Todavía hay opiniones encontradas en torno al papel de Nicolás Maduro en los diálogos de paz que el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno de Colombia iniciaron en Caracas. Sin embargo, lo que parece claro es que la presencia de este grupo en territorio del país allanó el camino para este nuevo proceso, suspendido definitivamente en 2019.
Cuba, el Reino de Noruega, Naciones Unidas, la Iglesia Católica y Venezuela serán los garantes del diálogo, el cual se estima inicie en noviembre, según lo indicó uno de los comandantes del ELN, Antonio García, desde Caracas.
Un cuestionado Nicolás Maduro, que poco a poco ha retomado espacios en la política internacional, toma un papel activo en estos diálogos, cuyas sedes serán rotativas. “Para el régimen venezolano es un ganar-ganar, pues le ayuda a recobrar algo de legitimidad internacional, cosa en la que Petro ha colaborado desde el día uno de su presidencia”, le dice a El Tiempo el politólogo Walter Molina.
Molina reafirma esta teoría indicando que es importante tomar en cuenta que gran parte de ellos operan en Venezuela, refiriéndose al ELN. Pero el politólogo también refiere que Maduro “no es un árbitro o un actor imparcial, por el contrario, es un actor activo en estos diálogos”.
“Estamos hablando de alguien que alberga a los miembros del ELN, y esto habría sido un incentivo para el presidente Gustavo Petro porque sabe esto y por ello decide comenzar con estas mesas de diálogos en Caracas, una zona de confort para los miembros del ELN, y con la presencia de Maduro”, agregó.
El pasado 4 de octubre, en la famosa Casona, la otrora casa presidencial en Venezuela -ahora funciona como museo y lugar de esparcimiento-, se firmó el documento para el reinicio del diálogo entre el ELN y el gobierno colombiano.
Antonio García dijo que esta nueva etapa se abría debido al momento político por el que atraviesa Colombia, con la llegada de Gustavo Petro al poder. Aunque al ser interrogado sobre si depondrán las armas no dio respuesta, pero enfatizó que buscaban la paz.
Viendo el panorama, Rocío San Miguel, presidenta de la ONG Control Ciudadano para la Seguridad, la Defensa y la Fuerza Armada Nacional, cree que es necesario tomar en cuenta tres aspectos: la vigilancia, la coherencia y las reglas para la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB).
“Apoyar el proceso de paz en Colombia es ineludible para los venezolanos. Sin embargo, tres principios deben tomarse en cuenta para evitar efectos perversos”, dijo San Miguel a El Tiempo.
Para la abogada, la vigilancia se basa en que ser un país garante de la paz obliga a monitorear “la dejación de armas y desmovilización de combatientes del ELN en Colombia”, esto para evitar que disidentes y desertores continúen sus actividades en Venezuela.
Sobre la coherencia apunta que si se impulsa este proceso de paz, a lo interno Venezuela también debería retomar sus negociaciones en México con la oposición.
Y sobre la FANB, cree que debe haber reglas claras para que los uniformados puedan garantizar la defensa del territorio “incluso siendo garantes”.
La ONG Fundaredes ha indicado en varios informes que el accionar del ELN se extiende a los estados del sur de Venezuela, por lo que la presencia de estos grupos, aunque no admitida oficialmente, sigue siendo motivo de críticas.
“Puede decirse que los más altos jerarcas del ELN abrieron descaradamente una oficina principal en Caracas”, apuntó Luis Barragán, diputado de la Asamblea Nacional, encabezada por Juan Guaidó.
Para Barragán, «ni siquiera el propio Maduro debe saber cuál es su papel porque aún no puede explicar ante los venezolanos que sabemos de la presencia del ELN controlando porciones importantes del territorio y hasta rivalizando con otras entidades hamponiles, como el Tren de Aragua”.
Nicolás Maduro ha sido actor principal en procesos anteriores como el de 2016 con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). En ese momento, el mandatario dijo: “Y va llegando el tiempo de paz para nuestra hermana Colombia, desde La Habana. Tiempos de historia grande. Amén”.
Es probable que esta sea una nueva oportunidad para Maduro de mostrarse como pacificador, un rol que siempre ha querido vender en el escenario internacional, especialmente con el conflicto colombiano.
Lograr un avance en estas negociaciones hace que la administración chavista pueda demostrar su estatus de “pacificador” mientras tiene a las Naciones Unidas, al igual que la Corte Penal Internacional, señalándolos por crímenes de lesa humanidad.
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