Con una dilatada trayectoria en el ámbito público y académico presenta el doctor Enrique López – Loyo su candidatura a rector de la Universidad Central de Venezuela.
Médico cirujano, especialista en Anatomía Patológica egresado de la UCV y expresidente de la Academia Nacional de Medicina, López – Loyo considera que en la universidad debe aplicarse una gerencia con visión técnica.
Para él, será primordial, si llega al rectorado, realizar un censo de los investigadores de la casa de estudios y encontrar posibilidades estratégicas que permeen recursos para la institución. También propone una comisión jurídica con el fin de destrabar mecanismos de recuperación de unidades de producción.
«En paralelo, una visita al Estado para decirle, en primer lugar, que se le devuelva a la universidad sus competencias administrativas. Que no tengamos que depender de esta distribución de dinero directa del Estado. Que tengamos capacidad de hacerlo nosotros, y que nos paguen lo que nos deben», expresó López – Loyo, que también se ha desempeñado, entre otros, como docente universitario, jefe del Departamento de Patología del Instituto Nacional de Higiene y fue el experto que dirigió la exhumación de los restos del beato José Gregorio Hernández.
—¿Qué le motiva a postularse como rector?
—Que nosotros consideramos que en la universidad tiene que aplicarse una gerencia con una visión técnica. No meramente individuos de virtud académica que quieren llegar y cumplir su ciclo. Vemos esto como un reto gerencial, un reto para recuperar capacidades. Lo veo como un maratón que se va a correr continuamente con una meta que tiene que ir más allá. Considero que se verá una situación de transición, un cambio en la universidad, un cambio de paradigmas, de concepción. Ahí viene la estrategia de identificar a nuestros investigadores de la universidad, en conexión con centros de investigación internacional. Igualmente con organismos multilaterales. Por ejemplo, el Banco Mundial, que tiene asignaciones para proyectos de desarrollo país, podemos incursionar en esos grupos de investigación que son multicéntricos. Podemos explorar ir a la FAO para integrar un grupo de investigación para recuperar las capacidades de alimentos. Ir con la Unesco para el fortalecimiento de la propia entidad educativa, e igualmente con las organizaciones mundiales de la salud, como la OPS, para identificar fortalezas y asociaciones estratégicas en programas de investigación hacia las endemias de Venezuela. Ir más allá de los organismos nacionales. Todo esto es clave para generar investigación, que permea academia y extensión, y todos los mecanismos de la universidad.
—¿Cómo será su relación con políticos de gobierno y oposición?
—Aquí el factor gobierno es fundamental. Cuando hablamos de oposición es como un referente para algún cambio en el horizonte venezolano. No habrá cambios en la universidad si no tenemos comprensión de lo que ocurre en la política interna del país. En primer lugar, consideramos que hay que hablar de manera directa con el gobierno; de manera educada, concertada, porque tenemos una vinculación por ser elementos del Estado venezolano. No vemos en lo inmediato esa visión en la que se usaba la autonomía para tirar piedras de adentro hacia fuera o para decir que yo puedo encabezar un movimiento como si fuese un partido político. La gerencia tiene que ser propositiva. La situación con el gobierno a lo interno es difícil, lo sabemos, pero tenemos que entendernos con ellos. Consideraría que una de mis primeras acciones para encabezar el rectorado sería pedirle al presidente de la República una reunión abierta. Decirle que esa universidad de 300 años ha estado incluso por encima de la Constitución, y hemos soportado embates de gobiernos de todos los signos. Hemos soportado caudillismos, guerras federales y nos hemos mantenido en pie, porque allí yace el espíritu ucevista, que es el de la capacidad de mantenerse aun en las condiciones más precarias. Mucha gente con el zapato roto va con dignidad a trabajar, mucho estudiante se nos está durmiendo en la clase porque no ha comido o ha tenido que trabajar de noche hasta tarde, pero con ese espíritu ucevista va y se presenta a su clase.
—¿Pero cómo enfrentar, por ejemplo, el éxodo de profesores?
—La estrategia de búsqueda de oportunidades para integrarlas en grupos de investigación es el fundamento de todas las universidades del mundo para permear recursos. El involucramiento de estos grupos de docentes, igualmente de estudiantes, en esos mecanismos de investigación hace que los flujos de capitales, que vienen a apuntalar la investigación en la universidad, lleguen al nivel académico y de extensión, eso involucra todos los elementos de la universidad. Eso es lo fundamental, la estrategia, investigación para la academia y para la extensión a partir de un involucramiento de esos elementos que están ahí.
