La figura de Hugo Chávez, que murió el 5 de marzo de 2013, inunda cada rincón de Venezuela en forma de pintura, mural, pancarta o canción. Pero el paso del tiempo desafina las notas y difumina la mirada del llamado líder de la revolución bolivariana en esos retratos que hasta hace poco se mantenían intactos, casi nuevos.
El carismático Chávez, que presidió el país desde 1999 con el Movimiento Quinta República hasta la fundación del Partido Socialista Unido de Venezuela en 2007, hasta su muerte, dejó grabado a fuego el legado socialista, cuyo testigo tomó Nicolás Maduro, avalado por el movimiento al que dio nombre su antecesor: el chavismo.
Los líderes que ensalzan actualmente su nombre no dejan escapar la menor ocasión para agradecer y recordar a quien fue una de las figuras más trascendentes de principios de siglo en Latinoamérica y que dejó en sus manos la responsabilidad de dirigir uno de los países más polarizados de la región, pero se olvidan de preservar los íconos a la vista del pueblo.
«Chávez vive»
Su nombre parece imborrable, al menos mientras el PSUV, fundado en 2007 por el propio Chávez, permanezca en el poder. En cada evento, cada convocatoria pública, manifestación, acto o reunión chavista, se corea al unísono la consigna «Chávez vive», como si de un eslogan político se tratara.
Pero esa pasión que se grita y se canta ya casi no se puede contemplar en la mayoría de las figuras que daban color a las calles venezolanas, especialmente las de Caracas. El rojo intenso, símbolo chavista, se torna en rosa más o menos claro, y con el brillo convertido en mate.
Igual que en vida dominaba y controlaba todo lo que ocurría en Venezuela, después de su muerte, su imagen se hizo dueña del paisaje urbano y rural, de tal modo que era imposible que pasara inadvertida a los ojos de quienes recorrían las calles o carreteras del país.
Los ojos de Hugo Chávez, el gran hermano
Como si de El Gran Hermano de George Orwell se tratara, luego de su muerte Chávez seguía vigilando lo que ocurría en Venezuela desde las azoteas más privilegiadas o desde los muros más representativos del país. Sus ojos, dibujados a gran escala, parecían mirar fijamente a los de cada ciudadano que se atreviera a levantar la mirada y cruzarla con la del líder.
Pero aquellos ojos que hasta hace poco intimidaban, apenas transmiten sensación alguna. Los detractores del chavismo ven en esas imágenes, cada vez menos perceptibles, el fin de una etapa que dura 20 años: la era del socialismo, ahora estando al frente Maduro, cuyas fotografías proliferan en detrimento del otrora todopoderoso Chávez.
Sin embargo, incluso los que quieren interpretar las pinturas deterioradas como el final del mandato de la izquierda venezolana respetan la figura del fundador del chavismo, mientras que las de Maduro, a menudo, son profanadas con pintadas o frases de desprecio.
El Aló presidente, siempre vivo
Se borran los dibujos, se difuminan los ojos y se debilitan las notas musicales, pero los dirigentes chavistas se niegan a que desaparezca la figura y la palabra de quien les dio razones para continuar su doctrina política y social, que sigue proclamando siete años después de su muerte con la reposición del programa presidencial Aló presidente.
Mismo día, misma hora. Cada domingo, desde su fallecimiento, se sigue emitiendo el mundialmente comentado programa Aló presidente, que transmitían televisoras y radios del Sistema Nacional de Medios Públicos de Venezuela.
Durante las emisiones, se presentaban los triunfos del chavismo y se anunciaban las iniciativas del gobierno y otros temas de interés nacional que, si bien han perdido vigencia, continúan recordando la mejor cara de Hugo Chávez.
Maduro, ¿heredero político de Chávez?
Las imágenes de Chávez en las calles de Venezuela han dado paso a las de Maduro, pero si hay algo que defensores y detractores del chavismo tienen claro es que el jefe del régimen socialista nunca podrá hacer sombra al que fue el artífice de aciertos o errores que sus herederos buscan emular.
Aun sin pretender comparar a uno con otro, es frecuente escuchar en tertulias o conversaciones populares, que «Chávez es irrepetible», para lo bueno y lo malo.
Y es precisamente eso lo que hace del líder fallecido una figura imborrable, por más que se difumine en las pinturas o por mucho que sus sucesores pretendan pasar página y dar paso a nuevos íconos.
Chávez eterno
Hugo Chávez es una figura histórica por méritos o deméritos propios, reconocido como tal por amigos y enemigos. Y como todo héroe o villano conocido más allá de sus fronteras y años después de su fallecimiento, el fundador del chavismo es «eterno», definido así por los que lo siguen recordando como si fuera un dios.
Su mirada se apaga en las fachadas, sus ojos se hacen cada vez menos perceptibles en los muros, el rojo de su camisa se torna rosado en las pancartas, pero Chávez es un personaje histórico. Hugo Chávez es «eterno».