«Ellos insisten en que esto es Venezuela, pero es Guyana»: Kimtse Kimo Castello nació en Port Kaituma, un pequeño pueblo en la disputada región del Esequibo. Pero este peluquero no tiene duda sobre su gentilicio: «Siempre me sentí guyanés«.
Así lo siente, así lo reafirmó en su educación. Kimtse habla inglés, el idioma oficial del Esequibo, una región de 160.000 km2 administrada por Guyana, aunque su soberanía está en disputa con Venezuela desde hace más de un siglo.
Aquí viven 125.000 de los 800.000 habitantes que tiene esta antigua colonia inglesa.
«¡El sol de Venezuela nace en el Esequibo!», reza parte del saludo militar venezolano, pero la presencia de ese Estado en esta región es inexistente.
Guyana defiende un límite establecido en 1899 por una corte de arbitraje en París, mientras Venezuela reivindica el Acuerdo de Ginebra, firmado en 1966 con Reino Unido antes de la independencia guyanesa, que establecía bases para una solución negociada y desconocía el tratado anterior.
Pero el gobierno guyanés impulsa un proceso en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para ratificar las actuales fronteras y poner fin a la disputa.
El Esequibo es «100% Guyana», dice a la AFP el presidente de este pequeño país que limita con Venezuela, Brasil y Surinam. «Estamos muy claros de dónde están nuestras fronteras».
Ironía
El gobierno de Nicolás Maduro defiende su petición sobre la región y rechaza el proceso en la CIJ. La consigna «El sol de Venezuela nace en el Esequibo» se repite en las escuelas y acompaña documentos oficiales.
En septiembre, Maduro publicó fotos de las cataratas Kaieteur, la principal atracción de Guyana, que queda en la región en disputa, junto con un mapa de Venezuela que incluía también esa zona.
Los guyaneses respondieron con protesta y exigieron a Facebook y Twitter que eliminaran esas «publicaciones ilegales y ofensivas».
«Esto es Guyana, hablamos inglés desde siempre», sostiene Andrew Bailey, un mecánico de 33 años de edad en Port Kaituma, poblado de unos 3.000 habitantes. Cree que la insistencia en reclamar la soberanía responde a las gigantescas reservas de petróleo encontradas en aguas también en disputa.
«Nunca me he sentido venezolano», insistió Kimtse. «Somos gente amable, gente que acoge a cualquiera en la zona. Por eso se ve tantos venezolanos», recalcó el peluquero.
Entre 25.000 y 30.000 migrantes venezolanos, según la ONU y las autoridades, respectivamente, huyeron de la crisis para probar suerte en Guyana. Varios miles viven en el Esequibo.
Es una especie de ironía de la historia porque hasta antes de la crisis, los guyaneses, que estaban entre los más pobres del planeta, eran los que migraban a Venezuela. Incluso recibían la nacionalidad los nacidos en el Esequibo.
Paul Small, de 52 años, tiene por ejemplo las dos nacionalidades: vivió de niño en Venezuela y regresó a su país natal con su familia para laborar como pintor, obrero, conserje. «Hay trabajo y el dinero rinde más», sostiene.
Abusos
Muchos migrantes venezolanos habitan en la «casa verde», un enorme edificio abandonado por una empresa china en Port Kaituma.
Anneris Valenzuela, de 23 años, salió de Tucupita (Delta Amacuro) con su marido y sus tres hijos. «No teníamos nada. No teníamos cómo mantener a los niños. Se nos hizo más fácil ir a Guyana», dice.
Su esposo trabaja como jornalero donde consigue. «La vida es mejor que en Venezuela, pero bastante dura»: no hay luz y el agua llega de forma intermitente. Algunos se apoyan en la lluvia que recolectan en latas, ollas y recipientes plásticos.
Alexis Zapata, de 47 años, vive con siete miembros de su familia en dos habitaciones de la «casa verde», en donde cuelgan solo hamacas. «Nos arreglamos para comer todos los días, aunque no trabajemos todo el tiempo», asegura a la AFP.
Llegó a Port Kaituma en 2021, también procedente de Delta Amacuro, una de las regiones más pobres de Venezuela y escenario de numerosas tragedias de migrantes ahogados en el océano intentando llegar a Trinidad y Tobago.
Precisamente Alexis eligió Guyana porque no había barcos que tomar, contrabandistas que pagar o policías que evitar.
Trabaja descargando barcos en el puerto del pueblo. Le pagan un porcentaje del valor de la mercancía, aunque recibe «menos que los guyaneses», que se aprovechan de su necesidad y de su escaso inglés.
Gana entre 5 y 15 centavos de dólar con cada descarga: «Mejor que en Venezuela», expresa.