El último monitoreo realizado por la Federación Fe y Alegría arrojó que hasta el mes de junio en sus escuelas ubicadas en Caracas había alrededor de 282 puestos vacantes debido a las renuncias del personal.
Así lo manifestó Luisa Pernalete, encargada del Programa Educación para la Paz de Fe y Alegría, quien indicó que el retiro de los docentes obligó a los directores y coordinadores a dictar clases para que los estudiantes pudieran ser atendidos.
Aseguró que una de las razones que han motivado las renuncias son los bajos salarios de los docentes, quienes en su mayoría no pueden cubrir sus gastos, al punto de que ni siquiera tienen cómo costear el pasaje para trasladarse hasta las instituciones.
Las graves condiciones de los servicios básicos también representan otra gran dificultad. “El tema del transporte es muy complicado, y eso que en Caracas está en mejores niveles que en el interior del país”, dijo la docente.
La escasez de agua, además de los constantes cortes eléctricos, es determinante en la asistencia de los niños. Pernalete indicó que, aun sin luz, en las escuelas pueden ingeniárselas para dar las clases en los patios o en las canchas, pero sin agua se complica mucho la situación porque no pueden garantizar la higiene y los padres no tienen cómo lavar los uniformes.
Niños dejados atrás
La docente mencionó que los casos de los menores que se han quedado en el país sin sus padres también han influido en el desalentador panorama. De acuerdo con el registro de la Federación Fe y Alegría, en Caracas hay 855 niños, niñas y adolescentes que están bajo los cuidados de otras personas porque sus padres emigraron del país para cubrir el sustento económico desde el exterior.
“Los dejan en manos de terceros. Un niño dejado atrás es un niño abandonado, aunque la mamá o el papá lo llame todos los días o le mande la comida. Ellos necesitan atención”, manifestó. La cifra, de acuerdo con Pernalete, aumentó significativamente en los últimos tres años.
El problema debería obligar a las escuelas a atenderlos de manera especial, pero no hay posibilidades. Principalmente porque no se cumple el Programa de Alimentación Especial y muchos planteles no tienen los recursos necesarios para darles a los estudiantes desayuno o almuerzo.
“Eso hace que haya inasistencia por falta de alimentación. Los niños que no comen se duermen en el salón de clases. La letra con hambre no entra. Si el niño en su casa no tiene comida, la mamá no lo manda; y si no puede comer en la escuela, ¿para qué lo va a enviar? Es un problema serio”, enfatizó.
La docente criticó que las clases se suspendan o se reduzcan los horarios por órdenes superiores, sin dejar que las directivas de los colegios evalúen las situaciones y consideren si es pertinente la interrupción de las actividades escolares.
Señaló que algunas madres de manera temporal colaboran para que los niños no pierdan clases. “Las mamás conocen a los niños y tienen buen trato, han ayudado con tareas dirigidas. Ellas están conscientes de la situación, pero también de que esa no puede ser la salida del problema. Un niño sin escuela no tiene ni presente ni futuro, un país sin educación no tiene ni presente ni futuro”, afirmó