El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que preside Nicolás Maduro, se mimetiza con el Estado en medio del caos institucional que corroe a Venezuela, donde los miembros de esta organización hacen, sin reparos ni quejas, las veces de funcionarios del Estado.
Es un fenómeno que ocurre hace varios años, según expertos consultados por EFE, pero que se hizo más evidente en las últimas semanas, en el contexto de la campaña para las elecciones legislativas que se celebrarán el domingo 6 de diciembre, en la que resulta difícil distinguir qué y quién es partido o Estado.
Un ejemplo del uso de bienes o recursos humanos estatales a la vista de todos es el uso que hace el PSUV de la planta de televisión pública VTV, que tiene como eslogan «el canal de todos los venezolanos», para sus actos de campaña.
Otro, la designación por parte del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), cuyos magistrados son abiertamente próximos al chavismo, de los miembros del órgano electoral, a los que se señala de simpatizar con el PSUV.
«Un Estado es para todos», asegura a EFE el analista Dimitris Pantoulas, experto en política venezolana, sobre el conjunto de instituciones al servicio de un gobierno y que le garantizan el monopolio de la fuerza dentro de ciertos límites territoriales.
Y Pantoulas remarca luego de que, en cambio, los partidos son vehículos para alcanzar el poder y a través de distintas formas de ejercer el gobierno satisfacer las necesidades del colectivo, y nunca de una parcialidad.
Es en el cumplimiento de estas definiciones donde la institucionalidad venezolana se resiente.
¿Totalitarismo?
«Históricamente, (esto) se ha visto en los países totalitarios, en los países comunistas, en África, donde estas líneas no están muy claras, donde el partido sustituye el Estado, y el Estado es el partido. Un Estado, un partido. Yo creo que esto está pasando en Venezuela«, añade.
Aunque ahora es conocido como el partido de Maduro, el PSUV surgió en 2007 tras el deseo del fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013) de fusionar bajo una misma tolda a todas las fuerzas de izquierda que le respaldaban.
La iniciativa de Chávez de la llamada revolución bolivariana encontró entonces éxito moderado y algunos varapalos, cuando agrupaciones históricas -aunque de escasa militancia- de la izquierda venezolana, como el Partido Comunista de Venezuela o la Liga Socialista, rechazaron la fusión.
Esta realidad obligaba al PSUV a negociar acuerdos y apoyos con otras formaciones, incluso las de izquierda, con las que conforma la plataforma electoral conocida como Gran Polo Patriótico.
«Pero Maduro está terminando con el Gran Polo Patriótico, no hay competencia de partidos dentro de la revolución y yo creo que todas las líneas se están borrando entre Estado y partido, porque ya el partido PSUV no tiene la función de negociar con otras fuerzas políticas, que la tenía hace un año», explica el experto.
Generar Hegemonía
Para el politólogo Nicmer Evans, un antiguo aliado del chavismo que le dio la espalda a Maduro, el desdibujo de la línea entre partido y Estado es intencional y busca generar hegemonía en todos los ámbitos, una antigua aspiración del chavismo.
Es, además, una tendencia que se ha profundizado en los últimos años de manera absolutamente radical, y que inició con la administración de Hugo Chávez.
«Esto sucedía de manera muy frecuente con Chávez, había una tendencia a desdibujar, de hecho la división de los poderes públicos se confundía, se suprimía, incluso podemos decir que con Chávez empieza la disolución de las fronteras entre la división de los distintos poderes públicos«, apunta.
Evans cita como ejemplo el caso de la jueza María Lourdes Afiuni, a quien detuvieron a finales de 2009 después de que Hugo Chávez lo demandara en televisión nacional, lejos de los tribunales.
«Es un hito», dice sobre este caso. «Un elemento referencial importante de cómo un poder, cómo el Ejecutivo, vulneraba absolutamente e influía y determinaba la acción del resto de los poderes», agrega.
En camino
Pero en Venezuela, de acuerdo con Pantoulas, el partido de Maduro todavía no es todo el Estado, aunque el país está en camino a un sistema de gobierno totalitario.
«Estamos en el camino en que esto pasa. No creo que lo estemos todavía (…), no estamos al 100%, pero seguro vemos funciones que debería tener el Estado y las asume el partido, todavía quedan partes del Estado venezolano que no están totalmente alineadas con el PSUV», indica.
Entre estas partes, identifica al Poder Judicial, que no considera independiente pero cree que funciona fuera del PSUV.
«Cuando empecemos a escuchar que el PSUV está tomando decisiones judiciales, ya sabremos que está pasando», agrega.
Evans, por su parte, también destaca la resistencia que ejerció el Poder Judicial -durante el gobierno de Chávez- ante las presiones y deseos de la alta jerarquía del PSUV.
«Lo que sí podemos señalar, de manera muy clara, es que la tendencia es a un poder hegemónico del control absoluto de todas las instancias, y además es una visión neototalitaria», asevera.
Pero esta resistencia del Poder Judicial parece hacerse débil en ocasiones, como cuando el número dos del PSUV, Diosdado Cabello, revela detalles de casos a los que no debería tener acceso.
El dirigente chavista emite un programa semanal que suele contar con exclusivas del mundo militar y judicial, dos ramas con las que no guarda relación como funcionario, pese a ser capitán retirado.
¿Partido Único?
Evans también cree que en Venezuela se está desarrollando una fase para el establecimiento de un partido único, en la que se permitiría el concurso electoral de algunas agrupaciones satélite para justificar algún tipo de participación externa al partido hegemónico.
Sin embargo, esto no parece estar en el horizonte cercano, pese a las últimas decisiones del Supremo venezolano que sustituyeron las combativas directivas de partidos opositores por otras más dóciles con el régimende Maduro, como Acción Democrática y Voluntad Popular.
Los logos y colores de estos partidos estarán entre la oferta electoral a los comicios de este 6 de diciembre, a los que no acudirán los líderes tradicionales de la oposición, sino otros dirigentes impuestos por el TSJ, que distan mucho de ser feroces detractores de Nicolás Maduro.