Los habitantes de Las Tejerías, en la zona central de Venezuela, están recibiendo ayuda para comer y vestirse, luego del deslave que arrasó con cientos de viviendas en la localidad y se cobró la vida de 54 personas, pero aún esperan por los apoyos prometidos que les permitan retomar sus vidas.
Mientras unas 2.000 personas obtuvieron este lunes un plato de comida caliente, según Nicolás Maduro, las maquinarias no se detenían en su trabajo de remoción de escombros y en el dragado de las quebradas, que esta semana aumentaron su cauce debido a las precipitaciones.
A dondequiera que se mire, hay ayuda y, también, necesidades.
Rehacer vida
Mari Guzmán esperaba, como decenas de personas, afuera de un banco estatal para ser atendida. Recibió un mensaje de texto en el que le pedían que asistiese al lugar para empezar el proceso de acceso a un crédito para comerciantes o trabajadores que se quedaron sin empleo, tal como lo anunció en días pasados el Ejecutivo.
La mujer de 48 años no tiene certeza de que esto llegue a feliz término, pero espera que así sea, sobre todo al recordar que se quedó sin fuente de ingresos, tras 18 años trabajando como peluquera en la localidad, ubicada a unos 70 kilómetros de Caracas.
«Algunos perdieron sus locales, otros perdieron sus implementos de trabajo, yo entre esas (…) esperemos alguna ayuda, para poder empezar con nuestros trabajos», dice a EFE.
Una ola arrasó con todo en la peluquería. Así se quedó sin secador, tijeras ni ninguna de las herramientas con las que se ha ganado la vida en las últimas dos décadas.
De cara al futuro, no sabe qué va a pasar, pero se plantea buscar otro sitio, quizá fuera de Las Tejerías, pues lo poco que queda de su antiguo lugar de trabajo será demolido.
Pérdidas
En una situación similar, Agustín Feo declara desde las ruinas de su librería. El local, en el que estuvo arrendado durante 43 años, es hoy un cúmulo de sedimentos, bajo los cuales se pueden ver algunos de los artículos de oficina que tenía para la venta.
De las fotocopiadoras, computadores y otros equipos de trabajo no queda nada, pues la ola llegó a la segunda planta del local y destruyó todo. Las pérdidas, en su caso, ascienden a 10.000 dólares, según un cálculo rápido.
«Supuestamente (las autoridades) nos van a prestar el apoyo, yo tengo una fe inmensa de que eso se va a dar. ¿A qué aspira uno? Levantarse, superarse, cambiar el rumbo (…) yo lo que quiero es lo elemental para volver a comenzar», expresa.
Con una carpeta en mano, llena de documentos, celebra haber recibido la visita de representantes de «organismos» públicos y espera que esto se traduzca en un apoyo significativo.
Sin ropa
Felipe Laslo, otro de los afectados por el alud, esperó este lunes en una fila, afuera de una iglesia para recibir unas prendas de vestir, pues perdió parte de sus pertenencias cuando su casa fue «dañada» por barro el sábado antepasado, el mismo día que se desbordaron varias quebradas en Las Tejerías.
«Grande ha sido la tragedia, pero grande ha sido la solidaridad», dice a EFE este hombre de 48 años que, pese a las pérdidas, se siente afortunado porque su sector no fue de los más afectados por las lluvias y su casa sigue siendo habitable.
Asegura que en la zona «han salido unas infecciones producto del agua, de la contaminación que hay», de la que no ha resultado ileso, pues tiene ronchas en varias partes del cuerpo que, según le han dicho médicos, guardan relación con esas impurezas.
«El agua está llegando, pero (médicos) nos están recomendando que no la consumamos (…) para otras cosas (sí) pero no para beber», aclara. Igual que él, varios de sus conocidos han acudido en los últimos días a los servicios de salud -algunos establecidos en carpas- por problemas respiratorios, gripe y diarrea.
Trabajadores sanitarios consultados por EFE en Las Tejerías se negaron a brindar cualquier información sobre las afectaciones de salud presentadas por los sobrevivientes del deslave.