Oxana* vino al encuentro de Gabriela. La miró y sonrió. En un arrebato, la abrazó. Se entrelazaron en un sentido y largo apretón, sin tiempo, en silencio, como cuando se funden dos seres que necesitan encontrarse, sabedores además de que más nunca volverán a cruzarse.
Oxana le contó a Gabriela cómo los rusos llegaron a Ucrania y le robaron la comida de sus huertos, le pidieron los documentos, y cómo ella los enfrentó.
“A qué han venido a nuestras tierras y casas, ¿a saquear?”, los increpó.
“Regresen a su país”, agregó.
Los rusos no le contestaron.
A Oxana le preocupan su hijo y su sobrino, que están en el frente.
Miró a Gabriela y lloró. No está sola. Una venezolana está con ella.
Una venezolana en Ucrania
Gabriela Camargo es venezolana. Nació en Caracas hace 31 años. Estudió Comunicación Social en la Universidad Santa María, aunque nunca ejerció como periodista. Vive en Alemania, a donde llegó luego de un periplo que inició en 2019, que la hizo estar un tiempo en las islas del Caribe, gracias a las gestiones de un grupo cristiano al que pertenece. Ha estado en decenas de países.
A Ucrania ha ido tres veces, la primera vez fue en octubre de 2021. “Estuve en una ciudad llamada Ternópil, que está al oeste, donde me quedé dos meses. Fue antes de la guerra”, indicó.
Allí se enfermó de covid-19. “Fue intenso porque en el hospital nadie hablaba inglés, solo ruso o ucraniano, y no sabía ni siquiera lo que tenía”, dijo.
Luego de superada la enfermedad pudo visitar otras ciudades, antes de partir a Kenia, donde trabajó un tiempo en orfanatos.
Gabriela regresó a Ucrania en febrero de 2022, justo en el momento de mayor tensión, exacerbados los rumores sobre el inicio de la guerra.
“Fue súper estresante. Recogí mis cosas y me fui de inmediato a Chipre. Estando allí estalló la guerra”, dijo.
“Emocionalmente no fue fácil. Reviví muchas de las cosas que viví en Venezuela”, manifestó.
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“Tienen mucha rabia acumulada”
En junio visitó Ucrania por tercera vez, ya con la guerra en pleno apogeo. Esta vez no fue sola. La acompañaron cinco personas: un mexicano, dos alemanes, un suizo y un estadounidense.
“Conocimos gente que llega a la frontera con Polonia para detectar si hay tráfico humano. Llevamos ayuda humanitaria, insumos médicos y comida, y conversamos con la gente. En la frontera se vive de manera diferente la guerra, es más dramático todo”, relató.
Estuvo en Mikolaiv, una ciudad de 500.000 habitantes ubicada al sur de Ucrania, que fue bombardeada por las fuerzas rusas a finales de julio. En las cercanías, a las afueras, conoció a Oxana.
También visitó Bashtanka, una pequeña población al este, y Kyiv, la capital y mayor ciudad del país. Pudo ir a Chernóbil, y constatar la destrucción ocasionada por los rusos y el espíritu de los pobladores que, a pesar de las dificultades, intentan reparar sus hogares. La zona está minada.
“Dentro de Ucrania hay mucha gente que en medio de la crisis vive una vida normal, como se hace en Venezuela. Parece que se acostumbraran al caos. Estás en una población a la que están bombardeando, pero en la que están abiertos los restaurantes y los bares. Suena la sirena y uno se altera, pero ellos lo miran con normalidad, hay como un proceso de aceptación”, dijo.
“También hay otros que no se resignan, con mucha rabia acumulada, con mucho patriotismo y la moral muy alta”, manifestó.
Las historias de los pobladores son dramáticas, refirió: “Te cuentan que los rusos se metieron a las casas, que se robaron cosas, que violaron a las mujeres, que quemaron los cuerpos de las personas que asesinaron”.
“Nunca va a haber justificación para invadir a alguien, hacer una guerra o para matar a nadie. No hay excusas para lo que sucede”, sentenció.
Estrés postraumático
Gabriela padece estrés postraumático. Los días posteriores a su visita a Ucrania han sido sumamente difíciles.
“Desde que llegué me ha costado muchísimo. Me he sentido desconectada”, contó.
“La intensidad de lo que he sentido ha hecho que me sienta mal, incluso físicamente. Tuve que llamar a una amiga que es psicóloga para conversar”, agregó.
Gabriela manifestó que ha llorado como si le hubiesen matado a algún familiar. Está al límite mental y emocional.
*Oxana en ucraniano significa “la hospitalaria”, “hospitalidad al que es extranjero, al de fuera”.