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Valery Lopez posa para Michael Davis. Foto: Cristian Hernández / AFP

A Valery le encanta su cuerpo. En su silueta semidesnuda, su cabello rizado y la ternura de sus facciones descubrió una oportunidad para ganarse la vida vendiendo fotos y videos de contenido sexual y pornografía en internet, lo que la hizo desistir de abandonar Venezuela.

Como ella, otros jóvenes venezolanos han encontrado en la venta de pornografía una salida a la crisis económica.

“Estaba loca por irme, porque no estaba viviendo bien. Ahora me quiero quedar en Venezuela”, contó a la AFP Valery López, de 20 años de edad, que utiliza una red social que ha derivado en una especie de centro de contenido adulto y pornográfico.

Valery encontró allí una atractiva fuente de ingresos: “Puedo pagarme la mejora de mis dientes, comprarme ropa…”, dijo esta joven que acaba de hacerse un tratamiento de ortodoncia. “¿Quién está ganando ahorita 500 o 1.000 dólares mensuales? Nadie”, aseguró.

Su canal tiene más de 50 suscriptores, todos extranjeros. A cada uno le cobra 10 dólares por mes, seis veces el ingreso mínimo mensual en Venezuela, pulverizado por la hiperinflación y la constante depreciación de la moneda.

Es un punto que destaca Abel Saraiba, psicólogo y coordinador de la ONG Cecodap, enfocada en los derechos de niños y adolescentes.

“En otros países donde no hay una emergencia humanitaria ha habido un alza en el consumo de contenido de este tipo de plataformas”, señaló Saraiba. “Pero en el contexto nuestro podemos darle una dimensión adicional, ¿hasta qué punto una persona adoptaría esta modalidad tan riesgosa si tuviera otras opciones de trabajo?”, indicó.

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Valery Lopez se prepara para una sesión de fotografías. Foto: Cristian Hernández / AFP

Pornografía como negocio

Todo comenzó para Valery con una foto desnuda en Instagram, con tal cantidad de interacciones que descubrió una oportunidad de negocio.

Su novio, un arquitecto con quien lleva tres años de relación, la ayudó a abrir la cuenta.

“He estado en esto porque de verdad que me gusta, y más me gusta el dinero, una buena combinación», afirmó.

Muchos de los fans de esta mujer de 1,50 m de estatura, ojos verdes y que a veces se pinta pecas en sus mejillas, piensan que es menor de edad.

“Creen que soy una niña, creen que les miento sobre la edad”, afirmó entre risas. “Les gusta verme tierna, con mi cara de que no rompo un plato”, explicó.

No es el caso de Valery, pero un documental del medio británico BBC encontró evidencia de que menores de 18 años de edad venden ilegalmente contenidos en redes sociales, que tuvo un gigantesco impulso con la pandemia del coronavirus.

“Pareciera que es una forma de generar ingresos más segura que otras de mayor riesgo como pudiera ser la prostitución”, destacó Saraiba. “Pero efectivamente no se piensa en que una vez se publica un contenido se puede perder el control, que otros se apoderen de él”, aseveró.

Ya ocurrió que videos de redes privadas terminaran en plataformas como YouTube.

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Brandon Mena en su casa de Caracas. Foto: Cristian Hernández / AFP

Alternativa

Brandon Mena, de 20 años de edad, hizo una pausa en su carrera de educación porque no podía pagar más la universidad privada a la que asistía: sus ingresos mermaron drásticamente con la pandemia.

De voz suave y mirada tímida, Brandon era mesonero en clubes nocturnos. “Pero la pandemia nos pegó duró en el bolsillo y tocó buscar otras alternativas”, relató este joven menudo, vestido con un jean y un suéter gris de manga larga, atuendo muy distinto al de sus fotos sexuales.

Su cuenta en las redes sociales de contenido adulto no ha despegado, pero varios conocidos “han logrado formarse un piso” económico con esta herramienta.

Él sí quiere emigrar: “Yo no me veo aquí”.


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