algunos días su familia no tenía nada que comer y debían ir a la escuela con el estómago vacío. Muchas veces otros niños o las maestras le daban comida, al ver que llegaba sin desayuno.
“Yo me lo comía porque tenía hambre, pero me sentía mal porque mis hermanitos tampoco habían comido nada”, indicó cabizbajo.
Los vecinos del pequeño conocen su situación, por lo que suelen ayudar a la familia con comida y vestimenta. Fue a uno de ellos, dueño de una unidad de transporte público, a la que la madre de Jesús acudió por ayuda.
Johana le pidió a su vecino que le diera trabajo a Jesús como colector, a pesar de ser muy niño. Al principio, inició laborando por las tardes, luego de salir de clases, pero al no contar con los recursos para iniciar el nuevo año escolar, decidió trabajar tiempo completo.
“A veces me da flojera levantarme, pero tengo que hacerlo”, precisó con determinación.
Inocencia pérdida
Mientras muchos niños ya están planeando qué juguete pedir en Navidad, Jesús ya no cree en Santa Claus. Para él, lo más importante es que sus pequeños hermanos reciban un regalo este diciembre.
A su edad, los pequeños suelen ser un poco egoístas, pero Jesús se muestra como un jovencito que piensa primero en los demás.
Ricardo Mendoza, jefe de Jesús, aseguró que es un joven trabajador, amable y educado, por lo que consideró que es el mejor colector con el que ha trabajado.
“La verdad es que no parece un niño de 11 años de edad, por la forma cómo se comporta y habla”, manifestó Mendoza.
Agregó que le cuesta creer que alguien tan joven sea capaz de pensar siempre primero en su familia y se abstenga de gastar el dinero que gana en vanidades.
“Jesús compra un pan y no se lo come, lo guarda para compartirlo con sus hermanos cuando llega a su casa”, contó el chófer.
Otros de los trabajadores de la línea de transporte público coinciden en que Jesús se comporta incluso más responsable que muchos adultos.
“Es lamentable que por culpa de la situación del país, Jesús no pueda seguir estudiando. A veces me gustaría ayudarlo mucho más, pero lamentablemente tengo las manos atadas”, puntualizó Mendoza.
Alegre y conversador, Jesús se suma a los muchos niños venezolanos que no disfruta de su niñez, debido a la crisis económica, política y social que atraviesa el país.
@ErikaHDelaR
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