VENEZUELA

Familiares denuncian que detenidos en Tocuyito están muriendo de hambre: «Mi esposo pesaba 98 kilos y ahora pesa 65»

por Avatar El Carabobeño

Hasta ahora todos van a juicio, ninguno aceptó la propuesta de declararse culpable de terrorismo, a cambio de una sentencia de 27 años sin beneficios. Para enfrentar esta nueva etapa, surgida de las audiencias telemáticas que iniciaron el lunes en el Internado Judicial Carabobo, conocido como Tocuyito, los familiares  exigen que les permitan llevarles comida a los detenidos, que están desnutridos y en condiciones psicológicas de vulnerabilidad, por la mala calidad de los alimentos que les sirven, la mayoría con gusanos, algunas con pelos, casi toda descompuesta.

Desde el 26 de agosto, cuando fueron trasladados a la cárcel de Tocuyito, sus familiares sólo han podido verlos una vez. Fue un gran impacto, por lo que un nutrido grupo decidió acudir todos los días a los alrededores de la cárcel. La esperanza, por ahora, es que les permitan llevarles comida.

Todos recuerdan los momentos de la detención de sus seres querido y los golpes que recibieron durante el proceso. Las denuncias, mayoritariamente, apuntan a la Policía Municipal de Valencia y a la Nacional Bolivariana. No son lejanos los días en los que debieron recorrer distintos comandos para ubicar a su familiar y recibir la repetitiva respuesta: «aquí no están», para luego constatar que sí estaban. También, las presiones para que grabaran unos videos inculpándose por delitos de terrorismo, que aseguran que no cometieron.

Varias historias, un mismo caso

En Tocuyito, frente al penal, las historias son distintas. Está el padre que dejó su trabajo para pernoctar en un espacio cedido en la calle de servicio frente al penal. «Si mi hijo pasa trabajo yo también paso trabajo. No me voy de aquí hasta que él salga». Lo acompaña a la distancia desde que lo detuvieron el 30 de julio, primero frente al comando y ahora frente a la cárcel.

También está la madre, sin trabajo, que deja a su hijo de meses con un familiar para viajar a diario hasta Tocuyito, desde Los Guayos, a estar pendiente de «una esperanza, la de la libertad» de su esposo; o la abuela que llora sentada frente al penal, por el nieto que en el interior está flaco, con un color extraño en su piel y nervioso.

Sus historias se unieron alrededor de la cárcel de Tocuyito desde el  26 de agosto, cuando debieron comenzar nuevamente la búsqueda. Los detenidos fueron trasladados a un sitio que para los familiares era desconocido. Algunos tardaron hasta dos días en confirmar que estaban en el penal. Otros, afortunados, recibieron una llamada. Una semana después comenzaron las visitas, la ùnica hasta el momento para cada detenido y una persona por recluso, no más.

No me gustó que me tomaran fotos

El primero de septiembre la abuela pudo ver a su nieto. «No me trataron mal, lo único que no me gustó fue que me tomaron una fotografía y me pidieron la dirección completa y un número de teléfono. Uno espera, pasa un pasillo , donde al final te sientan y te leen una cartilla de cómo se debe comportar adentro. Después te vuelves a sentar y va pasando uno por uno para que te tomen la fotografía, pases a la requisa y luego llegas a un pasillo muy largo con sillas, en las que debes esperar. En ese pasillo hay guardias encapuchados a todo lo largo».

Otra vez la lectura de la cartilla para explicarles que no pueden tocar a los detenidos, que hablarán frente a frente en un mesón, que las manos deben estar sobre las piernas, debajo de las mesas, sin moverlas, al igual que las de ellos.  «Imagínese usted después de tanto tiempo, no poder abrazar a mi nieto». Cualquier infracción motivaría una sanción al detenido y la suspensión de la visita

Gusanos, el mayor condimento

«El iba a llorar y le dije que por favor no llorara para yo no llorar y poder conversar con él». La abuela y su nieto hablaron pero con un custodio a cada lado. «Abuela no como porque esa es comida con gusanos. Eso es pellejo molido con gusanos, me ha subido la tensión»

Ella sabe que el malestar es por no comer y por tomar agua de tanque. El dolor de estómago es el acompañante permanente del joven. «No le dan ningún medicamento y a mi tampoco me lo piden. Si yo llego a esa puerta y le mando un omeprazol no se lo dan porque eso lo debe pedir el médico de adentro.»

Ella supo que no lo golpean pero lo maltratan verbalmente. Al patio lo sacaron una sola vez, por media hora. «El quiere saber qué estamos haciendo aquí afuera para sacarlo. Le dije que estamos haciendo todo lo posible, pero nosotros sabemos que no podemos hacer nada, porque a ellos no les dan derecho a nada. Dos llamaditas hemos tenido de tres minutos, la última fue antes de la audiencia y me dijo que les iban a dar 27 años si asumían culpabilidad. Si no lo hacen, irán a juicio».

¿Los han presionado para que se declaren culpables?

-No lo sé porque no lo he podido ver otra vez. Solo se que les entregaron una hoja en blanco para que ellos decidan y, si aceptan la culpabilidad, la firmen. Mi nieto no es culpable, por lo tanto no debe asumir. El es beisbolista, barbero y también panadero. Su plan era estudiar Ciencias forenses en la universidad. Vamos a juicio.

