Una pregunta basta para recabar la visión del expresidente del Gobierno de España desde la transición (1982 y 1996), Felipe González, acerca de la actual coyuntura venezolana. La entrevista se produjo el jueves 25 de julio, horas antes de que terminara la campaña electoral.
—Presidente, ¿cómo ve usted las elecciones presidenciales de Venezuela?
—Venimos de un largo proceso en el que la libertad, la equidad, el equilibro para competir en el campo electoral está muy cuestionado en Venezuela desde hace mucho tiempo, porque Maduro domina todos los poderes del Estado. Por tanto, funciona… iba a decir como una dictadura… pero es que cuando las dictaduras carecen de reglas, se convierten en tiranías, porque nadie sabe a qué atenerse. Las dictaduras son terribles, pero tienen reglas y uno sabe a qué atenerse y a lo que se arriesga en cada en cada momento. No es el caso de Venezuela: Maduro no respeta ni sus propias reglas. Ni la propia Constitución venezolana. Ahora está incumpliendo los Acuerdos de Barbados, los últimos convenios internacionales que suscribió, incluso con Estados Unidos para iniciar procesos de exploración petrolera y levantar algunas sanciones. Pero no cumplió: inhabilitó a todos los candidatos, empezando por la más importante, María Corina Machado, que ganó las primarias de manera abrumadora. La sustituyó la doctora Corina Yoris, y también le impidió inscribirse. En suma, candidato o político que no le guste, lo inhabilita; lo hizo con los miembros de la Mesa de la Unidad anterior. Maduro solo acepta a los llamados alacranes, es decir, los que a él le convienen.
Esto viene de hace mucho tiempo. No es que sea algo reciente. Lo que sí es nuevo y muy interesante es que, ante las declaraciones de Maduro [respecto de que su derrota implicaría un baño de sangre], Lula se alarmó y respondió. Esto es nuevo, porque con Venezuela todo el mundo tiende a mirar para otra parte. Desde luego, el único que puede movilizar un baño de sangre -y no sé si está en condiciones de hacerlo- es el régimen que está montado sobre los sables, sobre la represión y la policía política. Por tanto, los últimos datos (porque ya mañana, viernes, se cierra la campaña electoral) son bastante representativos de lo que va a ocurrir; de allí que intenten vetar a los testigos de mesa de la oposición, aparte de que hayan detenido decenas de personas que han contribuido con la campaña de Edmundo González, empezando por el comando de campaña de María Corina. En fin, de los resultados previsibles hablan las barrabasadas que han cometido contra gente que los atiende, incluso para darles un bocadillo, los empresarios encarcelados… Tampoco admiten testigos electorales imparciales, ni a la Unión Europea, ni a la OEA como observadores. La dictadura nombra sus propios observadores, naturalmente no por su imparcialidad sino por lo contrario, porque los consideran pro-régimen, como si eso diera alguna muestra de fiabilidad en la contabilidad. Está claro, pues, que la oposición no está compitiendo en una mínima igualdad de oportunidades.
Todo esto, que lo podríamos exponer muy in extenso, lo que supone es un principio básico: la democracia funciona cuando hay garantías de la aceptabilidad de la derrota; porque el triunfo lo acepta cualquiera, pero la aceptabilidad del revés depende de que las condiciones de competición sean razonablemente iguales. Pero, aun no siéndolo, en Venezuela se está ante un fenómeno que antes no se había producido en todos los años de Maduro, que a algunos se le parece al portento de seguimiento masivo que se dio en los comienzos del chavismo. Bueno, ahora hay una corriente de opinión determinada a que esto acabe y cambie la situación.
—¿Cuál diría usted que es la razón fundamental para ese deseo de cambio?
—La destrucción de Venezuela ha sido tremenda. Hasta convertirla en un Estado fallido. En los diez años que Maduro lleva en el poder, el producto bruto, es decir, la riqueza que el país es capaz de producir por año, se ha reducido al 25% de lo que era cuando llegó Maduro. Tal es la devastación. Naturalmente, la nomenclatura no pasa necesidades y hay ciertas burbujas que ellos crean, pero la realidad es que con esa cuarta parte de la economía que encontró, Maduro llevó a Venezuela a una situación haitiana. Esto, que solo ha ocurrido en países que han pasado por una guerra, lo ha conseguido el régimen de Maduro a pulso.
Hay, por cierto, una curiosa coincidencia. Ese porcentaje (del 25% al que Maduro redujo la economía venezolana) es el mismo de población que ha huido de Venezuela. Una población fundamentalmente joven, con capacidad para definir ese masivo éxodo; esto es, la población se redujo en un 25%. Estoy consciente de que para este momento ese porcentaje es mayor, porque esos casi ocho millones que han salido se han llevado a la familia en cuanto han podido. Si no hay un cambio rápido… o mejor, una esperanza firme y rápida (el cambio tardará más, el país necesitará tiempo para recuperarse), las cifras de migrantes crecerán, sin duda alguna, y constituirán un problema para las regiones adonde vayan.