Otro aspecto es el que yo llamo factor E, que son los egresados. Debemos buscar esas capacidades de los egresados que están en este momento en una especie de vitrina internacional. Son reconocidos por sus capacidades profesionales, por su desempeño académico. Los están reclutando porque son ejemplo de resiliencia profesional en medio de circunstancias difíciles. Esa es una reserva estratégica nuestra. Tenemos que incorporarlos. Porque muchos son grandes jefes de corporaciones, docentes de grandes universidades internacionales, llevan investigaciones. Quisiera tenerlos en un podio gerencial dentro de la estructura del rectorado para que me acompañen. Que evalúen todas las posibilidades cuando se vaya a hacer una compra. Que sean garantes de la transparencia. Pero, ojo, todo esto tiene que ser con tácticas de fundamento administrativo. Necesitamos una dinámica en la que la universidad no sea de espacios separados. Incluso en la propia Ciudad Universitaria nos separan 20 o 50 metros. No nos conocemos, no sabemos qué estamos haciendo. Cada quien ve su propio ombligo en la universidad. Tenemos que integrarnos. Pero para motorizar ese recurso debe ir a un gran fideicomiso universitario transparente, con una comisión de evaluación, y que cada facultad se convierta en una unidad de producción. La universidad ya dejó de ser, y es mi concepto, ese pajarito en un nido con el pico abierto esperando que el Estado nos dé lo que nos tenga que dar. Debemos tener la resiliencia y la capacidad de transformarnos sin perder nuestra esencia.
—Eso les permitiría garantizar aún más la autonomía, tan difícil de mantener, ¿no?
—Por supuesto. Es que la autonomía tiene que girar hacia lo financiero también. Aquí vemos una visión comprensiva social. La universidad ha perdido esa visión comprensiva, esa visión de ponerse en el lugar de quien está dentro. Por ejemplo, nuestros trabajadores que, famélicos, desnutridos, van a trabajar dos o tres días a la semana. ¿Qué pasa allí? Disminuye la productividad en todas las áreas. Decimos no podemos pagar mucho, que vengan dos o tres días. Finalmente la universidad se queda sola. Necesitamos que la universidad reviva. Vemos a los estudiantes: hace 10 años eran 80.000, ahora, en cinco años, fueron 40.000, y ahora son poco más de 20.000. Eso significa que la universidad se ha redimensionado. Consideramos que, en esa incidencia, todo el tren universitario rectoral debe convertirse en un embajador, estar dentro y fuera del país. Buscar, conversar, crear estrategias para asegurar esas capacidades con las condiciones de investigación internacional y organismos multilaterales. Si esperamos que grandes profesores que representan grupos de poder internos o que quieren agarrar políticamente esto para convertirnos en otra guerrilla de los años 60 no vamos a trascender. La universidad tiene que trascender gerencialmente. Yo no represento ningún grupo de poder. Me he presentado como un outsider que tiene las capacidades por haber conversado interna y externamente por el país, en un trabajo social que todo el mundo conoce.
—¿Qué opina de la gestión saliente?
—Tengo que reconocer que han estado allí resilientes. Han mantenido la institución, han luchado contra las adversidades con esta circunstancia presupuestaria. No me voy a sumar a las voces que critican solamente para decir que ahí hubo un dolo sin comprobación de nada. La universidad debe trascender a esas cosas. Si existe algo hay que investigarlo, pero bajo los cánones de la decencia y la gestión administrativa correcta. No me uniré a coros que solo están mirando hacia atrás.
—¿Qué expectativas tiene de estas elecciones?
—En primer lugar son inéditas. Vemos que la participación es transversal en cuanto a los recursos humanos universitarios. Al menos, aunque sea proporcionalmente, todos pueden decidir. Hay que respetar esa capacidad de participación, hay que rescatarla y estimularla. Es una elección importante porque es un ejemplo para el país. Tiene que ser un ejemplo de civilidad, de participación democrática. Esto generará una secuencia de elecciones en el resto de las universidades autónomas, en los sindicatos, los gremios. Tenemos que ser modelo para la Venezuela que quiere establecer pautas de participación y dirimir sus diferencias con el voto. Queremos que ese proceso se estimule. En mi caso, he recibido ataques continuos de guerra sucia, tratan de enlodar lo que no pueden enlodar con ideas. Estoy haciendo una resistencia también porque, aunque he llegado de último a presentar mi opción electoral, quiero proponer el cambio real.
—¿Se ha sentido atacado?
—Por supuesto. Vienen estas afirmaciones de que no soy puro como la raza aria. Porque soy un profesional que se ha incorporado a la universidad. Pero tengo mi posgrado ahí. Mi formación en la UCV me llevó a tocar con mis manos y recuperar los restos de José Gregorio Hernández. Eso es algo que me conectó con Venezuela, nada más conectado con Venezuela que la UCV, que le dio su primer presidente civil. En honor a él celebramos estas elecciones.