La abuela va cada día a llevarle comida a su hijo, el papá del joven detenido que duerme todas las noches en un espacio que le prestaron, bajo techo pero cercano a la calle, para estar cerca del muchacho. Ella quisiera que esa comida le permitieran entregársela a su nieto. «Ya que ellos no pueden alimentarlos, ni darles una comida sana, que dejen que nosotros los alimentemos, aunque sea el almuerzo, y llevarles un garrafòn de agua, aunque no los veamos. ¿Cuesta mucho hacer eso?».

Es la misma petición de otras madres, esposas e hijas que permanecen cada día a las afueras de la cárcel de Tocuyito.

«Yo veo a mi hijo desnutrido. «La comida que le están dando tiene gusanos, está mala. Les dan una arepa chiquita, con queso y gusanos, a las 4:00 de la mañana».  Esta madre también quiere que le permitan llevarle alimentos a su hijo, para evitar lo que le ha sucedido a otros jóvenes, que se desmayan porque no comen o convulsionan. «A un señor le dio un preinfarto». Otra petición que tiene es que le permitan verlo nuevamente, que restablezcan las visitas.

La audiencia de su hijo será el 18 de octubre. Ella no sabe si lo están maltratando para que se culpe, sólo se enteró que le están ofreciendo que se declare culpable a cambio de una sentencia de 27 años, sin beneficios. «Entonces vamos a juicio».

Pelos y patas de cucarachas, los otros condimentos

Nuevamente las historias se repiten. «Algunos días solo les dan comida una vez. Hubo un día que no comieron porque  estaba tan mala que tuvieron que botarla. El agua es tan sucia que los enferma«. La esposa de otro detenido contó que en una comida encontraron patas de cucaracha.

Débil, deprimido y desnutrido. Así encontró otra madre a su hijo durante la única visita que le han permitido en la cárcel de Tocuyito desde que fue trasladado.

Es la misma historia de otra de las madres, cuyo hijo le conto que en la carne que le sirvieron habían pelos, no saben de qué animal. «Me dijo mami sácame de aquí porque me voy a morir de hambre, bebemos agua ya al final del día y contaminada».

Según su narración, algunas veces les dan arepas con queso, otras con mortadela, pero casi siempre con gusanos. También carne molida con arroz o pasta con granos y generalmente en malas condiciones. «Por lo menos que nos dejen pasarles algo de comida a ellos, porque se van a morir de hambre».

De inanición también se muere la gente

«Mi esposo pesaba 98 kilos y ahora pesa 65, está demasiado flaco y tiembla», «mi hijo está demacrado y como ´ido», «mi esposo estaba triste, melancólico». Son varias las afirmaciones, pero todo se resume en una súplica: «Nosotros los familiares necesitamos ayuda urgente, que nuestros hijos reciban comida e hidratación porque se nos están muriendo. ¿El día que se nos muera un muchacho quién va a responder?. De inanición también se muere la gente».

Este grupo de familiares no sabe quién es el juez del caso. Solo han hablado con los defensores quienes les indicaron que en la audiencia les plantearían cuatro escenarios a los detenidos. «Pero solo hubo dos: asumen culpabilidad o van a juicio. Nunca supimos cuáles eran los otros dos escenarios, los defensores no nos hablan con la verdad». Tampoco consignan las pruebas que entregaron los familiares y que demuestran la inocencia de los reclusos».

En un afán por saber más de sus hijos habían llevado unos binoculares para verlos de lejos. Los policías de Libertador se los quitaron alegando que era artículos de espionaje. Ahora  se saludan a lo lejos, desde la cárcel agitan algunas camisas y ellos responden agitando sus manos o alguna toalla. Es una forma de mantenerse siempre presentes.

Los policías municipales pasan por el sitio y les toman fotos. Ellos persisten a la espera de las próximas audiencias, el 16 y el 18 de octubre y con la fe puesta en la libertad de sus familiares.

Beisbolistas, estudiantes, barberos están tras las rejas, también algunos que pensaban irse del país. En la cárcel de Tocuyito son más de 500, la mayoría era el sustento de su hogar. Su mayor delito fue andar en moto o estar en la calle. Hoy se enfrentan a una pena de 30 años, la máxima para delitos de terrorismo.

Presiones para que se declaren culpables

Este viernes, tanto la organización Justicia, Encuentro y Perdón, como Provea, denunciaron que los detenidos por las protestas poselectorales en las cárceles de Tocorón, en el estado Aragua, Tocuyito, estado Carabobo, el Rodeo y Las Crisálidas están siendo amenazados para que se declaren culpables de los delitos por los que se les acusa.

Justicia y Perdón recordó, en un comunicado difundido en redes sociales, que la coacción para lograr una confesión es una clara violación a sus derechos. «Lo obtenido bajo esas circunstancias carece de validez legal».

Marino Alvarado, coordinador de exigibilidad jurídica de Provea, advirtió que la coacción, además de vulnerar derechos fundamentales, puede considerarse terrorismo de Estado».

También en Tocorón

A El Carabobeño llegó este viernes, desde Aragua, una denuncia según la cual están ejerciendo mucha presión para que los detenidos admitan los hechos de los que son acusados. «La presión incluye amenazas y maltrato físico a algunos detenidos. Se les está entregando una hoja en blanco, para que pongan su firma y huella y admitan ser autores de delitos insólitos. Además, deben señalar que no se les está coaccionado para ello».