Ciudadanos venezolanos se encuentran entre los migrantes que cruzan la peligrosa selva del Darién, entre el departamento colombiano de Chocó y Panamá, para llegar a Estados Unidos. La organización no gubernamental Médicos Sin Fronteras investigó la situación desde mayo en Bajo Chiquito, la primera población panameña a la que llegan las personas.
Ángel, venezolano de 19 años de edad, salió del país a los 15 años y trabajó en Colombia hasta que su economía no dio más y decidió partir a Estados Unidos por esta selva.
“Vi al menos 10 cadáveres, pero lo peor es la gente que se queda atrás, las mujeres que no pueden subir las lomas, que se resbalan con la lluvia y el barro. Es una ruta en la que nadie espera, nadie ayuda a nadie. En la Loma de la Muerte vi caer a una chica, la gente gritó, pero nadie hizo nada, no se puede hacer nada. Ves gente sentada, herida, que tal vez llevan días ahí, esperando la muerte. Eso es lo peor, no tener nada con qué ayudar”, le contó Ángel a Médicos Sin Frontera.
Respecto a los testimonios y el flujo de migrantes, que sigue siendo alto, la ONG les hizo un llamado a los gobiernos de Colombia y Panamá.
“Seguimos siendo testigos del enorme flujo de migrantes por el tapón del Darién, pero lo que nos indigna es seguir siendo testigos del nivel de desprotección de esta población, que sufre ataques y agresiones sexuales en el camino. Por ello pedimos a los gobiernos involucrados protección para la población migrante en una ruta que sea segura”, manifestó el coordinador de terreno de MSF en Panamá, Raúl López.
Esta ONG sostiene que el impacto que la pandemia ha tenido en la economía de la mayoría de naciones ha sido lo que más ha empujado a miles de personas, entre haitianos, cubanos, venezolanos, colombianos y extracontinentales a cruzar el Darién. Tan solo en junio, Panamá registró 11.000 migrantes llegados de Colombia después de atravesar la selva. En el trayecto ellos arriesgan la vida no solo porque hay que sortear montañas, precipicios y ríos, sino también por la presencia de grupos ilegales que los roban y abusan sexualmente de ellos.
Óscar, de 40 años de edad, colombiano que vivía en Bolivia, definió el paso como “una pesadilla con 1.001 demonios”. Estuvo 14 días perdido en la selva, siguiendo los rastros de grupos anteriores. En el camino vio personas ahogadas en ríos y cadáveres en descomposición en los barrancos.
Algunas personas llegan engañadas. Tamara, haitiana de 39 años de edad que para el momento de su viaje tenía 6 meses de embarazo, pensó que ella, su esposo y cuñados viajarían con garantías, pues pagaron 2.600 dólares para que una supuesta agencia los llevara a Estados Unidos. Les enviaron tiquetes para volar a Colombia y les dijeron que atravesarían la selva en helicóptero, pero fue una estafa. “Nos dieron una bolsa con galletas, y ya en la selva nuestros supuestos guías nos atracaron. Nos dejaron en la montaña sin nada”.
Abusos sexuales
Los atracos, que no son inusuales, se suman a abusos sexuales. “Nos asaltaron al segundo día, un grupo de unos siete u ocho hombres, con fusiles, con machetes. Te registran y te quitan el dinero, los celulares, la comida, incluso la olla para cocinar. A las mujeres las registran en sus partes íntimas, las amenazan, las separan del grupo y las violan”, narró Juan, cubano de 59 años de edad que salió de su país hace tres años para trabajar en Brasil y Uruguay antes de emprender viaje al país norteamericano.
“Unos iban vestidos de negro, con escopetas, otros llevaban pasamontañas, fusiles y cuchillos. De siete mujeres de nuestro grupo, violaron a tres. Nos asaltaron en dos ocasiones, gente diferente”, contó Óscar.
Solange, cubana de 21 años de edad, se salvó de estos abusos, pero otras mujeres de su grupo no. Ella llevaba tres años viviendo sola, su madre y su padrastro se habían ido a Argentina pero ya no les alcanzaba para enviarle remesas a Cuba, por lo que Solange viajó a Argentina y emprendió el viaje con ellos.
En la selva, cuando vio que su grupo iba a ser asaltado, salió corriendo y se separó de su madre. Después de reencontrarse en Bajo Chiquito, supo por su madre que “les quitaron todo, dinero, celulares. Luego se llevaron a las muchachas detrás de unas matas. En el grupo escucharon los gritos de una de las violadas”.
Nadine, dominicana de 40 años de edad, viajó de Chile acompañada de su hija, de 6 años, y de su compañero. “La vida en Chile, sin papeles, es muy difícil. Pensamos que cruzar el Darién sería 4 días. Fueron 11. Mucha gente muerte”, contó. Añadió que a su grupo los asaltaron 2 veces. “Nos quitaron la comida, el dinero. A mí me registraron y me tocaron, tenía la menstruación y me dejaron en paz. Fue todo muy agresivo. A una jovencita de unos 20 o 25 años la violaron toda la noche”, contó.
Quedarse atrás es otra de las pesadillas de los migrantes, pues no todos soportan las extenuantes jornadas.
Nadine lo vivió. Aunque le faltaba un día y medio de camino para salir del Darién, ella y su hija no podían dar un paso más. Su compañero decidió dejarlas y salir del Darién en busca de ayuda. Ellas se quedaron solas tres días. “Pensé que íbamos a morir. Rezamos mucho y lloramos mucho”. Finalmente, su compañero y otras personas de Bajo Chiquito las rescataron en piraguas.
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