—¿Ha percibido en este reacondicionamiento realizado por el gobierno alguna mejora al menos desde el punto de vista estructural?
—La mejora es básicamente visual. Vamos a hablar claro, esto no es una gran bolsa CLAP que le llegó a la universidad. Esta universidad fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, que anualmente le da a los Estados un bono de ayuda para mantener patrimonios. Dentro del presupuesto del Estado está una partida que debe ser para mantenimiento. Está claro que se va a continuar con esa política de recuperación basado en que la Unesco es garante de esa circunstancia. Vamos a esperar que todo termine. Que terminen de poner la última pintura y arreglar el último bloque y ya no haya más capacidad para recuperar. Se acaban entonces las luminarias y se vuelve a poner oscura la universidad. Queremos es proyectar una gerencia efectiva y de crisis. Que podamos, con transparencia, ver qué está asignando la Unesco a la universidad y cómo lo podemos manejar. Que estemos con las comisiones patrimoniales internas de la universidad, que supervisemos. Porque hay mucha queja de que llega la comisión presidencial y hace lo que le da la gana. Eso no debe ser así.
—¿Desde el rectorado espera hacerse cargo de la tan denunciada delincuencia? Recientemente ha habido casos de abuso en el campus.
—Es fundamental. Hay que reconducir la política de seguridad, labrando lo que existe. Tenemos que estimular las condiciones del trabajador de seguridad. Restaurar las visitas guiadas a la universidad, que generen recursos para pagar algo extra a nuestros elementos de seguridad. Igualmente a nuestros muchachos de protocolo, que son estudiantes de la universidad, eso puede aliviar el acompañamiento en la seguridad de la universidad, a la par de una revisión del personal. Ha habido críticas porque muchos de los que vienen con la comisión de restauración no tienen la capacidad de trabajar con una universitaria o universitario, y entonces la relación interpersonal puede ser difícil.
El campo específico de la denuncia es que no hubo denuncia, el problema fue eso. Hay que instaurar un manual de procedimiento para la seguridad interna. Esto se está llevando a cabo, y es lo correcto, a través de la comisión para la mujer dentro de la universidad. Hay mucho que hacer, falta un poco de creatividad. Queremos que el Jardín Botánico se convierta en un centro de encuentro, que hagamos un restaurante y que toda la ciudad vaya para allá. Que se recuperen las capacidades deportivas de nuestros muchachos, que veamos florecer de nuevo la cultura en nuestras aulas y sala de conciertos. Es una forma de recuperar recursos.
—¿Cómo ha encontrado la Facultad de Medicina? ¿Tiene esperanza sobre las nuevas generaciones de médicos?
—Yo tengo esperanza. La facultad estructuralmente tiene las mismas fallas de la universidad. Soy profesor, formo médicos y veo que nuestros muchachos en las aulas son extraordinarios. Tienen un nivel académico extraordinario. Se acoplan básicamente con todo lo que tiene que ver con la tecnología de salud. Están actualizados y tienen capacidad de trabajar por la gente. Eso no se ha perdido. Nosotros debemos trabajar en que nuestros muchachos al salir no se nos vayan, darles capacidades internas. Generar cuerpo país de trabajo, que es lo que se ha perdido. Darles motivaciones y razones para que se queden. Ahí está mi preocupación sobre integrarlos precozmente a la investigación: ese muchacho se va a vincular porque el estudiante de Medicina va a saber, como lo hice yo, lo que es ir a Amazonas y trabajar con nuestro indio. Ese muchacho comprometido tendrá el orgullo de ser ucevista, de ser médico venezolano, tendrá pertinencia sobre lo que le pasa a la Venezuela más profunda. Eso queremos.
—¿Cómo es la UCV que se imagina en la próxima década?
—La UCV con la que sueño es una UCV con autonomía para decidir su propio destino. Pero una autonomía que vaya más allá de decidir cosas a lo interno, con autonomía para decidir cosas de afuera hacia adentro. Una universidad comprensiva con lo que le pasa a nuestro trabajador. Que lo pueda premiar en cada momento, que su jubilado pueda ser asistido, que vele por que su estudiante sin comida tenga la posibilidad de ir a un comedor. Que vea que el trabajador está esforzándose todos los días. Que la autonomía también llegue a lo financiero, que podamos ejecutar programas de avanzada que nos pongan de nuevo frente al país, en el sentido de generar desde lo intelectual posibilidades para que Venezuela sueñe con un cambio definitivo de su desarrollo y su capacidad de hacer las cosas bien.
—¿Qué es la UCV hoy para usted?
—La UCV es razón de ser de una Venezuela posible.