Sí hay razones para albergar esperanza. La novedad es que la líder de la oposición le ha ofrecido al régimen un pacto de transición; es decir, que negocien la transición. Esto es imprescindible, porque Maduro, de manera arbitraria adelantó las elecciones, fijó la Toma de Posesión de la nueva Presidencia en enero; por tanto, quedan unos meses de tránsito que serán extraordinariamente difíciles, salvo que se pacte la transición en ese plazo y después. Porque después hay que ir a una elección de Asamblea, porque esta, en ese semestre, seguirá siendo la que es.
La oposición está ganando con toda claridad. No hay una sola encuestadora fiable que no le dé una ventaja de más de veinte puntos a Edmundo sobre Maduro, quien no está haciendo una campaña propositiva sino del terror. Es muy posible que, a pesar de las dificultades, sea positivo para la oposición, en el sentido de que sea inocultable. Se puede manipular un resultado cuando la ventaja es de cinco a siete puntos, pero cuando la distancia es tan abrumadora, la frustración de la gente será mucha, porque sabe que los cómputos no se corresponden con la voluntad popular.
Por suerte, hay una puerta abierta para el régimen. La oposición se ha comprometido a descartar el ajuste de cuentas y a pactar una salida para Maduro. Las declaraciones del hijo de Maduro son bastante reveladoras, los jóvenes del chavismo quieren una vida en Venezuela y pasar a la oposición. Esta es la novedad.
—¿Lo aceptará Maduro?
—La opinión es libre y los hechos son los que acabo de relatar. Dentro de esa libertad de opinión, la mía es que Maduro no va a aceptar.
—¿Qué le quedaría, entonces?
—Primero, falsear los resultados con los cómplices que siempre encontrará; algunos internacionales, que dirán haber visto cómo se desarrollaban las elecciones. Hablo de verdaderos cómplices, no de gente que se preste a trampas parciales. Para empezar, ni el censo es confiable. Piense usted que no votarán los más de siete millones que han escapado de ese paraíso en la tierra que ha creado Maduro. Han hecho lo que les ha dado la gana. Pero aun así, la corriente de opinión en favor de un cambio que tan grande que puede ser inocultable.
—¿Está Maduro en capacidad de no aceptar un resultado adverso? ¿Con qué aliados contaría?
—Le quedan los sables. No todos, algunos le quedarán. A lo interno, cuenta con un régimen cívico-militar-policial, él mismo lo define así. Y a lo externo, le queda esa necesidad de Maduro de depender. Primero, de Cuba, en lo político. Esto, en realidad, es una interdependencia porque ellos han ayudado a Cuba a sobrevivir [se refiere al constante y millonario envío de recursos de Venezuela a la dictadura antillana]. Pero como es tan cobarde, y Cuba está en una situación desastrosa, ya no les parece suficiente, y ahora su héroe internacional es Putin, con quien ha establecido también una relación de dependencia. Todo lo que sea antidemocrático y antioccidental le viene bien a Maduro, de allí que también procure una dependencia con Irán.
—Y Putin, que ya tiene unos cuantos frentes abiertos, ¿está en disposición y posibilidad de crearse uno más?
—Sí, claro. Pero si lo mismo está haciendo en el África subsahariana, en Siria, está apoyando a Hezbolá… en eso emplea el dinero. Putin está regando por ahí conflictos y tensiones, con mercenarios contratados para eso; y se los crean a los interlocutores internacionales, amparado en su poder disuasorio nuclear. ¿Está en una situación muy mala? Sí. Uno de los problemas de esa guerra es que un país como la Federación Rusa, que es el más extenso y con más recursos del mundo, está al límite de producción y de miseria, se han robado una buena parte del presupuesto militar ordinario; y, de hecho, Putin enfrenta dificultades para sostener las hostilidades y tiene que acudir a ayudas inverosímiles (aparte de la que le están prestando los coreanos y el régimen iraní). En fin, no nos metamos en la geopolítica. El punto es que Putin está en todos los conflictos y sí, se apuntaría a uno más.
—¿Cuál cree usted que es la posición de Cuba ante el desafío que tiene Maduro?
