Saime frontera sellar pasaporte
Foto @VenezuelaSaime

Era la primera vez que Mariangela iba a sellar su pasaporte de lado venezolano de la frontera después de haber estado cerrada durante siete años. Había ido a varias ciudades de Colombia durante este tiempo, pero sellando su pasaporte vencido en Migración de ese país.

En 2023 renovó el pasaporte, pero para este nuevo viaje que sería el viernes primero de marzo estaba un poco preocupada, pues recordaba que anteriormente en la aduana de San Antonio del Táchira, específicamente en las taquillas de Migración Venezuela en el Puente Internacional Simón Bolívar se hacían colas eternas, operación morrocoy y pare de contar.

Aunque el vuelo era a las 3:30 pm no pudo irse temprano para sellar porque debía cumplir con una diligencia a las 8:00 am (hora venezolana), después de eso surtir gasolina porque le correspondía el número de placa y de allí en adelante sortear algunas colas en el camino hacia la frontera, por lo que el trayecto del viaje se inició a las 11:30 am.

No dejaba de ver la hora en el celular. El solo pensar que tenía que sellar en los dos lados de la frontera la agobiaban, y más las denuncias que había leído en medios de comunicación y redes sociales sobre la presencia de integrantes del Tren de Aragua y otros grupos delincuenciales en ese sector.

Llegó a San Antonio, municipio Bolívar del estado Táchira a las 12:00 del mediodía. Tenía que estar en el aeropuerto dos horas antes. A paso acelerado caminó por la avenida Bolívar, pasó la aduana y llegó a las taquillas de Migración. No había terminado de ubicarse en donde debía hacer la fila de ciudadanos para cumplir con el trámite (tenía por delante unas 30 personas), cuando un hombre portando short, franela y botas se le acercó. “Estoy a la orden para pasarte directo a taquilla. Te cobro 100.000 pesos y en 15 minutos estás lista”, le dijo.

Cobro por sellar pasaporte

En ese momento Mariangela confirmó que sus miedos eran reales. Volvió el sellado y con él las ofertas de “te paso directo”. Buscó quién era el último y se dispuso a esperar, con el temor de que el proceso fuera lento para obligar a pagar.

No había terminado de ubicarse como la última de la fila cuando otro hombre, con una silla de ruedas en mano, se le acercó al oído y dijo: “Te sello el pasaporte por 70.000 pesos. Te sientas aquí a un lado, me das tus documentos y yo salgo en unos 10 minutos con tu documento”.

Ella solo le dijo gracias, mientras el calor la empezaba a agobiar y la idea de pensar en tener que pagar le causaba náuseas. Se dispuso a esperar, con la confianza en que la cola correría. Aún estaba a tiempo de llegar al aeropuerto.

Así fueron pasando los minutos. Algunos sellaban rápido, los que tenían niños tardaban un poco más, y otros también eran lentos por cuestión de documentos, hasta que el proceso se detuvo unos 20 minutos atendiendo a dos personas. Una en cada taquilla habilitada, pues, aunque son cuatro, solo dos estaban laborando.

Mientras esto ocurría, Mariangela vio pasar al menos cinco personas con el primer hombre que se le acercó para ofrecerle el sellado directo. No tenía dudas, el proceso se hacía más lento mientras esto ocurría.

Era la 1:00 pm cuando por su mente cruzó la idea de pagar, pero le causaba indignación. “¿Por qué tengo que pagar si esto es un derecho?, no me voy a prestar para esto”, se dijo una vez más, mientras sacaba la cuenta de en cuánto tiempo debía estar en el aeropuerto. Estaba sobre la hora.

Mientras seguía esperando su turno una señora regresó a preguntarle al de taquilla dónde estaba el sello. Revisaba y revisaba y no veía nada. 10 minutos después el funcionario que la había atendido se lo devolvió. Efectivamente, había hecho la cola, le habían hecho la foto, pero se había ido sin el sello.

Por delante le quedaban a Mariangela unas 15 personas y detrás había otras 10. El pasaporte lo selló a las 2:00 pm, y cuando volteó para salir de esta zona se dio cuenta de que en la fila quedaban solo cinco personas. “Los demás también pagaron, el tiempo no les daba para llegar a su vuelo”, se dijo y procedió a caminar a pasos acelerados para llegar a Migración Colombia.

“El pasaporte no tiene sellos”

Mientras ingresaba a Migración Colombia un hombre le gritaba: “Cuando salgas te vendo el boleto para ir a Bogotá, a Medellín, adonde necesites”. Mariangela le dijo «No gracias», y siguió su camino, pero el hombre se quedó esperando afuera.

Ingresó a Migración y tan solo estaban dos señoras que habían sellado antes que ella. Cuando le correspondió el turno sacó su tarjeta de invitación, el itinerario de vuelo, y nada de eso le pidieron, la funcionaria le dijo que necesitaba el pasaporte anterior con los sellos. Mariangela le indicó que lo tenía en su casa en San Cristóbal, y la mujer le dijo: “Entonces debe esperar a que alguien certifique que este pasaporte es verdadero”.

“Señora, necesito llegar pronto al aeropuerto; me queda poco tiempo ya. No entiendo qué pasa con mi pasaporte”, dice Mariangela, a lo que la funcionaria responde: “Su pasaporte no tiene sello, puede ser falso”.

“Mi pasaporte no tiene sellos porque es nuevo y no he viajado. ¿Cómo se les ocurre hacerme perder tiempo aquí con esa excusa, acaso un venezolano no puede renovar su pasaporte?, le preguntó Mariangela, pero el silencio fue sepulcral. A los 10 minutos le sellaron y salió a buscar taxi para irse al aeropuerto.

Saliendo de Migración Colombia el hombre que le había ofrecido los pasajes volvió a acercársele, ofreciéndole servicio de taxi. Cuando lo miró bien se dio cuenta de que era el primer hombre que se le acercó a pedirle 100.000 pesos por sellar rápido. Mariangela le dijo: “No señor, gracias, ya veo que usted está metido en todos los negocios de la frontera”, y siguió su rumbo, con el agobio del poco tiempo para el viaje y la tristeza de ver cómo siguen las dificultades para sellar en cualquiera de los dos lados del Puente Internacional Simón Bolívar.

Al regresar fue distinto. Pasó por el Puente Internacional Atanasio Girardot y no tardó ni un minuto en cada sellado, que ahora se hace por las taquillas por donde chequean los vehículos. Agradeció a Dios por no pasar de nuevo por el “terror de sellar” y se fue a su destino.


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