—Hay un principio castrista según el cual lo que se obtiene con las botas, no se entrega por los votos. Ya sé que Chávez no llegó por las botas, que más bien fracasaron cuando intentó el golpe de Estado de 1992, pero una vez en el poder el régimen no ha sobrevivido más que por el apoyo de los sables, por el apoyo de las Fuerzas Armadas, que están divididas ¿eh?, por eso hay tanta tensión entre sus asesores internacionales
—Un eventual irrespeto de Maduro de los resultados electorales sería una catástrofe para Venezuela, porque el régimen cuenta con los aliados mencionados, pero los ciudadanos sí es verdad que no contamos con nadie. Ya ve usted la indiferencia del gobierno de España, que conoce mejor que nadie el drama puesto que ha acogido en su suelo a miles de refugiados.
—Es cierto que Venezuela, ante acontecimiento internacionales… guerra de Ucrania, guerra de Israel con Hamas en Gaza, ha pasado a un segundo plano en la atención. Usted alude al gobierno español, pero la verdad es que Venezuela ha sido relegada de las prioridades en todo el mundo. Me habrá visto usted llamando la atención a la Unión Europea, ante la campaña para levantar las sanciones a Maduro y su gente. ¡Sanciones por violación sistemática de derechos humanos! Ahora el tema ha vuelto a cobrar cierta relevancia por las dimensiones de la migración venezolana, mayoritariamente decente y trabajadora, pero dentro de cuyo flujo se ha colado el tren de Aragua y más de un criminal, así como algunos miembros de Hezbolá con pasaportes venezolanos regalados por el chavismo.
—¿Qué prevé el mundo si Maduro sigue en el poder?
—El aumento del drama interno de Venezuela, y la multiplicación del flujo migratorio, que asusta, incluso a los Estados Unidos, donde esta cuestión es una importante bandera electoral. Está pasando en Cuba, que ha perdido el 18% de su población en año y medio. Esto es un dramón tremendo. El régimen hace mucho que fracasó, la gente está pasando hambre, la sobrevivencia en Cuba es muy difícil. Y siguen culpando del desastre al “imperio” del que también tienen décadas diciendo que se liberaron.
—¿Habrá algunas fuerzas internacionales que se están moviendo sin que se perciba, quizá para darle puente de plata a Maduro para que se vaya con su fortuna y su familia?
—No lo veo. Al contrario. El gran problema de Maduro y la “robolución” es que no tienen adónde ir. Claro que pueden ir a un país o a otro. De hecho, tienen inversiones en todas partes, incluida España. En muchos sitios tienen dinero. Ese no es problema. El problema es a dónde ir. ¿Se van a ir a vivir a Cuba?, si en Cuba no hay ni para comer.
—Se habla de Turquía.
—Hasta ahí no va a llegar Erdogan, que ya tiene sus propios problemas.
—¿Erdogan le tiraría la puerta en la cara a Maduro?
—Le bastaría con no aceptar que vayan para allá (en caso de que vayan, que lo dudo). Porqué se va a buscar una complicación. Erdogan quiere ser una personalidad decisiva, dado que pertenece a la OTAN, en el conflicto de Ucrania. Digamos que Ucrania, desde el punto de vista político, llena el 80% de su tiempo. Lo demás, bueno, es que le puedan llegar los productos venezolanos que se venden en los mercados negros.
—Entonces, para decirlo en buen venezolano, tenemos el serrucho trancado.
—Vamos a ver. Lo que sí pasa es que, a pesar de todo, en el régimen de Maduro existe el relato de que ellos siempre hacen elecciones y que aceptan los resultados. Esto significa que, en cuanto a la narrativa, no han rebasado la línea que hace rato pasaron Daniel Ortega y Rosario Murillo. En Venezuela, en cambio, eso todavía pesa. A pesar de todo, a pesar del chavismo y sus atropellos, el debate en Venezuela sigue haciéndose en términos jurídicos, institucionales, de funcionamiento de algunas instituciones. Eso, en Nicaragua ni se menciona, los sátrapas nicaragüenses han instalado una dictadura tan abyecta como la de Somoza. Insisto, a ese punto no ha llegado Venezuela, porque lo ha impedido la conciencia del pueblo venezolano, que todavía cree que posible sacar un dictador con votos.
El mayor reto del chavismo, desde la perspectiva simbólica, y pesa mucho el simbolismo, ha sido Barinas. Perdió Barinas, lo que equivale a perder el nombre de Chávez; anulan la elección; nombran otro candidato; vuelven a perder; anulan la elección otra vez; meten a una pieza fuerte del sistema, ¡y vuelven a perder! ¡Por tercera vez! Si pierden Barinas, pierden Venezuela. Por eso, tengo esperanza en la voluntad democrática del pueblo venezolano, de su anhelo de vivir en libertad y mejorar sus condiciones. Esa voluntad está viva en Venezuela. Y por eso insisto en la inédita relevancia de un pacto de transición y de reconciliación, digamos.